REPORTAJE
Bilingüismo portugués en Álava
Baños de Ebro es la localidad con más porcentaje de inmigrantes de Euskadi gracias a un grupo de trabajadores lusos - Sus situaciones son muy diversas
El País, , 18-02-2008Baños de Ebro es una localidad claramente bilingüe, donde se habla el castellano casi tanto como el portugués. Los niños estudian euskera, pero la segunda lengua en uso es latina. Llama la atención que este pequeño pueblo de la Rioja Alavesa, que no llega a los 400 vecinos, sea el que cuenta con un mayor porcentaje de inmigrantes en relación a su población de toda Euskadi: un 13,1%, casi nueve puntos por encima de la media de la comunidad autónoma (un 4,5%), según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y del Eustat.
Pedro ya lleva 14 años residiendo en Baños de Ebro. Es algo así como el patriarca de la comunidad lusa, el “marqués”. Todo el mundo le respeta, locales y foráneos. Goza de un contrato laboral en una empresa vinatera familiar y su caso resulta excepcional. A diario come en el bar de la plaza del Ayuntamiento, donde nadie le mira como a un extranjero.
A su alrededor pululan portugueses y tras la barra se puede leer en un cartel: “Por culpa de alguém nao se fia a ninguém”. Marisa, quien regenta el bar, les conoce bien y dice que hay de todo. La primera impresión podría llevar a pensar que Baños de Ebro acumula una colonia portuguesa tan abundante porque la vid lo demanda. Está claro que ese planteamiento no resulta equivocado, pero no hay que dejar de preguntarse por los motivos que llevan a que los emigrantes se acumulen en Baños y no en otras localidades cercanas de la Rioja Alavesa que cuentan con un tamaño similar. La respuesta la ofrecen los parroquianos que se toman unos vinos al final de la mañana: “Porque se les alquilan casas”.
Más allá del caso de Pedro y de otro par de portugueses que residen con sus familias, el resto viven en cinco casas en el centro del pueblo. Cada inmueble cuenta con un jefe que lleva a cuadrillas de 12 o 14 personas y cada una de ellas cuenta con una situación distinta: algunos llegan con contratos laborales; otros no. Sin problemas sobre su situación legal en España, al ser ciudadanos de la UE, intentan empadronarse nada más llegar. El padrón les da el acceso a la sanidad y les concede el derecho a votar en las elecciones municipales. Pese a todo, en las del pasado año tan sólo votaron 12 de los empadronados. Muchos lo están, pero no residen en el pueblo. Se empadronaron y luego marcharon a otros sitios. Ahora otros trabajadores del país vecino ocupan su sitio e intentan empadronarse con mayor o menor fortuna.
Los inmigrantes, a los que trasladan en la zona en pequeñas furgonetas, no son muy dados a hablar de su situación. Prefieren hablar bien o guardar silencio detrás de su jefe. Antonio, uno de los jefes, asegura que la suya es una ETT de servicios agrícolas donde todo el mundo tiene los papeles en regla. Recalca que son como una familia y que todos proceden de la misma zona del norte de Portugal. Les paga 40 euros al día y les da comida y cama. En su grupo sólo uno se atreve a decir que no está a gusto. Antonio recalca que no todos los portugueses de Baños viven en las condiciones de los que trabajan con él. Insiste en que su empresa se halla en regla, que los papeles los lleva una gestoría y que ha pasado varias inspecciones de Trabajo.
La palabra “mafia” sobrevuela a veces el pueblo. Hay casas donde residen los inmigrantes un poco hacinados y sin contrato. Su jefe recibe una comisión del agricultor que les emplea y les hace el contrato laboral. Los empleadores de la Rioja Alavesa pagan hasta 10 euros la hora y los portugueses de Baños reconocen que cobran poco más de cinco euros la hora. “Todo el mundo no es igual”, señala Rue delante de la barra del bar de Marisa. “Siempre venimos con los mismos”, puntualiza para destacar que hay algún jefe al que nunca seguiría.
Nadie quiere dar nombres, pero algunos de los consultados aseguran que una mujer de la cuadrilla de Antonio tuvo que pagar varios miles de euros para poder abandonar otra cuadrilla donde el trato era inhumano. “Amenazan a las familias en Portugal”, señala uno de los inmigrantes. “Lo lógico sería que cada agricultor trajera directamente a los suyos”, apunta un parroquiano. “Traen a la gente que está peor. Muchos en su país viven en la calle y aquí les dan una cama o un colchón”, dice Marisa, quien asegura que ha visto y escuchado muchas historias de desarriago familiar.
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