Bruno Ulmer: "Una película no puede cambiar el mundo, pero quizá sí un punto de vista"

El director Óscar Pérez participa en la Sección Oficial con el corto 'El sastre'

Diario de Noticias, ana oliveira lizarribar, 20-02-2008

pamplona. “Querida mamá, no sé por dónde comenzar ni cómo explicarte. Os echo mucho de menos a ti y al pueblo. Mi viaje por una vida mejor comenzó hace dos años. Todo iba a mejorar… Pero me decepcioné desde el primer día en Alemania. Aquí, la vida no es como nos la habían contado…” Así arranca la carta de un joven kurdo de Turquía a su madre. Un testimonio que refleja bien el drama de tantos inmigrantes que dejan sus hogares por necesidad o en busca de sus sueños y que el director Bruno Ulmer plasma en Welcome Europa (Francia, 2006). Ésta fue una de las cintas exhibidas ayer en la Sección Oficial del Festival Punto de Vista, donde también se vio El sastre , cortometraje de Óscar Pérez sobre las dificultades de integración.

La inmigración estuvo, pues, muy presente durante la quinta jornada del certamen, y lo hizo a través de planteamientos muy personales, como el de Bruno Ulmer, que narra el viaje de ocho jóvenes inmigrantes kurdos, marroquíes y rumanos detrás de un sueño que acaba en pesadilla. Al dejar su hogar debido a la pobreza o la persecución política, estos jóvenes buscan el paraíso en París, Turín, Atenas o Huelva, pero son absorbidos por el submundo de la prostitución, el crimen y las drogas. Para Ulmer, éste es otro capítulo de una serie de documentales que inició hace una década en torno a esta temática, centrada en los jóvenes que deben encontrar un equilibrio entre la cultura de la que proceden y la de los países de destino para lograr su integración. “Éste es el lado más positivo y ahora quería mostrar el lado más negativo, la vida de muchos jóvenes que llegan a Europa sin familia y sin nadie que les ayude y que deben enfrentarse solos a la calle e intentar sobrevivir”, cuenta el director. “Algunos vienen huyendo de la represión política, como los kurdos; otros viajan en busca de un modo de vida, como los marroquíes o los argelinos, pero pronto se dan cuenta de que lo que encuentran no tiene nada que ver con la idea que se habían hecho de Europa”, y desembocan en una espiral que comienza por la falta de papeles, que conlleva la falta de empleo, y desemboca en la calle, donde “deben buscar estrategias para aguantar”. En estos casos, la prostitución o las drogas suelen ser el pan de cada día y Ulmer los aborda de cerca, con el consentimiento de sus protagonistas, una vez ganada su confianza tras pasar meses junto a ellos, conociendo quiénes son y las razones de su viaje. “Poco a poco fuimos construyendo una relación basada en los momentos compartidos a lo largo de un año, así que, al final, no fue tan complicado filmar las situaciones que les ha tocado vivir”, desde saber dónde comer hasta encontrar un lugar para dormir, pasando por el contacto con un cliente.

la necesidad de reflexionar Después de este largo proceso de trabajo, el director sabe que “ni ésta ni ninguna otra película pueden cambiar el mundo”, pero “espero que, en este caso, sí pueda cambiar el punto de vista de la gente sobre estas personas”. “Siempre los vemos como extranjeros, como clandestinos que no tienen nada que ver con nosotros”, y se trataba, insiste Ulmer, de hacerles visibles, “porque tienen historia, son seres humanos; a veces son padres, tienen corazón y esperanza y lo que están viviendo es muy duro y tienen opinión sobre ello”. Además, le gustaría que tanto el público como las instituciones se interrogasen sobre sus políticas de inmigración, “que piensen que algo está fallando”. Y la película se dirige al público de todos los países, no en vano se ha presentado en Calcuta (India), en Sundance (Estados Unidos) y en Amsterdam, entre otros muchos lugares que “la han recibido muy bien, porque este tipo de problema es universal, tristemente”.

Esa vocación de universalidad respira, asimismo, El sastre, corto en el que Óscar Pérez retrata a Mohammed, costurero musulmán que trata de sobrevivir en su pequeño taller de Barcelona. A través del plano fijo, el director aborda sin contemplaciones los conflictos diarios de convivencia, de integración y la vida que queda en los ratos perdidos.

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