Barcos de Babel

Marroquíes y senegaleses toman el relevo en el sector pesquero ante la falta de mano de obra local

Diario Sur, TEXTO: CRISTINA GONZÁLEZ / FOTOS: JOSELE-LANZA /, 09-03-2008

VIERNES. Seis de la tarde. El trasiego de personas por las inmediaciones del puerto pesquero de Marbella es ya más que notable. Por la zona pululan curiosos, potenciales compradores y clientes con las cosas, y sobre todo con los precios, muy claros. Las cajas a rebosar de pescado recién salido del mar pasan de una mano a otra bajo la atenta mirada de sus próximos dueños y de los que han echado un buen puñado de horas en poner cada ejemplar, con sumo cuidado, a buen recaudo.

Comienza el goteo de precios, de pujas a viva voz y de cambio de manos de los euros. En algunas conversaciones se abren paso acentos que delatan a varios trabajadores de la lonja del puerto. Con nombres de pila y apellidos no menos impronunciables – a excepción de Mohammed, nombre que repiten de carrerilla la mayoría – inmigrantes marroquíes y senegaleses arramblan con los palés y ponen a punto los barcos con una facilidad pasmosa. Como un pescador más y codo con codo con los lugareños.

De un tiempo a esta parte es una tónica extendida en la mayoría de los puertos pesqueros. Las nuevas generaciones apenas recalan en este trabajo, al que le ven pocos atractivos, y los armadores recurren a la mano de obra inmigrante para que sus negocios puedan seguir todo lo viento en popa que le permiten los avatares del mercado, incluidos la invasión de pescado de otros países a bajo coste y el aumento imparable del precio del combustible. Juan Manzano, propietario de una de las embarcaciones y patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Marbella conoce bien este fenómeno.

Contrato en origen

«Es muy problemático encontrar mano de obra porque no hay muchos beneficios y de noche no quiere trabajar nadie; las condiciones son muy duras», sostiene. Tanto, que de los 150 pescadores que actualmente faenan en Marbella en las 35 embarcaciones en activo, casi la mitad son inmigrantes. En concreto 11 senegaleses y 60 marroquíes. «Todos vienen de allí, con contrato de trabajo desde el origen», abunda Manzano, que insiste en que de Marbella hay los menos. El suyo es un caso habitual. Le viene de familia pero no quiere que la saga continúe. Prefiere que sus hijos sigan otros caminos. «No quiero que vengan y pasen por esto», se sincera.

De los marroquíes dicen que a la hora de trabajar son más «estrictos» y de los senegaleses que se adaptan «muy bien». Ni con unos ni con otros tienen el más mínimo problema. Tampoco con el idioma. Hasta intentan cuadrar las vacaciones para respetar el Ramadán. «Van aprendiendo español con facilidad aunque en este trabajo hay que hablar más bien poco», dice. Su salario, al igual que el del resto de pescadores, no es fijo. Varía en función de las capturas, lo que se conoce como ir a porcentaje. Y la rotación está a la orden del día. «Cambian mucho. Cuando tienen los papeles en regla algunos se van», continúa.

Penurias

Unos y otros, lugareños o foráneos, españoles o marroquíes, padecen las mismas penurias. La principal tiene que ver con el incremento de los costes sin que se pueda repercutir en la venta del pescado. «Hay barcos que necesitan una semana para poder cubrir los gastos», se queja. El combustible se ha triplicado a la vuelta de tres años pero el precio de las capturas sigue igual «o incluso ha bajado». La entrada masiva de pescado de otros mercados internacionales a precio ostensiblemente inferior les hace mucho daño.

«A nosotros nos exigen una cantidad de cosas y de controles y a ellos no», critica el patrón mayor de la cofradía marbellí. Luego, les irrita ver los ejemplares codo con codo en la vitrina de un supermercado «sin que especifiquen de dónde son». No es la única queja. Las instalaciones del puerto pesquero, integrado en el de Marina – La Bajadilla, carecen de luz, agua y hasta de servicios públicos. «Cada vez estamos más arrinconados», sostiene. Teme que, si las administraciones no se andan con ojo, finalmente Marbella deje en el olvido el sector pesquero que le dio una de sus señas de identidad.

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