"En caso de maltrato, se antepone la Ley de Extranjería a la condición de víctima"

Diario de noticias de Gipuzkoa, Jorge napal, 16-03-2008

Donostia. El caso tipo es el de una mujer que encuentra todas las trabas del mundo para reagrupar a su familia. Vive sola, demasiado sola. Quizá por eso, un día establece una relación de pareja que se convierte en la peor de las pesadillas. “Las redes sociales, de amigos, no existen y quedan en la más absoluta soledad”, denuncia Mazkiaran, que ha impartido en Donostia una charla sobre Discriminación institucional a las mujeres inmigrantes frente a la violencia de género .

El enunciado de su ponencia resulta un tanto impactante…

Es que es cierto. Las mujeres extranjeras que son objeto de violencia de género, a ojos de las instituciones, son vistas, primero, como inmigrantes, y luego como víctimas.

¿No resulta doblemente grave, teniendo en cuenta que son las instituciones las que deben velar por la seguridad ciudadana?

Sí, pero de lo que pueda decir una ley a su aplicación práctica hay una enorme diferencia. Si nos fijamos en la Ley Integral contra la Violencia de Género, por ejemplo, en ningún momento se hacen distinciones entre mujeres extranjeras y autóctonas.

¿Dónde nace el problema?

Si hablamos de asistencia psicológica, en realidad no suele haber muchos problemas, pero las dificultades surgen con las prestaciones sociales. Son ayudas muy importantes, porque tienen como objetivo que esas mujeres sin recursos puedan subsistir. El problema es que el decreto que regula estas ayudas pone como requisito estar en situación regular, es decir, se antepone la Ley de Extranjería a la propia condición de víctima.

¿Cuántas mujeres están viviendo ese calvario en Gipuzkoa?

No hay estadísticas sobre este fenómeno porque, entre otras cosas, estas personas no tramitan las ayudas porque saben que no se las concederán.

¿A que tipo de prestación se refiere?

A la Renta Activa de Inserción, una prestación dirigida a las personas con dificultades para acceder al mercado de trabajo. El requisito que les exigen es que sean demandantes de empleo, pero jamás podrá serlo quien no tiene papeles.

Es la pescadilla que se muerde la cola.

Sin duda. A su vez, la propia Ley de Extranjería también contempla que una mujer que haya sido víctima de violencia de género pueda solicitar un permiso especial por este motivo. El problema es que le exigen que tenga concedida una orden de alejamiento, y sólo la obtiene cuando es juzgado el agresor.

Y, claro está, la ayuda se demora en el tiempo hasta el infinito.

Sí, y, además, la Subdelegación del Gobierno de Gipuzkoa exige acreditar medios de vida, algo que nuevamente resulta imposible. La Ley de Extranjería se convierte así en una espada de Damocles.

¿Cuál es el perfil de estas víctimas?

Son personas que están viviendo en subarriendo y en una situación muy precaria. El caso tipo es del de una mujer sola. Sus allegados están en el país de origen porque no ha podido reagruparlos, y por las circunstancias que sean, termina estableciendo una relación de pareja con una persona de aquí, hasta que comienzan las agresiones.

¿Qué ocurre a partir de ahí?

La situación es especialmente sangrante porque una persona que sufre estas agresiones tiene, por lo general, una serie de redes sociales en las que apoyarse, un entorno familiar, amigos que siempre pueden echar una mano… En muchos casos de mujeres extranjeras agredidas, estas redes no existen porque están en su país de origen. Por eso se encuentran en la más absoluta soledad.

En cualquier caso, sí es cierto que cada vez se registran más casos de denuncias dentro del colectivo inmigrante. ¿Es una imagen real?

La estadística, efectivamente, habla de un aumento de agresiones, pero, en realidad, no es tan espectacular como se dice. El verdadero incremento se ha producido en el capítulo de homicidios con resultado de muerte. Un 30% de las agresiones mortales tiene, o bien como agresor, o bien como agredida, un componente extranjero.

Se suele aludir habitualmente a una supuesta diferencia cultural del colectivo inmigrante, en el que estarían muy marcadas las desigualdades de género.

Esa impresión es preciso relativizarla, en primer lugar, porque las diferencias culturales son muy acusadas dentro del propio colectivo, que presenta de por sí unas enormes diferencias. Yo incidiría más en la precariedad en la que viven estas personas extranjeras respecto al trabajo y la vivienda. Es cierto que se suele decir que los extranjeros proceden de una cultura en la que el sometimiento a la mujer está más aceptado que aquí, pero no debemos olvidar que en nuestro país, hasta hace cuatro días, los episodios de malos tratos se leían en El caso , dándole un tratamiento de crímenes pasionales.

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