El continente que los candidatos olvidan

La Prensa Gráfica, Tomás Eloy Martínez / The New York Times Syndicate/ Colaborador de LA PRENSA GRÁFICA, 05-03-2008

Tanto McCain como Hillary y Obama ofrecen paños tibios para resolver el tema. Hablan de imponer el inglés como idioma obligatorio, de extender licencias de conducir y de imponer fuertes multas a los ilegales.

América Latina no aparece en los discursos de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Hillary Clinton, Barack Obama y John McCain tienen planes para Iraq y para estimular la economía de las naciones africanas, para apagar las llamas del Oriente Medio, para afrontar el crecimiento de China y de la India, para estrechar lazos con la Unión Europea, pero a los vecinos del sur les reservan el silencio.

Las veces que he comentado la indiferencia de EUA hacia los países del sur del hemisferio, mis colegas de la Universidad de Rutgers me responden que tanto silencio es afortunado, porque donde los Estados Unidos ponen los ojos también pueden poner la llaga.

Indiferencia es quizás una palabra menos adecuada que ignorancia. Lo que se conoce sobre América Latina en los centros de poder de los Estados Unidos es casi nada, y aun en ese poco hay mucho de equivocado.

Un inventario de los malos entendidos acaba de ver la luz en Forgotten Continent, un extenso y detallado ensayo publicado en enero por Michael Reid, editor en jefe de informaciones sobre América Latina del semanario inglés The Economist y corresponsal en el área, desde 1980 a 1991, del británico The Guardian y la BBC.

Quizá no haya nada nuevo en lo que dice, pero el conjunto de lo que dice ilumina una historia sembrada de suspicacias, prejuicios y ciegos ardores ideológicos.

Reid recuerda que la ceguera sobre El continente olvidado título de su libro se extiende a otras latitudes. En Europa se ve América Latina como un país único, y con frecuencia se supone allí que Honduras está al lado de Chile o que son lo mismo.

El presidente de Estados Unidos George W. Bush dio la impresión falsa de que abriría a sus vecinos del sur las puertas de un entendimiento duradero. Hablaba español mal, pero se esforzaba por entenderlo, y había gobernado durante dos períodos el estado de Texas, donde el contacto con los inmigrantes mexicanos es inevitable y donde la cultura latina se deja oír a cada paso.

Sus primeros encuentros con el presidente mexicano Vicente Fox otro ranchero campechano y astuto como él indujeron a pensar que Bush estaba mejor dispuesto hacia la región de lo que realmente estaba.

El presidente tuvo ocasión de probar lo bien que conocía América Latina cuando, dos meses después, le preguntó en la Casa Blanca al presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso: ¿Cómo, ustedes también tienen negros allá?

Junto con Europa y Norteamérica, la región latinoamericana apunta Reid integra el tercer grupo de democracias en el mundo, con la única excepción de Cuba. Lamentablemente, una de las peores sangrías dejadas en Latinoamérica por las dictaduras y por la pobreza fue el drenaje de talentos jóvenes y de trabajadores ambiciosos que se fueron de sus países y se quedaron para siempre en los Estados Unidos.

Reid calcula que la población hispana de ese país suma ya 41 millones, el 14% del total, y tiene un crecimiento demográfico superior a cualquier otra: 26 millones han llegado de México, 2 millones de Puerto Rico, 1.5 millones de Cuba, 2.5 millones de El Salvador y la República Dominicana.

En la costa este de EUA el caudal de colombianos y venezolanos crece sin freno. Muchos de ellos trabajan en la gastronomía y son ilegales, pero aun así pagan impuestos y no tienen intención alguna de regresar. Si se fueran, la economía norteamericana sufriría un colapso quizás insuperable, porque se encontraría de pronto sin brazos para levantar las cosechas, limpiar las casas, construir edificios, represas y carreteras. La mayor parte del trabajo duro lo hacen los de fuera, y lo hacen por sumas que los norteamericanos no aceptarían.

Tanto McCain como Hillary y Obama ofrecen paños tibios para resolver el tema. Hablan de imponer el inglés como idioma obligatorio, de extender licencias de conducir (que equivalen a una cédula de identidad) y de imponer fuertes multas a los ilegales. ¿Cómo las pagarían, cuando emigran para huir de la miseria? También van en busca de otros valores, como cualquier persona de bien: educación para los hijos, sistemas accesibles de salud, mayor control de la violencia, gobiernos preocupados por el bienestar común. Y a veces lo que encuentran es solo enfermedad y desgracia.

Reid es optimista sobre el futuro del continente. Cree que el progreso y la prosperidad se alcanzarán cuando haya administraciones menos corruptas y autoritarias como las que demolieron la grandeza prometida en el siglo XIX, y cuando el crecimiento se establezca a través de reformas bien pensadas y no de revoluciones regresivas.

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