ANA MOLINA, LA CHIAPANECA SE HACE UN HUECO EN LA CIUDAD
«San Sebastián es una ciudad que nunca te permite aburrirte»
Diario Vasco, , 18-02-2008Llegó a la capital guipuzcoana hace dos años y medio, tiempo más que suficiente para que esta simpática mexicana, de Chiapas, para más señas, haya comenzado a sentirse como una donostiarra más. Mientras espera el nacimiento de su primer hijo, Ana Molina reparte su tiempo entre los estudios que acaba de iniciar y su mayor satisfacción, la que le otorga ayudar a los demás.
- ¿Qué hace una mexicana chiapaneca viviendo en San Sebastián?
- Vine a San Sebastián por amor y aquí me quedé.
- ¡¿Por amor?! Cuénteme esa historia, por favor.
- Mi marido es vasco, de Ordizia. Nos conocimos en Inglaterra y después de dos años de relación, nos planteamos vivir juntos. Eso fue lo que me trajo a Euskadi.
- No me imagino a un vasco ligando y menos en otro país. Tuvo que ser usted quien le conquistase.
- No te creas. Los vascos son un poco tímidos, pero una vez que cogen confianza…
- Pero no se parecerán a los mexicanos, ¿no?
- En eso tienes razón. Si entras en un bar de mi país y hay un chico, sólo con cruzar la mirada, se acercará a romper el hielo y sacará plática de cualquier cosa, hasta del color de la piedra. Aquí eso no pasa. Es algo cultural.
- ¿Cultural o, tal vez, cuestión de carácter?
- Es una de las cosas que me chocó cuando vine a vivir aquí. La gente es un poco más seria, más fría, y si encima eres inmigrante, percibes que sienten desconfianza. No quiero decir que sean racistas ni nada de eso. En ese sentido, el carácter de los vascos me recuerda un poco al de los anglosajones; les cuesta expresar sus emociones.
- Hace diez años salió de su país natal y desde entonces, no ha parado de viajar. Es usted una auténtica trotamundos.
- Sí, he vivido en varios países, como Suiza e Inglaterra, y he viajado por otros muchos. Europa cuenta con una diversidad increíble. Ésa es una riqueza que te enseña a ser tolerante con las costumbres y tradiciones diferentes a las tuyas.
- ¿Se ha asentado ya en San Sebastián o continuará con su periplo por medio mundo?
- Mi intención es quedarme aquí. Desde que vine a Euskadi, he vivido en San Sebastián. Es una ciudad estéticamente preciosa, muy cómoda para vivir y ofrece muchas oportunidades, sobre todo en los sectores en los que a mí me interesa trabajar, que son el cultural y el social. Para el tamaño que tiene, siempre encuentras alguna actividad que se está organizado en el campo cultural. No te permite aburrirte.
- Hablando de trabajo, por lo que tengo entendido el suyo se vincula a diversas ONGs.
- Desde que llegué, he colaborado con dos. Una de ellas es Unicef, en la que he trabajado y ahora continúo haciéndolo, pero como voluntaria. Mi experiencia en ella está siendo muy positiva; me ha ayudado a crecer mucho, sin olvidar que el trabajo que lleva a cabo con la infancia es muy importante.
- ¿Y la otra organización?
- La otra se llama Helduak. Se trata de una asociación que organiza actividades para adultos a la que llegué cuando hice un curso de acceso a la universidad en EPA. Me ocupé de apoyar a sus integrantes en la puesta en marcha de una exposición que se celebró el pasado diciembre en el Centro Cultural Okendo. Se titulaba Sensaciones entre mundos y agrupaba obras de artistas de distintos países que residen en San Sebastián. La experiencia fue igualmente positiva y a partir de ella, pensé en enfocar mi carrera a hacer un trabajo multicultural.
- Dedicar el tiempo libre a ayudar a los demás es algo muy loable.
- Siempre me ha interesado mucho el campo social. Cuando vivía en México también realicé diferentes labores en comunidades. Era trabajo de campo. Ayudar desde aquí es muy diferente, pero no menos importante. Lo que sí me sorprende es la cantidad de organizaciones no gubernamentales que existen en todo el País Vasco y, sobre todo, en San Sebastián. Los donostiarras son muy solidarios. Ves cómo la gente se compromete a ayudar sin esperar remuneración económica alguna. Eso también me motiva.
- Se la ve encantada con su vida a este otro lado del Atlántico.
- Cuando llevas dos años y medio viviendo en un lugar, como es mi caso, sientes la necesidad de entrar a formar parte de la dinámica, ser un ciudadano más.
- ¿Y cómo se plantea su participación en esa dinámica?
- Me gustaría participar en un futuro en la organización de eventos culturales que reflejen la diversidad cultural de San Sebastián. El flujo de gente extranjera que ya radica aquí es mayor que hace diez años, pero hay que tener en cuenta que no es sólo la persona la que viaja; con ella también viaja el conocimiento.
- ¿Le fue fácil adaptarse a la capital guipuzcoana?
- Al principio no fue nada fácil. Adaptarse a una ciudad nueva nunca lo es, sea ésta o cualquier otra. Tienes que volver a empezar de cero, conseguir que la gente crea en ti. La desconfianza puede traducirse en una barrera, pero cuando te empiezan a conocer, comienzas a sentirte como un ciudadano más.
- ¿Cómo es ahora su vida?
- Estoy estudiando la carrera de Educación Social y hasta hace poco he dado clases de inglés en colegios. En México estudié peluquería, lo que me ha servido para ser voluntaria en la Fundación Matía. Voy a hacerles manicura a las señoras. Estoy encantada con ellas. Bueno… espero no estar cantifleando mucho.
- ¿Cantinfleando?
- Viene de Cantinflas. Se refiere al hecho de ponerse a hablar y hablar y no decir nada.
- Puede estar tranquila, no ha cantinfleado lo más mínimo.
- Gracias.
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