Indignación de los brasileños por el trato que reciben en España

Brasil ha repatriado en los últimos días a 13 españoles argumentando su derecho a la reciprocidad

Público, BERNARDO GUTIERREZ, 11-03-2008

Madrid encendió la llama expulsando el pasado miércoles desde el aeropuerto de Barajas a dos estudiantes que iban a Lisboa por “motivos académicos”. Y el polvorín estalló: la indignación, rabia e incomprensión se apoderaron de los políticos brasileños, de los medios. Y hasta de la calle.

Las cifras recientes (452 repatriados en sólo un mes) han incendiado la prensa brasileña de palabras como “racismo”, “xenofobia” y “discriminación”. Y la guerra (o medida de presión) explotó: en los últimos días Brasil ha repatriado a 13 ciudadanos españoles que pretendían entrar como turistas "por no cumplir las “normas”. En ambos casos, el argumento para la repatriación es similar: no contar con medios económicos suficientes para mantenerse durante la estancia

Discriminación

Sin embargo, las versiones no coinciden. Tanto Pedro Luiz Lima, un licenciado en ciencias políticas de 25 años, como Patricia Rangel, estudiante del Instituto Universitario de Estudios de Río de Janeiro, afirmaron que poseían tanto “billete de vuelta” como dinero suficiente para su estancia. Francisca García, una agente de viajes granadina de 24 años que pretendía entrar a Salvador de Bahía y fue repatriada, afirma que poseía tanto dinero como tarjetas de crédito.

Volviendo a los dos licenciados brasileños, ambos denunciaron en la prensa brasileña “vejaciones, insultos y falta de respeto” por parte de la policía española. Patricia Rangel, que iba a defender su mestrado (lo equivalente a un pos grado) en Lisboa sobre la “discriminación de la mujer”, afirmó que en la sala donde fueron retenidos “los turistas no aceptados estaban en el suelo en condiciones precarias”.

A raíz de estos casos, han salido a la luz en foros de debate y cartas al director, otros casos vejatorios. El de Patricia Camargo Guimarães, una física de 23 años que pasó “tres días encerrada en una sala de Barajas sin poder tomar un baño” o el del padre Jeferson Flávio Mengali, “humillado y tratado con un animal” han encendido la opinión pública. “Me dijeron que si mis ropas religiosas eran para disfrazarme en el carnaval”, afirma Jeferson en un foto digital de la Folha de Sao Paulo. Además de la calidad (“precaria y poco amable” según la prensa brasileña) de las repatriaciones, la cantidad ha encendido el fuego de la guerra cruzada. Después del pasado miércoles, más de treinta brasileños han pasado por la sala de espera de las repatriaciones en Barajas. La cifra de brasileños que han tenido que volver a Brasil ha pasado de 20 en 2006 a 2.800 en 2007.

El prestigioso diario conservador Estado de Sao Paulo publicaba el pasado sábado un reportaje sobre la “deportación arbitraria” de brasileños. El rotativo acusa al gobierno español de cebarse con sus ciudadanos. Y cita como ejemplo el caso del 3 de agosto de 2007 cuando 97 inmigrantes fueron impedidos de entrar en Barajas: 66 eran brasileños.

Reacciones

La reacción no se ha hecho esperar. El ministro Celso Amorim reconoció que los últimos casos de repatriaciones le “causaron un profundo desagrado”. Por su parte, Lula tildó las expulsiones de brasileños como “electoralistas”. Pero quien realmente reconoció en parte la crisis diplomática fue Marco Aurélio García, asesor de la Presidencia y peso pesado de Lula, al admitir que “el gobierno mandó intensificar el control de españoles que llegan a Brasil manteniendo el mismo criterio” porque “el país tiene que hacerse respetar” .

La orden, según el propio Marco Aurélio, partió del ministro de Justicia Tarso Genro. Las autoridades brasileñas afirman que los españoles repatriados “no tenían el billete de vuelta ni documentación de estancia comprobado ni dinero suficiente”.

Por si fuera poco, Ricardo Peidró, embajador español en Brasil, ha sido convocado esta semana por la Comisión de Relaciones Exteriores y de Defensa Nacional del Congreso de los Diputados, para “aclarar las últimas repatriaciones”. El Gobierno brasileño, eso sí, aseguró ayer “que no hay crisis diplomática con España”.

Ricardo Peidró, en declaraciones a Público, asegura que hay mucho de malentendido “porque España está aplicando el acuerdo de Schengen, una ley europea, y hay muchos brasileños que no cumplen los requisitos, principalmente los económicos”. En palabras de Ricardo no ha habido “discriminación ninguna con los brasileños” y “que han sido tratados correctamente”. El tono de los españoles, afirma Ricardo, “es agresivo para los latinoamericanos” y en momentos tensos puede “ser malinterpretado”.

Además, el embajador resalta el cima de “cooperación” y “respeto” entre los dos Gobiernos. Por otro lado, Ricardo Peidró destaca la afluencia a España de estudiantes brasileños de posgrado a España (es el segundo destino después de Estados Unidos) y de turistas (250.000). “Sólo un 1% de los brasileños es rechazado”, matiza Ricardo Peidró.

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