Inmigración

El palacete de los 'sin papeles'

El Mundo, CARLOS MEDRANO, 12-03-2008

Una bella mansión de la avenida de Carabanchel Alto que perteneció a un prestigioso médico en 1920 alberga ahora a un grupo de inmigrantes ilegales senegaleses que cuentan con las simpatías de los vecinos y dan vida al descascarillado edificio. En 1970 se utilizó como almacén de construcción y ahora no se sabe a quién pertenece, por lo que no hay denuncia y los subsaharianos no pueden ser desalojados En el número 52 de la avenida de Carabanchel Alto se alza un hermoso palacete de ladrillo de principios del siglo pasado. Pero, a pesar de su aparente suntuosidad, a corta distancia se puede apreciar que la construcción conoció tiempos mejores. Las paredes comidas por la humedad, los cables al descubierto y las puertas desvencijadas.


Ahora sus únicos ocupantes son una veintena de inmigrantes, en su mayor parte senegaleses, que llegaron a la capital tras emprender un azaroso camino desde su patria – con cayuco incluido – .


El inmueble, que perteneció a un prestigioso médico en 1920, fue reutilizado en los 70 como almacén para artículos de construcción. En la actualidad lleva siete años abandonado y ya había sido okupado antes. Sus más recientes pobladores lo constituye el actual grupo de subsaharianos, que ya llevan año y medio en el lugar, pero los vecinos de la zona recuerdan haber visto entrar y salir gente de la casa desde hace mucho más tiempo.


«También hubo okupas españoles hará tres años. Recuerdo que tuvieron que venir camiones del Ayuntamiento para sacar del lugar muchas cosas que habían ido acumulando, muebles y electrodomésticos», explicó un comerciante.


No obstante, los vecinos no parecen demasiado molestos con la presencia de los africanos. Es más, algunas almas caritativas han llegado a entregarles ropa. «Tratan de mantener el lugar en unas condiciones de higiene razonables y no son delincuentes. Sólo quieren sobrevivir», afirmó con simpatía una mujer que cada día pasa por delante. Los inmigrantes que subsisten en el edifico hace tiempo que se organizaron para facilitar la convivencia. Entre ellos planificaron turnos de limpieza y de cocina. De este modo, evitan que el lugar se convierta en un estercolero.


Escalera noble, colchón roto


El interior del inmueble ofrece una imagen curiosa. A la entrada de la casa yergue una magnífica escalera de madera noble, así como suntuosas columnas y unos techos decorados con bellas cenefas. En el suelo se acumulan colchones destartalados, donde se tienden para dormir los nuevos inquilinos. La mayor parte de ellos lo hace con toda su ropa puesta para pasar como mejor pueden las frías noches de marzo.


A pesar de los ecos de una grandeza ya extinta, el lugar ofrece un aspecto muy desastrado. Los cables de la luz se encuentran pelados y a la vista, lo que no constituye ningún peligro porque hace tiempo que en la casa no hay electricidad. La pintura de las paredes se cae a cachos y la mayoría de las puertas interiores han desaparecido, siendo sustituidas por planchas de madera contrachapada y trapos colgantes. Una de las pocas comodidades de la que disfruta el otrora esplendido palacete es un cuarto de baño en funcionamiento. Aunque aún disponen de agua corriente, no tienen modo de calentarla. Por ello, asearse en invierno constituye un auténtico ejercicio de voluntad.


Papa es uno de los 14 senegaleses que vive en el lugar y, en un aceptable español, explicó las razones por las que él y sus compañeros están en Madrid. «Todos queremos trabajar en lo que sea. El problema es que no tenemos papeles y, sin ellos, nadie nos contrata», se quejó el hombre.


Dos años antes, él y sus compatriotas eran pescadores pero, apremiados por la pobreza, decidieron probar suerte con el sueño europeo y viajaron hasta Tenerife en un cayuco. Ahora, su mayor temor es que les obliguen a volver a su casa.


Este pánico se acrecentó ayer por la mañana, cuando un par de patrullas de la Policía Municipal se presentó en el palacete para hacer una inspección. Allí, hablaron con el único español que reside en la casa.


Es su inquilino más antiguo y aseguró que él vive allí porque un hombre que se hizo pasar por el dueño de la propiedad le alquiló una habitación. Posteriormente, se demostró que la persona le estafó pero, mientras se aclara el entuerto, él sigue en el lugar, ayudando a organizarse a sus compañeros inmigrantes que la utilizan como parada temporal. «En general sólo están de paso. Llevo aquí un par de años y, normalmente, ellos sólo permanecen unos nueve meses. Si después de ese tiempo no encuentran trabajo, se van a otra parte», indicó.


Dueño desconocido y ‘tolerante’


Aunque la mayoría de los actuales moradores son senegaleses, el palacio patera de Carabanchel Alto también acoge a un par de nigerianos, un brasileño, un portugués y dos personas originarias de Sri Lanka.


La cuestión de quién es el legitimo propietario del inmueble despierta numerosas dudas ante las que nadie parece muy bien informado.


Los vecinos del barrio afirmaron que la casa pertenecía a un par de hermanos que hace tiempo que murieron. En estos instantes, sea quien sea el dueño no parece molesto por la okupación del palacete, dado que aún no ha protestado y, sin denuncia, la Policía Nacional no puede proceder al desalojo. En ese sentido, parece que los actuales residentes del lugar pueden sentirse tranquilos porque todavía podrán disfrutar un poco más de las amplias estancias del palacete de Carabanchel Alto.

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