«El patriotismo es una enfermedad cada vez más extendida»
El Mundo, , 14-03-2008Hanna Schygulla arropa en Madrid el estreno, hoy, de ‘Al otro lado’, del turcoalemán Fatih Akin MADRID. – La tercera ciudad turca más poblada, después de Estambul y Ankara, pasa por ser Kreuzberg, el mastodóntico barrio de Berlín donde se concentra todo un maremágnum de emigrantes del país de Atatürk (y sus descendientes, ya nacidos en Alemania). Un melting pot que se reproduce en otras ciudades germanas. Hamburgo, por ejemplo, cuna del cineasta Fatih Akin, consagrado en cuerpo y alma a hurgar en las raíces del mestizaje turcoalemán. Fuente de identidad, pero también de convulsiones.
Akin dio el salto internacional cuatro años atrás con Contra la pared, un viaje donde el vómito de los demonios internos salía a la luz incluso al son de The Sisters of Mercy (aquel Temple of love que la banda de Leeds, afincada precisamente en Hamburgo, regrabó junto a Ofra Haza), un itinerario de ida y vuelta hacia la antigua Constantinopla.
Y en el documental Cruzando el puente: el sonido de Estambul se dejaba guiar por Alexander Hacke, factótum de los vanguardistas Einstürzende Neubauten, en una fascinante inmersión por las músicas que inundan las calles de la metrópoli turca.
Así llega Fatih Akin hasta la película que se estrena hoy en España, Al otro lado, premio al mejor guión el año pasado en Cannes y también en la gala de la Academia del Cine Europeo, además de alzarse con el Lux, una distinción recién creada por el Parlamento de Estrasburgo. Seis personajes que no van en busca de autor, sino de sí mismos. Seis personajes que entrecruzan sus soledades. Seis personajes que viajan con lo puesto.
Hanna Schygulla es una de ellos: una madre que asiste atónita al romance lésbico de su hija con una activista turca en favor de los derechos humanos. «Los protagonistas de esta película ven las cosas desde ópticas muy distintas. La joven activista protesta contra algunas cosas que suceden en Turquía y que son injustas. Y Europa tiene un sentimiento de culpa acerca de ellas. Lo que hay que hacer es vivir y luchar para que se produzca un acercamiento. Es una película donde las puertas se quedan abiertas», explica la ex musa de Rainer Werner Fassbinder en referencia al cóctel explosivo que atenaza a la Turquía que se esfuerza por atisbar el umbral de la Unión Europea: los fantasmas del genocidio armenio, las reivindicaciones kurdas, las denuncias de falta de derechos humanos, la dualidad musulmana – laica…
«Fatih Akin habla de lo que conoce muy bien, de las dos culturas, la turca y la alemana. Yo creo que hay que estar interesado por lo que pasa en el lugar donde vives, pero no es bueno caer en el patriotismo, una enfermedad cada vez más extendida. La mezcla convive dentro de ti, y ahí está la riqueza», añade la actriz y cantante, nacida hace 65 años en Katowice, muy cerca de Auschwitz.
¿Encuentra muchas diferencias entre lo que suponía trabajar con Fassbinder y ahora con Fatih Akin? «Son totalmente distintos. Para Rainer, vivir y hacer películas eran, en realidad, lo mismo. Todo era muy complejo con él. Y con Fatih no, no es tan complicado. Le cuesta mucho menos creer en el amor. Lo que quería Fassbinder era retratar lo que veía a su alrededor, aunque lo hacía con una luz muy particular, como si fuera un contrapunto», dice en un aceptable español (lo aprendió en Cuba durante dos rodajes).
Espíritu irreverente
Pero la actitud de rebeldía sí une al joven director turcoalemán con la memoria del artífice de Berlín Alexanderplatz, la serie de televisión recientemente editada en DVD con sus más de 15 horas de desasosiego. Hanna Schygulla subraya, precisamente, la fuerza contestataria de Akin, un cineasta incómodo para las autoridades de Ankara al poner el dedo en la llaga sin tapujos sobre cuestiones que el Gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan prefiere que no se divulguen en exceso.
«Fatih se está volviendo muy respondón con Turquía. El contesta a su país de origen, pero yo quiero decir que esta película también ha resultado premiada en algún festival turco. Sería muy bueno que, como en la película, muchos turcos que han nacido o residen en Alemania viajaran a Turquía y llevaran allí sus vivencias», señala antes de lanzarse a comparar lo que en su día se llamó nuevo cine alemán (Schlöndorf, Herzog, etcétera) con el que se cuece hoy, tras el éxito de títulos como Goodbye Lenin o La vida de los otros, auténticos rompetaquillas en Europa.
«Entonces, el cine intentaba hacer énfasis en lo positivo a través de lo negativo. Hoy se expresan cosas dolorosas, pero también mostrando esperanza». Palabra de María Braun y de Lili Marleen, dos de sus papeles más emblemáticos a las órdenes del sórdido Fassbinder.
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