KEN LOACH / Director de 'It's a free world'
«Eso de que la riqueza de los ricos beneficia a la sociedad... ¡Qué mentira!»
El Mundo, , 18-02-2008El director inglés, ‘héroe de guerra’ del cine social gracias a películas como ‘Ladybird, ladybird’ o ‘Riff Raff’, vuelca su mirada esta vez en los verdugos para retratar la crueldad del mercado laboral moderno Las películas de Ken Loach siempre son puñetazos en el estómago, un descarnado grito de denuncia. Pero esta vez, a sus 71 años, por primera vez en su dilatada carrera, el muy comprometido cineasta británico no dirige el objetivo de la cámara hacia las víctimas sino que lo enfoca en los explotadores. It’s a free word se llama su última película, un duro alegato contra la explotación del mercado laboral y las condiciones de esclavitud a las que son sometidos los trabajadores inmigrantes en la próspera Europa.
El filme narra la escalada que convierte en explotadora de inmigrantes a Angie, una atractiva treintañera y madre soltera que encadena contratos basura y despidos y que acaba por montar su propia agencia de empleo temporal. Poco a poco, la que fuera víctima de la precariedad laboral acaba transformándose en negrera.
Pregunta. – ¿Qué le ha impulsado a hacer esta película?
Respuesta. – El detonante ha sido observar los profundos cambios que han experimentado en los últimos tiempos los trabajadores; han pasado de ser personas con empleos estables y permanentes a tener trabajos precarios. Y eso ha provocado un cambio gigantesco en las conciencias. La generación de nuestros padres se basaba en la solidaridad y en la colaboración, en trabajar unidos. Los jóvenes de hoy son agresivos: cada uno va por su cuenta, compite contra los demás y aspira a vencerlos. Quería analizar este cambio de conciencia. Y lo analizo a través de Angie, examinando el trayecto que lleva a una joven de ser trabajadora precaria a convertirse en explotadora de inmigrantes.
P. – Lo terrible del filme es que Angie es una persona normal….
R. – Porque Angie representa la norma, a la persona media. Quería un personaje con el que se pudieran identificar los espectadores. Angie representa la conciencia social, no es una aberración. Cuando, por ejemplo, denuncia ante la Policía a unos inmigrantes ilegales para que sean expulsados del país no está haciendo nada excepcional: la inmensa mayoría de la prensa popular británica anima a sus lectores a que denuncie a los inmigrantes ilegales.
P. – Sí, pero Angie los denuncia para que sean desalojados de sus infraviviendas y poder meter en ellas a los inmigrantes a los que ella misma explota…
R. – Sí, pero eso tampoco es nada extraño: en la sociedad actual se llama negocio, desarrollar tu negocio. La moralidad de los negocios es ésa. Lo que espero es que los espectadores se sumerjan en las decisiones que toma Angie, que se horroricen ante ellas pero que también entiendan que no son diferentes a las que adoptaría cualquier empresario, que están guiadas por la misma espantosa lógica empresarial.
P. – O sea, que cree que las películas cambian las cosas.
R. – No soy pesimista, pero no me hago la ilusión de que esta película vaya a cambiar nada. Es sólo una película. Puede que consiga que algunos espectadores se planteen ciertas preguntas, pero no va a desencadenar una lucha organizada contra el sistema actual.
P. – ¿Cómo se podría resolver en su opinión el drama de la explotación laboral de inmigrantes?
R. – Lo que hace falta, antes de nada, es que la izquierda se ponga de acuerdo en torno a una serie de puntos. El primero: que todos los trabajadores, sean o no inmigrantes, tienen lo mismos derechos. Segundo: Que se ponga en marcha una infraestructura para garantizar que se cumplen la leyes laborales y que los trabajadores reciben al menos el salario mínimo, porque las leyes no sirven de nada si no se respetan. Tercero: en Gran Bretaña existen leyes muy restrictivas contra los sindicatos, que les impiden defender a los trabajadores. Esas leyes deben de desaparecer. Y en cuarto lugar, necesitamos otro tipo de Unión Europea, una UE que piense en los intereses de la gente y que apoye e invierta en los países del Este, de manera que los ciudadanos de esos países puedan trabajar allí con dignidad. Pero para eso sería necesaria una UE distinta a la que ahora tenemos, que está dirigida por las empresas y las oligarquías.
P. – A pesar de todo, las estadísticas indican que la clase media crece y prospera…
R. – No es verdad. Los distancia entre pobres y ricos no se acorta, aumenta. La semana pasada, por ejemplo, se hicieron públicas en Gran Bretaña unas cifras según las cuales el patrón de una cadena de pubs se embolsa 1.400 libras esterlinas por cada libra que paga a sus camareros. Y ahí tiene al responsable del Barclays, que el año pasado ganó 23 millones de libras, él solito. Y, frente a eso, hay inmigrantes que están trabajando por sueldos de miseria. Conozco el caso de unos inmigrantes que trabajaban recolectando fruta y que, después de que les fueran descontados de su salario los extras que debían pagar por alojamiento, comida, uniformes, etc, al final de la semana resulta que acababan debiendo 20 peniques a sus patrones. Eso de que la riqueza de los ricos sea beneficiosa para la sociedad… ¡Qué enorme mentira!
P. – La película nos muestra el envilecimiento de Angie, pero no nos dice si termina en la cárcel por traficar con seres humanos o convertida en millonaria. ¿Cómo cree usted que acabaría alguien como ella en el mundo real?
R. – ¿En la cárcel? No, ni hablar. Acaba siendo distinguida con algún premio del tipo Mejor empresaria del año.
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