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Los cristianos y el voto

La Verdad, 02-03-2008

Ante la celebración de las próximas elecciones generales, los partidos políticos, tratando de captar el voto de los ciudadanos, han organizado tal el circo mediático con todo tipo de ofertas, criterios y propuestas, que a veces resulta difícil separar la hojarasca de lo esencial. Las Comunidades Cristianas de Base estimamos que el ejercicio del voto es un hecho crucial en democracia (también lo es la participación a lo largo de toda la legislatura), por lo que queremos ofrecer una reflexión a los cristianos desde el Evangelio sobre las cuestiones que deberíamos tener especialmente en cuenta al decidir nuestro voto.

Para ello partimos del hecho de que nos encontramos en una sociedad laica que como tal es una sociedad adulta que trabaja por liberarse de todas las tutelas que ha ido teniendo a lo largo de la historia, incluida la tutela religiosa. Todos los ámbitos de una sociedad laica, (el tejido social, político, productivo, cultural, científico .) se organizan como si Dios no existiera. La propia sociedad tiene mecanismos suficientes para avanzar, organizarse, mejorarse, corregir errores , sin necesidad de apelar a motivaciones religiosas. Esto no quiere decir que se niegue la existencia de Dios o que deban desaparecer las religiones. Las religiones deben estar presentes como una opción libre de los ciudadanos con todos los derechos legales reconocidos, pero sin imposiciones ni estamentos coercitivos. En la sociedad laica se produce un cambio de perspectiva: ya no hay pecado, lo que hay es injusticia (el pecado es la dimensión religiosa de la injusticia ya sea individual o social, en cuanto es contraria al proyecto de Dios); ya no hay mandamientos, lo que hay son derechos humanos (los mandamientos son una formulación religiosa que regula las relaciones humanas); ya no hay reinado de Dios, hay sociedad alternativa «otro mundo es posible» (el reinado de Dios es una formulación cultural que expresa la dimensión social del proyecto de Dios para toda la humanidad). El profesor de Sagrada Escritura y sacerdote misionero José Cervantes nos explica en qué consiste ese reino de Dios (La Verdad 27 – 01 – 2008): «El reino de Dios es Dios mismo que ama a todo ser humano y se acerca a toda persona para establecer una relación personal de amor, que conduzca a la más profunda alegría. El Reino de Dios tiene una proyección social indiscutible, que anuncia la justicia y la paz como grandes valores divinos que están llegando con todo aquel que defiende a los humildes, que socorre y libera a los pobres y quebranta al explotador. La conversión consiste en transformar nuestra mentalidad al acoger el amor irrevocable de Dios, que se ha hecho patente en Jesús de Nazaret, para seguirlo en la solidaridad con los pobres e indigentes y en los esfuerzos por la liberación y el desarrollo de los países y sectores más oprimidos del mundo». Por lo tanto, cualquier situación humana de opresión y marginación, de explotación y de exclusión, en la que los derechos más elementales del hombre sean conculcados, son contrarios al citado plan de Dios para la humanidad.

Para dar respuesta como cristianos al objetivo de lograr ese mundo de paz y justicia utilizando las mediaciones que la sociedad laica nos ofrece, es necesario hacer un análisis de la realidad en que vivimos. No es cuestión de abrumar con cifras pero baste una muestra: a nivel local casi un veinte por ciento de la población española vive por debajo del umbral de la pobreza, y dentro de ese porcentaje ¿cuántos indigentes (excluidos que no cuentan), ¿cuántos inmigrantes (con papeles o sin papeles) viven en condiciones indignas, siendo además objeto de actitudes racistas o xenófobas?, ¿cuántas personas mayores viven con pensiones miserables?… A nivel mundial cada cuatro segundos un ser humano muere de hambre, de entre ellos, anualmente seis millones de niños menores de cinco años. En este mundo globalizado, organizado bajo el paraguas del neoliberalismo económico, sacralizado por muchos sectores políticos, con más de 6.400 millones de habitantes, más de la mitad de la población mundial vive en la pobreza, solamente unos 1.300 millones de personas vivimos en el mundo rico. El 20% de la población tiene el 75% de la riqueza y el 20% más pobre sólo el 1,5%. Esta situación no es una fatalidad irremediable, está provocada por el género humano; hay culpables. Es un problema político consecuencia del actual orden económico internacional injusto, ya que existen recursos, comida, medicinas y medios para que toda la población mundial pueda vivir con un mínimo de dignidad.

Por tanto, las cuestiones en las que tendríamos que fijarnos para ejercer con madura responsabilidad nuestro derecho al voto, sin la pretensión de hacer un catálogo cerrado, deberían girar en torno a: medidas para que la población que aún queda por debajo del mínimo vital reconocido pueda llevar una existencia digna; mejora de la cuantía de las pensiones no contributivas y de las rentas mínimas de inserción; condiciones de vida digna para los inmigrantes, tanto con papeles o sin ellos; potenciación de los servicios públicos sociales (sanidad, educación ); la diferencia entre el salario mínimo y los ingresos que perciben algunos directivos; pago de impuestos de los más ricos, evitando la sistemática e insolidaria exención con artificios de ingeniería fiscal; derechos humanos en las cárceles y programas que posibiliten la reinserción y no sólo el cumplimiento del castigo; respeto, de hecho y no sólo teórico, por la pluralidad social y por la diversidad de sentimientos de identidad nacional; lucha contra la corrupción; Fomento de la pluralidad política en los medios de comunicación; destino del 0,7% del PIB a los países empobrecidos; fomento de un orden económico internacional más justo; cancelación de la venta de armamento a los países en guerra y a los que oprimen a su población; apoyo a la creación de un Tribunal Penal Internacional que juzgue las violaciones graves de los derechos humanos; protección del medio ambiente e impulso de normativas concretas para evitar que nuestro país siga contribuyendo al agravamiento de las grandes amenazas ecológicas del planeta. Un hecho objetivo es que encontramos una aproximación más explícita a estas cuestiones en los programas de la izquierda.

Obtener información sobre estas cuestiones y otras posibles, así como reflexionar sobre ellas, supone un esfuerzo suplementario; esta información no se obtiene sólo en la campaña electoral sino durante los años de gobierno o ejercicio de la oposición. No es más que un voto, pero afecta tanto a tanta gente, que se convierte en un poderoso instrumento en nuestras manos para la consecución de esa sociedad más justa y solidaria.

Juan Antonio Muñoz Cano es funcionario jubilado y escribe en nombre de las Comunidades Cristianas de Base de la Región de Murcia.

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