E L RUNRÚN

Las costumbres españolas

La Vanguardia, Manuel Trallero , 18-02-2008

Una reciente encuesta ponía de manifiesto que el 56% de los preguntados creen que los inmigrantes deberían “respetar las costumbres españolas”. Debo confesarle que tal idea sobrecogió mi ánimo porque si el Mohamed y la Fatima de turno, si el Wilson y la Yolanda respectivos tienen que “respetar” cómo se tira a una cabra desde un campanario – ahora como medida paliativa los bomberos colocan debajo una lona para recoger al pobre animal, tras su bautizo en el aire-, para celebrar así la fiesta del santo patrón de la localidad, o tienen que “respetar” que el personal se azote la espalda desnuda hasta ver corretear unos hilillos de sangre con motivo del Viernes Santo, la verdad es que yo semejantes costumbres, por citar un par de ejemplos, me parecen una completa insensatez – por no decir algo peor- como prenderle fuego a los cuernos de un toro o liarse en una batalla campal a tomatazo limpio.

Quizás la cosa no sea tan cruenta y lo que se pretende es que se “integren”, una cosa que me hace mucha gracia porque ellos tienen que integrarse y nosotros, los que hemos tenido la suerte de nacer en suelo español o catalán tan solo debemos cumplir las leyes, la integración, como el valor de los soldados en la guerra, se nos supone. Por cierto que algunos de ellos se integran tan bien, tan perfectamente, que son capaces de ir a morir a Líbano y Afganistán por España y por “sus costumbres”, una de la más recientes es la de participar en misiones supuestamente humanitarias.

O quizás simplemente consista en que dejen los pakistaníes del Raval de contemplar los partidos de cricket juego jodido que sólo lo entienden ellos y los hijos de la Pérfida Albión para que pasen a aburrirse con las peripecias del Barça de Laporta, una de las cosas más sosas que pueden verse en el hemisferio norte. ¿Quiere alguien explicarme y explicarnos en qué consisten las “costumbres españolas”? ¿En asesinar a la ex pareja?, ¿en matar a los propios hijos?, ¿en abandonar a nuestros mayores?, ¿en las 70.000 dosis de cocaína que se consumen a diario en el área metropolitana de Barcelona? ¿O esas no son “costumbres españolas”? Hay que tener los higadillos a prueba de bomba para hablar de “costumbres españolas”. Habrá que confeccionar un catálogo pormenorizado. Ahora que el Gobierno ya ha tallado a las mujeres españolas – a los hombres que nos las den todas en el mismo lado- y clasificado a las ciudadanas en “diábolo, cilindro y campana” – en una verdadera hemorragia de imaginación y de cursilería que sin duda alguna no se le hubiera ocurrido ni a doña Pilar Primo de Rivera, fundadora de la Sección Femenina-, podría dedicarse a establecer el catálogo de las “costumbres españolas”. El Ayuntamiento de Marbella podría servir como ejemplo, o la operación Guateque del Ayuntamiento madrileño, o Mario Conde, doctor honoris causa por la Universidad de Madrid, o Javier de la Rosa, empresario modelo según Pujol, o el juez Estevill o el abogado Piqué. Todos forman parte intrínseca de las “costumbres españolas” junto con el 3% que por lo visto los inmigrantes deben aprender deprisa y corriendo mientras abren la cuenta en La Caixa, se hacen del Barça y a sus hijas les llaman Montse y Núria. Sólo falta que el PP prohíba lucir el cachirulo en Zaragoza por las fiestas de Pilar por extraña semejanza con el velo islámico.

Hubo un tiempo, no muy remoto, en que algunos creímos a pies juntillas a James Bond, porque en algo hay que creer, cuando afirmó rotundamente: “Vive, y deja morir”. Parece que fuera hace una eternidad.

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