El Departament de Justícia presenta semestralmente unas estadísticas sobre el número de reclusos del sistema penitenciario catalán que apuntan a un incremento continuado de ingresos. El endurecimiento del Código Penal, que suprimió la redención de las penas, y el aumento de extranjeros en las prisiones por el efecto del crecimiento de la inmigración satura hace años las cárceles españolas y catalanas. El plan de renovación de equipamientos penitenciarios que puso en marcha el ex conseller Josep Maria Vallès y que ha seguido Montserrat Tura, con Albert Batlle siempre al frente de Serveis Penitenciaris, era necesario pero a todas luces insuficiente ante la creciente masificación de las prisiones: por muchas nuevas cárceles que se proyecten, pequeñas y funcionales, pero de nuevo cuño, todo proceso de construcción requiere un tiempo, y los planes de la Generalitat chocaban con las cifras, obstinadas, que apuntan que haría falta construir una cárcel cada año para asumir el número de nuevos reclusos que se registra en la actualidad.

Más allá del discurso que plantea que la política penitenciaria no ha de ser de «tocho», sino de rehabilitación y de prevención del delito, lo cierto es que el hallazgo de una nueva modalidad de construcción de cárceles que permite que se acelere su puesta a punto y su inauguración se ha de considerar una buena noticia. La prefabricación de celdas en moldes en la misma obra permite habilitar prisiones en 24 meses, según señalan los ingenieros que hay detrás del proyecto y que lo convierten en pionero en el sistema penitenciario español.