La angustia racial del candidato
La Voz de Galicia, 17-03-2008Cuenta Barack Obama en sus memorias, Dreams from my father , que su primera angustia racial la vivió con apenas siete años por culpa de un reportaje de la revista Life. «En aquel entonces cientos de afroamericanos se sometían a tratamientos químicos para clarear su piel (?) en respuesta a un anuncio que les prometía vivir como blancos». Horrorizado ante las fotografías que mostraban las verdaderas consecuencias de aquel bono exprés al paraíso burgués, el pequeño Obama sintió el vértigo del mundo adulto rozándole las extrañas «y quise correr y pedirle a mi madre alguna explicación, pero algo en mi interior me lo impidió».
Casi cuatro décadas después de que el fantasma del racismo perturbara por primera vez el futuro del candidato, la sombra de los prejuicios planea de nuevo ante el senador de Illinois. Hijo de una madre «blanca como la leche» y de un padre «negro como el café», según él los describe, durante meses la ilusión de que un político mulato comandase desde el Despacho Oval ha solapado una pregunta repetida con insistencia en las primeras semanas de la campaña «¿Está EE.UU. preparado para un presidente afroamericano?».
Hasta el pasado 4 de marzo la respuesta parecía evidente. Obama había conquistado el corazón de estados mayoritariamente caucásicos y avanzaba en su empeño por convertirse en «el candidato de todos los estadounidenses». Pero Ohio se cruzó en su camino y los analistas decidieron esta vez echarle la culpa al color de su piel. «La raza ha sido determinante en estas elecciones, no es que estos tipos sean intolerantes; pero la única imagen que tienen de los negros es que son traficantes o ladrones», aseguraba sin pudor uno de los seguidores de Obama en el citado estado.
Doble juego
Puede que tuviera razón. Tan solo un 40% de los llamados votantes de cuello azul , electores con bajos ingresos y pocos estudios bautizados así por el color del uniforme con que trabajan, decidieron confiar esta vez en este chico brillante nacido en Hawái y de padre keniano. Pero también puede que fuera su tardía respuesta a los ataques de Hillary, su posible doble juego en cuanto al llamado tratado de libre comercio TLCAN o simplemente el mal tiempo del Medio Oeste lo que detuviera el tirón de este nuevo JFK.
Mientras esperan la respuesta definitiva, que llegará el 22 de abril en Pensilvania, un estado muy parecido demográficamente a Ohio, los estadounidenses prefieren no buscar demasiadas explicaciones. En el fondo saben, como lo sabía el pequeño Obama, que hay cosas que es mejor no preguntar.
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