Inmigración
Retiro, 'república' del hachís
El Mundo, , 25-02-2008Una veintena de ‘sin papeles’ que venden hachís junto al lago resiste desde hace años en un limbo legal, protegidos por su condición de ‘apátridas’; la Policía les detiene por trapichear, pasan 48 horas en prisión, no pueden ser deportados y vuelven al lugar. Alguno ha sido detenido «más de 300 veces» Es el gibraltar del trapicheo de drogas madrileño. El mónaco del hachís en plena metrópoli. La pequeña colonia del «menudeo», como llama la Policía al camellismo de baja estofa. Bienvenidos a la República Independiente del Retiro, un Estado dentro del Estado con sus reglas, su paisaje y su paisanaje, mayormente población flotante a orillas del lago.
La clave está precisamente ahí: en cómo esa población flota. Porque la República Independiente del Retiro, que ocupa diariamente el monumento a Alfonso XII que preside el lago, es casi inatacable desde el punto de vista legal. Sus habitantes son un grupo variable, de entre «15 y 30 personas», en su gran mayoría inmigrantes de raza negra, subsaharianos sin papeles que dedican el día a trapichear y en ocasiones a cometer «pequeños robos», dice la Policía.
¿Cómo resiste esta pequeña aldea al invasor de la Ley y el Orden día tras día «desde hace unos 10 años», como admiten los propios agentes que por allí patrullan? Pues por un sencillo mecanismo que explican los policías sotto voce, y por supuesto con la condición de permanecer en el anonimato.
«Son inatacables, no se puede con ellos. A alguno le hemos detenido ya 300 veces o así, y ahí sigue. El proceso es muy simple. Vamos a suponer que pillamos a uno con algo de droga encima y vendiendo, o cometiendo un pequeño robo. Lo detenemos y lo ponemos a disposición judicial. El tipo se pasa 48 horas en prisión como mucho, porque para esta clase de delitos no se está más. Se le piden sus papeles y no tiene. Cada vez que le cogemos dice tener un nombre diferente. Tampoco acredita domicilio alguno. Por supuesto, tampoco son solventes, pero a eso ni se llega. A las 48 horas el tipo está en la calle, y vuelve al Retiro. Cuando se señala la fecha del juicio, se le notifica a un domicilio donde por supuesto no vive. Tampoco aparece en la vista».
Y así, eternamente. «A algunos los hemos detenido 300 ó 400 veces, da igual. Siempre dicen un nombre distinto en comisaría. No se sabe de qué país son, así que no son retornables a ningún lugar, son indeportables. Es una situación imposible». Los agentes que patrullan el Retiro y que lidian con esta bolsa de hipotéticos apátridas aseguran que esto es posible «porque no está penado circular sin documentación». Ese es el carnet de identidad de la República Independiente del Retiro: ninguno.
Esta situación de vacío legal se produce «sólo con los pequeños delincuentes», aclaran los agentes. «Si se tratara de algo más serio, esta gente no saldría a las 48 horas de prisión, hay que dejar a la gente tranquila».
Uno de los agentes, que asegura llevar «unos 30 años patrullando por el Retiro», explica que la peligrosidad del parque ha descendido mucho en los últimos años, pero que «todavía pasan cosas de vez en cuando». Por ejemplo, «en el mes de noviembre hubo dos violaciones que no trascendieron», asegura. Un jardinero que corta hierba junto al monumento asegura que «hace poco pescaron a un negro enorme intentando violar a una chica sobre un prado a pleno sol».
Sin embargo, el policía veterano en el Retiro dice que «los negritos del monumento no cometen delitos gordos, sólo pasan hachís. Esto empezó hace unos 10 años. Al pricipio eran más moros, pero luego vinieron los negritos». Cuenta que entre policías y habitantes de la República hay «mucha cordialidad, nos tratan muy bien porque saben que en cierto modo les controlamos».
Se conocen por sus nombres incluso. Es otro factor de estabilidad del enclave: «Ellos saben que si hubiera voluntad política de sacarles de ahí, se les sacaría. Pero intentan no dar motivos, y para eso es fundamental que no haya problemas mayores que cierto menudeo: que no haya agresiones, ni grandes broncas, ni delitos gordos. Así que intentan mantener el estatus pacífico».
No sólo eso: el agente habla incluso de un tal «Mahamadou, uno de los negritos», que «se dedica a mantener el monumento limpio, recoge la basura, incluso pone flores en alguno de los jarrones… Está un poco loco, pero mantiene el lugar como más habitable».
Además de punto de paso obligado para el turismo que se acerca al Retiro, el monumento a Alfonso XII es un lugar seguro para pillar droga en el centro de Madrid. Incluso desde la salida de la estación de Metro Retiro al parque: jóvenes de raza negra hacen «¡chsss!» a prácticamente cualquier viandante que se interne en el parque. Chsss de hachís.
«Ellos tienen métodos muy seguros para que no les pesquemos. El que te ofrece droga no lleva nada encima, y si le detenemos nos dice que era broma. Ese tiene tres móviles encima, y lo que hace es redirigirte a otro que hay a varios metros, a quien le entregas el dinero y te da a cambio la mercancía. Así se aseguran de que no les pillamos de ninguna manera», cuenta el agente, que además explica que los camellos esconden a veces sus pequeños alijos de droga «enterrándolos por las inmediaciones del monumento».
Termina: «La única manera de cazarlos es in fraganti, pero para eso necesitamos una denuncia de alguien que les haya visto pasando, y ése es otro problema: nadie quiere denunciar, un 99% de la gente no denuncia, y así ellos pueden seguir ahí». «Eso sí», matiza un jardinero con años de experiencia en el parque, «los del monumento ya saben que dos días antes de que venga algún político a visitar el parque o alguna visita institucional, se peina la zona centímetro a centímetro y no se les va a dejar pasar nada».
Pero nunca llovió que no escampara, así que los camellos vuelven rápidamente a la madriguera una vez pasado el peligro y todo vuelve a funcionar aquí, en pleno corazón de Madrid, en la República Independiente del Retiro.
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