Euskerasin visados
Diario de noticias de Alava, 02-03-2008fatima Benzrira lleva hiyab en árabe, ahora viste velo en castellano y, en adelante, podrá también lucir su zapia en euskera. Su compañero de pupitre, Ahmed Chaghouaoui, no sólo es inmigrante, sino que ahora se sabe también etorkin. El finlandés Tomi Kumpulainen es tan rubio como ilehori. Y Silvani Dias Monteiro pone a bailar al ancestral idioma con la música de su acento brasileiro. Son cuatro de los 91 inmigrantes que se han animado a ir al euskaltegi de la mano del programa acogida lingüística AISA, puesto en marcha por el Instituto de Alfabetización y Reeuskaldunización de Adultos – HABE – y subvencionado por el Ayuntamiento de Vitoria desde enero de 2007. Son cuatro acentos de un mismo proyecto.
Ahmed Chaghouaoui, bereber, lleva doce años en Gasteiz y a este paso le va a aventajar a Celedón. Este historiador, portavoz de la asociación de Iniciativa Marroquí Etorkinak, explica que la única frontera que rodea al euskera se pasa sin papeles: “Es cuestión de voluntad”, asiente, al tiempo que advierte de que “es necesario ahuyentar al fantasma de que el euskera es imposible”. ¿Edad, Ahmed? “Hogeitama…”. Sonríe y su profesor, Koldo Sarasa, le ayuda. "Hogeita hamazortzi – 38 – ", resuelve satisfecho. Aprovecha el brete para explicar que “las 60 horas de estas clases” gratuitas son pocas, y espera poder contar con alternativas para no quedarse con la miel en los labios. De hecho, un compañero de euskaltegi oriundo de Burkina Faso repite este año el primer módulo, dado que no existen clases de más nivel. Como él, en 2007 participaron 60 personas de 28 nacionalidades, y este año se han sumado otras 31. También en Agurain, Amurrio y Laudio – y otras localidades de la CAPV – se desarrolla este programa del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco.
Al timón de esta embarcación viaja Koldo, el profesor, que dirige las clases echando mano de un diccionario en inglés, francés, árabe, bereber, chino, castellano y euskera. Ahí es nada. Eso sí, repleto de dibujos. “Parece que por ser inmigrantes se les tenga que tratar como a tontos”, lamenta. La realidad circula en sentido contrario. Tomi, de aspecto nórdico difícil de disimular incluso a pesar del dorado de sus rastas, habla finlandés, sueco, inglés, algo de ruso y ahora, acude también al Gaztetxe para depurar su euskera.
A decir verdad, lejos de encontrarse con impericias, Koldo asegura que ha descubierto “una actitud tan positiva por parte de los alumnos que avanzan más rápido que, por ejemplo, vitorianos que acuden al euskaltegi sólo para presentarse a oposiciones y sin interés o, incluso con cierta manía” a la lengua vasca.
Un diccionario multilingüe no es un elixir. Es necesario, por ejemplo, “encontrar referencias comunes” entre los alumnos. Seguramente ni Negu Gorriak ni Lola Flores les suena a muchos recién llegados. Koldo señala un póster del aula y descubrimos una de esas referencias internacionales inevitables: “Maradona”, confirma. Aunque, además de referencias externas, “se debe integrar el aprendizaje” en el marco de la cultura y las tradiciones locales: “El idioma no es algo aséptico como las matemáticas”, explica. Ahmed toma la palabra y añade: “Este aula es también un punto de encuentro entre diferentes culturas y colectivos que de otro modo probablemente no estaríamos apenas en contacto”. No es ésta la única clase mixta. Sarasa tiene también una platea formada por un mexicano, un japonés, un italiano, dos asturianos y algunos VTV.
Al andar se hace camino, “Poliki poliki”, sin prisa, señala Silvani, brasileña de 44 años que disfruta “yendo a Arrasate y escuchando la lengua viva en la calle”. Ahmed confirma que en la capital alavesa “es complicado practicar en el día a día” y quizá tenga que animarse – lo dice con más avidez que convicción de poder llevarlo a cabo – “ir al barnetegi de Lesaka”. Es consciente de que ellos saben más que muchos oriundos de Álava. “¡Ya podemos sacar pecho!”, bromea, y añade que la siguiente generación de inmigrantes, – “los txikis”, puntualiza – , manejarán el idioma con soltura. “Es preciso que vayan a modelo D para que no terminen siendo una minoría al margen” asevera, no sin reconocer que “lo primero que comprensiblemente hace un inmigrante, por necesidad, es aprender castellano”. En efecto, este año son más de mil los extranjeros que reciben clases gratuitas de la lengua castellana en Gasteiz. Al lado, se perfila tímida la cifra de 91 participantes en el programa AISA de euskera. Pero, como sugiere Silvani: “Poliki poliki”. Lo dice y parece que las sílabas se contoneen a ritmo de samba.
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