CARTA DEL CORRESPONSALBERLÍN
Vergüenza inmortal
Alemania está inmersa en la construcción de nuevos monumentos que recuerden a las víctimas del Holocausto
El Correo,
17-02-2008
Lo siento, pero esta ‘carta del corresponsal’ vuelve a ocuparse del pasado nazi, los crímenes, Hitler y la pesada culpa colectiva que ha vivido la nación germana desde que acabó la guerra y el país descubrió el horror del Holocausto. El tema tiene inspiración diplomática: una frase de Avi Primor, ex embajador de Israel en este país, durante una ceremonia para conmemorar la liberación de Auschwitz y que tuvo lugar en la ciudad de Erfurt el 27 de enero pasado. «¿En qué parte del mundo uno puede ver una nación que erige monumentos para inmortalizar su propia vergüenza?», se interrogó el ex diplomático, quien agregó una frase amable para los habitantes de este país: «Sólo los alemanes tienen la valentía y la humildad para hacerlo».
Madrid tiene la Plaza Colón para recordar la hazaña del marino; Londres ha inmortalizado a Nelson; Moscú aún recuerda las glorias de la revolución con la momia de Lenin, mientras que París retrotrae a su glorioso pasado casi en cada esquina. La lista de países que celebran con grandes monumentos lo mejor de su historia es casi tan larga como el libro de direcciones de las representaciones diplomáticas en Naciones Unidas, pero hay un Estado occidental poderoso que goza de exclusividad mundial. Alemania vivió un largo periodo de amnesia y cuando recuperó la normalidad perdida optó por inclinarse ante sus víctimas con un raro y digno proceso de autoflagelación: comenzó a levantar monumentos dedicados a recordar el sufrimiento de las víctimas de los nazis, inédita iniciativa destinada a inmortalizar, como dijo Avi Primor, su propia vergüenza ante la historia.
El más famoso, y quizás el más polémico, es el grandioso monumento dedicado a recordar a las víctimas judías del Holocausto que fue inaugurado en 2005, un enorme jardín plantado con moles de hormigón que podrían llenar dos canchas de fútbol y ubicado en lo que ahora se conoce como la ‘milla de los monumentos’, una zona marcada por el pasado nazi y ubicada a escasos metros del monumental edificio de la cancillería, desde donde Hitler quiso conquistar el mundo.
Sólo para los judíos
El primer proyecto del monumento estaba diseñado para recordar a «todas las víctimas»: judíos, homosexuales, gitanos, minusválidos y los conejillos humanos del doctor Mengele y sus secuaces. Pero no. Lea Rosh, una activista judía de Berlín logró que sólo estuviera dedicado a los judíos.
Hace tres semanas, este pequeño pecado quedó subsanado cuando el ministro de Cultura, Bernd Neumann, anunció que su Gobierno había dado luz verde para la construcción de dos nuevos monumentos en la famosa ‘milla’. Uno para recordar a las víctimas homosexuales de los nazis (cerca de 7.000 murieron en los campos de concentración) y el segundo para no olvidar el sufrimiento de las etnias gitanas Sinti y Roma. Unos 500.000 gitanos murieron en los campos de la muerte inventados por los nazis.
No es todo. 75 años después de la llegada al poder de Hitler gracias al voto popular, Alemania está embarcada en una ansiosa carrera para construir nuevos monumentos que testifiquen para siempre la vergüenza nacional. En noviembre pasado, el Gobierno aprobó los fondos necesarios para poner en marcha un viejo proyecto: el Centro de la Topografía del Terror, un museo que será construido en el mismo terreno que ocupó la siniestra sede de la Gestapo.
Hornos crematorios
No es el único proyecto que está en marcha. La ciudad de Erfurt desea levantar un museo dedicado a los hornos crematorios y Munich, la capital de Baviera y que la historia registra como la ‘cuna del movimiento nazi’, decidió construir un museo en el lugar donde Hitler fundó su partido, el llamado Centro de Documentación para la Historia del Nacional – socialismo, que deberá abrir sus puertas en 2011.
La iniciativa oficial para aprobar proyectos que recuerden la vergüenza nacional chocó, sin embargo, con dos excepciones. Los grupos que defienden la memoria de los testigos de Jehová y las víctimas de la eutanasia no parecen estar interesados.
Los primeros guardan silencio, pero Margret Hamm, directora de la llamada Coalición de las Víctimas de la Eutanasia y de la Esterilización Forzada, dejó saber que su organización se contenta con una modesta placa de bronce – que recuerde a 300.000 minusválidos asesinados por los nazis – , ubicada en la calle Tiergarten Strasse, justo frente al edificio de la Filarmónica de Berlín. «Preferimos mirar hacia delante y concentrarnos en el trabajo para las próximas generaciones», dijo Hamm, quizás la representante del único grupo que sufrió la tiranía nazi que no exige su monumento.
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