NAJAT EL HACHMI / Premio Ramon Llull

«Cataluña presume de comer cuscús y no saluda al vecino marroquí»

El Mundo, LAURA FERNANDEZ, 05-03-2008

Se levanta cada día a las cinco de la mañana y escribe sin descanso hasta las siete, es seguidora de Zadie Smith y en su biblioteca los volúmenes de Pere Calders y Mercè Rodoreda son los que tienen más páginas marcadas. Hasta hace un par de meses, Najat El Hachmi trabajaba en el Ayuntamiento de Granollers y trataba de abrirse camino como escritora (rompió el hielo con el ensayo Jo també sóc catalana, publicado por Columna en 2004) pero las cuentas no acababan de cuadrarle. Hasta que L’últim patriarca (Planeta), su primera novela «en serio», le valió el Premio Ramon Llull y unos tranquilizadores 90.000 euros. Fue entonces cuando esta vigatana de origen marroquí se dijo a sí misma: «A partir de ahora puedo ser escritora a tiempo completo», y dejó el trabajo. «Ya hacía tiempo que quería dejarlo, esto sólo me ayudó a dar el paso», admite.


Pregunta. – Pese a que la protagonista de la novela es una joven que, como usted, llegó a Cataluña de niña y tiene que enfrentarse, como le pasó a usted, con dos mundos muy distintos (el de los valores musulmanes en casa y el del capitalismo occidental en la calle), insiste en que no es una novela autobiográfica…


Respuesta. – Todo lo que escribes es un poco autobiográfico, lo que haces es reformular la realidad. He tomado cosas de mi vida pero también de lo que he visto en los 17 años que llevo aquí.


P. – ¿Y qué ha visto?


R. – Por un lado he visto a personas que no son libres pero creen que lo son y luego he visto a promotores que se niegan a vender una casa a un marroquí que se la podía permitir por miedo a que la urbanización en la que estaba se quedara vacía. Eso es lo que he visto.


P. – ¿A qué se refiere con personas que no son libres?


R. – Esta sociedad impone maneras de vivir, te dice que para ser feliz tienes que tener una hipoteca, un coche y un montón de cosas que no necesitamos. Crea necesidades y va poniendo trabas a tu vida, sutilmente. Te obliga a tener un trabajo que no te gusta para mantener tu nivel de vida, capitaliza todo tu tiempo.No veo individuos libres en esta sociedad, todo el mundo se está asfixiando.


P. – ¿Y el segundo problema?


R. – El segundo tiene que ver con hasta cuándo se considera a alguien inmigrante. Mi hijo ya ha nacido aquí y todavía se le considerará inmigrante porque tiene rasgos marroquíes. ¿Sabes? Todo el que viene de Marruecos lo hace porque el sistema está corrupto y no ve futuro, no ve que pueda realizarse como persona viviendo allí, no lo hace tanto por dinero.


P. – ¿Qué opina de la forma en que los políticos están enfocando el asunto de la inmigración en esta campaña?


R. – Los políticos utilizan la inmigración como chivo expiatorio.En vez de hablar de vivienda, precariedad laboral y educación, en vez de solucionar los problemas que nos afectan a todos, le echan la culpa a la inmigración. Están estigmatizando una parte de la sociedad. Y se la están jugando.


P. – ¿Qué opina de los que presumen de multiculturalismo?


R. – Creo que tienen un problema en lo que a concepción de cultura se refiere.


P. – ¿En qué sentido?


R. – Las culturas no son entes cerrados herméticamente, las culturas son algo líquido. En ese sentido sólo puede existir la interculturalidad, que además es inherente a la especie humana y me parece absurdo que se banalice de la manera en que se hace.


P. – ¿A qué se refiere?


R. – El multiculturalismo acaba por ser una fiesta de platos típicos en Cataluña. Se presume de comer cuscús pero no se saluda al vecino de al lado que resulta que se llama Mohamed. El paternalismo es otra manera de denigrar al otro, porque está colocando a unos por encima de otros. ¿Y cómo definen la cultura occidental? ¿Por dónde empiezan, por los griegos o por los romanos? ¿Saben que Magreb significa Occidente en árabe? Desde el Golfo, Occidente es Marruecos. Porque todo depende desde donde se miren las cosas, querer compartimentar el mundo es absurdo.


P. – Pero usted, que se mudó a Vic a los ocho años, tuvo una crisis de identidad a los 11…


R. – Sí, me di cuenta de que había olvidado el alfabeto árabe y las suras que aprendí en la mezquita y traté de recuperar la religión como símbolo de identidad. Pero eso se acabó cuando estudié Filología Arabe y decanté por el ateísmo.


P. – Por cierto, ¿qué dijeron sus padres cuando se enteraron de que había ganado el Ramon Llull?


R. – Se sorprendieron muchísimo. Pero es algo que les pilla muy lejos. Lo ven como algo raro.


P. – ¿Qué escribe ahora?


R. – Una novela que había empezado antes que L’últim patriarca.Pero todavía es un secreto.

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