El doble

Diario de Noticias, 19-02-2008

‘argelino, servidor de dos amos’

Compañía: Animalario.Dirección: Andrés Lima. Intérpretes: Elisabet Gelabert, Javier Gutiérrez, Alberto Jiménez, Rosa Manteiga, Daniel Moreno, Nerea Moreno, Pepa Zaragoza. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 15 y 16/02/08. Público: Media sala (en la función del 15).

todo es doble en Argelino, servidor de dos amos . Se avisa desde el título: Argelino tiene un trabajo doble y, resulta obvio, el doble de trabajo. Pero no es sólo que Argelino tenga dos amos; es que uno de ellos es además doble, porque es el doble de su propio hermano. Como dos son también los pretendientes de la joven Clarisa. Y como doble es también el juego del padre de ésta, Pantalone, al buscar un arreglo matrimonial que sea al tiempo un acuerdo comercial. Para sus intereses, no dudará en dar la mano de su hija (o las dos manos, si es preciso esposadas, y nunca mejor dicho) al galán más conveniente.

Con todo este material, Goldoni teje un enredo barroco, bordado de equívocos y de puntillosos juegos de situación, aunque lastrado, eso sí, por tediosas aclaraciones que sostengan el tenderete argumental. Todo esta sutileza se la cepilla la adaptación de Alberto San Juan de un plumazo. Y hace bien, porque no tiene la menor utilidad para sus intenciones. San Juan saca a la luz el doble (otra vez) sentido que adquieren las palabras de los personajes cuando se las hace viajar desde su contexto dieciochesco hasta los albores de este nuevo milenio. O tal vez el sentido fuera el mismo y somos nosotros los que las hemos descargado de intencionalidad, parapetados tras esos tres siglos de distancia. El caso es que San Juan les devuelve su malicia al centrar la intención de su texto en las relaciones de dominio entre amos y servidores, entre hombres y mujeres y, en un salto temporal y continental, entre naturales del país y sin papeles. De ahí lo de Argelino. Argelino es, en realidad, el doble de Arlequino, como se nos hará ver al final de la obra, cuando tras el anuncio de una boda no doble, sino triple (como mandan las convenciones teatrales), los burgueses felices disfrazan a Argelino con el alegre traje arlequinado y lo dejan colgado como un títere. Una brillante metáfora de cómo se ha ido camuflando la miseria para hacerla inofensiva y hasta atractiva. ¿Habrá que recordar que el colorido atuendo de Arlequín no es sino la estilización estética del traje remendado de un sirviente miserable? San Juan da la vuelta al calcetín, al aprovechar una comedia de apariencia inocente para emplearla como herramienta de crítica, un poco al estilo de Fo y su gusto por el vodevil.

Hemos comentado que San Juan se carga el enredo de Goldoni. En realidad no. Y seguramente debería. Porque una vez que ha desplazado el foco de atención hacia las cuestiones sociales, todo el argumento queda como una carcasa vacía que no comunica nada. No digo que haya que reducir a la mitad las dos horas y cuarto de Argelino , pero dejarla en dos tercios de esa duración la mejoraría. Y eso que la dirección de Andrés Lima saca petróleo de cada momento. Casi cada escena es una auténtica lección de cómo presentar una situación dramática: les añade interés, intensidad, vistosidad y, de manera especial, sentido.

Para ello se ve secundado por un plantel de una profesionalidad intachable. Todos están estupendos, llenos de una fuerza que transmiten a sus personajes. Me quedaría, aunque no rechazo a nadie, con la Esmeraldina de Pepa Zaragoza y, por supuesto, con el Argelino de Javier Gutiérrez. Tal vez sea porque tienen la dificultad añadida de incorporar un acento extranjero a su papel sin hacer que parezca una parodia. O tal vez por el esfuerzo añadido de convertir la comicidad en crudeza sin que el humor se pierda del todo. Me llamó la atención que la mitad del público reía las situaciones mientras que la otra mitad les mandaba guardar silencio. Seguramente, ese mismo estímulo contradictorio de reírse de algo y luego reprochárselo se reprodujo en el interior de muchos espectadores. Y eso es un mérito de la compañía.

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