Los polacos no saben ni quieren hacer curry

A los restaurantes indios del Reino Unido les es difícil hallar cocineros que dominen sus recetas porque el Gobierno privilegia la inmigración del Este frente a la asiática

La Vanguardia, RAFAEL RAMOS - Birmingham. Corresponsal , 13-03-2008

“Contraté a un polaco y duró una semana, no soportaba el olor de las especias”, dice un propietario
Se trata de una auténtica tragedia nacional, como si desapareciesen los pubs, el fútbol y el té de las cinco, o se prohibiera hablar del tiempo y comentar los chismes de los famosillos: centenares de restaurantes indios de todo el país – hay más de nueve mil- se ven amenazados de cierre en vista de las nuevas restricciones a la inmigración y del aumento disparatado del precio del arroz – hasta un 60%- en el mercado internacional.

Los restaurantes indios – una simplificación que se aplica también a la cocina pakistaní y bengalí- constituyen una industria de más de seis mil millones de euros al año en el Reino Unido, dan trabajo a cien mil personas y forman parte del paisaje del país lo mismo que las casitas victorianas de ladrillo rojo, los autobuses de dos pisos o los cielos grises y sombríos. Y el pollo tikka masala (marinado en yogur y especias) es con diferencia el plato preferido de los británicos, muy por delante de tópicos como el fish and chips, las salchichas con puré de patata y el roast beef con pudding de Yorkshire.

Pero los propietarios de los establecimientos han apretado el botón de alarma porque cada vez les resulta más difícil encontrar camareros y – sobre todo- chefs que sepan hacer un buen curry, naan (pan), kaali daal (lentejas negras) o arroz basmati. Hasta ahora se encargaban de la cocina inmigrantes del Subcontinente Indio con un visado temporal para trabajar en el Reino Unido, que con frecuencia ni siquiera hablaban inglés y al cabo de unos meses o años regresaban a casa con unos ahorrillos. Pero todo ha cambiado con el sistema migratorio de puntos, destinado a favorecer a los ciudadanos de la Europa del Este. “Está claro que el Gobierno ha decidido restringir los permisos a la mano de obra procedente de Asia para compensar la llegada masiva de polacos, rumanos y checos – dice Enam Ali, propietario de una cadena de restaurantes indios-. Pero el problema es que los polacos ni saben ni quieren hacer curry. Contraté a uno y sólo duró una semana, se despidió diciendo que no podía soportar el olor de la cocina, y que su novia se quejaba de que quedaba impregnado del aroma de las especias”.

Responsable de la política migratoria, el Ministerio de Interior responde que no hay razón para que un nativo de Bratislava o Cracovia no aprenda a hacer un pollo tandori como para chuparse los dedos, teniendo en cuenta que centenares de miles de trabajadores de la Europa del Este se ganan la vida en el sector de la hostelería, que los mexicanos hacen cocina francesa en EE. UU. y más de un tamil prepara las patatas bravas en algún que otro restaurante español de Londres. Y que lo ideal sería que los hijos y nietos de los británicos de origen indio, pakistaní y bengalí se pusieran el delantal y el gorro de pinche, en vez de cobrar el subsidio del paro (el índice de desempleo entre los jóvenes de esa comunidad ronda el 20%).

“El Gobierno laborista vive en las nubes – comenta Ahmed Muquim, dueño de un restaurante en los suburbios de Birmingham, donde existe una de las mayores comunidades de origen asiático-. ¿De verdad piensa que nuestros hijos, educados en este país y que en muchos casos han ido a la universidad, ven su futuro en la cocina ganando mil euros al mes? No señor, a lo que aspiran es a ganar doscientos mil euros haciendo de corredores de bolsa en la City o encargándose de fusiones y adquisiciones en cualquier banco. Quienes se conforman con poner los peroles al fuego son los inmigrantes, como en todas partes”.

La nueva política migratoria ha restringido enormemente el tipo de visado temporal con el que venían muchísimos trabajadores del Subcontinente Indio, y el sistema de puntos significa que no hablar inglés constituye un obstáculo muy importante. “Las autoridades británicas quieren al inmigrante perfecto, que de entrada hable como Hamlet, sepa la fecha de la batalla de Hastings y cante el Dios salve a la reina, y además se conforme con menos de mil euros y un trabajo en la cocina – dice Ahmed Iman, chef del Balti House de Edgbaston-. Pero no se sostiene, es como si el Manchester United trajera a Ronaldinho para cedérselo a un equipo de tercera división”.

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