Se hace imprescindible una nueva visión de la dignidad de los inmigrantes basada en la justicia, que se abran nuevos espacios de corresponsabilidad entre la sociedad e inmigración. Reconociendo y devolviendo a estas dos partes esa corresponsabilidad.

Porque ellos, como el resto de la sociedad son ante todo personas, que es la razón que nos mueve y el impulso que nos acompaña.

Construir un mundo a la medida del ser humano, con una economía humanizada no sólo es deseable. Es posible.

Hay que reconocer el pasado y mirar al futuro con igualdad de oportunidades e igualdad de participación en la formación de su integración. Debería iniciarse con el compromiso de las sociedades de acogida hacia los inmigrantes. Es decir, respetar los derechos elementales de todas las personas. Promover políticas sociales públicas con bienes sociales en un contexto de igualdad de oportunidades para todos los individuos y abrir la esfera de la política a los excluidos. Con voluntad política todo es posible.