Mubarak Hamed: "Mírenme bien: ¿hay racismo en Montmeló?"

El Periodico, EMILIO PÉREZ DE ROZAS, 16-02-2008

- – Para que se haga cargo del tipo de entrevista: siento decirle que no conozco el árabe, ni el nubio, así que vamos a tener que hacer esta entrevista en castellano.
– – ¿No podemos hacerla en catalán? Me apetece hacerla en catalán: mi vocabulario es más rico en catalán.

– – Pues en catalán, claro. ¿Dónde aprendió un catalán tan exquisito?
– – Yo llegué a Catalunya hace, justo ahora, 28 años, así que es bastante lógico que sepa catalán. Mis primeros pasos los di en Girona y, por supuesto, aprendí antes el castellano que el catalán. Pero, una vez entré en la universidad para estudiar la carrera de Ingeniería Química, que por cierto no acabé, me familiaricé con el catalán de buen grado.

– – ¿Cómo se las arreglaba con las clases de Química?
– – Tenía profesores comprensivos. Recuerdo al catedrático Torras que me decía: “Mubarak, en castellano hasta enero; a partir de enero, mezclaremos castellano y catalán”. Y fue una maravilla. ¿Sabe qué le digo?

– – Diga, diga, soy todo oídos.
– – Yo debo de tener un ángel de la guarda muy chulo, porque, desde que llegué, me he sentido aquí como en mi propia casa.

– – ¿Qué le parece el contrato social para inmigrantes que propone el PP de Mariano Rajoy?
– – Creo que no tiene demasiado sentido. Todo lo que sea imponer no es bueno. Es evidente que, como recién llegado, tienes que ganarte el respeto y el cariño de la gente allá donde vayas. Mi madre siempre me decía “Mubarak, lo que no quieras para ti, no lo quieras para los demás”.

– – ¿Y su familia? ¿Se ha traído a muchos familiares a Catalunya?
– – No, a nadie. Es más, a mi madre siempre le digo que aquí he encontrado dos madres maravillosas, que me cuidan como lo haría ella. Igual. Y amigos que no cambiaría por nada del mundo. Me casé con Alicia, que es de aquí, y tenemos dos hijos, Omar, de 21 años, y Sara, de 8.

– – ¿Mulatitos, claro?
– – Claro, sí, más claritos que yo, ja, ja, ja. Y se sienten las personas más felices del mundo. Con decir que Omar es militante de Esquerra Republicana de Catalunya, se lo digo todo.

– – Y, de pronto, descubre que hay racismo en el Circuit, cuya seguridad es responsabilidad suya.
– – Todo lo que ha sucedido me parece alucinante. Primero, y dato muy importante, estábamos en carnavales. Segundo, las risas, las burlas, las mofas, iban dirigidas al piloto de McLaren que le había amargado la existencia a Alonso el pasado año, no a un negro, ni siquiera a Hamilton. Si en lugar de Hamilton el que hubiese atormentado a su ídolo hubiera sido un blanco, se habrían metido con él igual. Y, tercero, la palabra negro jamás se coreó. ¡Jamás! Ni se escribió en pancarta alguna. Ahí las tengo todas, por si las quiere ver. Un grupo de bobos se disfrazaron y pintaron de Hamilton en un lavabo – – no entraron así, desde luego – – y se burlaron del excompañero de Alonso.

– – ¿Y de esas chirigotas se ha montado toda esta campaña?
– – Pues sí, y me sabe mal. No solo eso, sino que ahora la Federación Internacional del Automóvil (FIA) organiza una campaña antirracismo aquí, en Catalunya, en el Circuit, con motivo del GP de España. ¡Una locura!

– – Pues si piensa que quien pone en marcha esa campaña es Max Mosley, presidente de la FIA, hijo de Oswald Mosley, fundador, en 1940, de la Unión Británica de Fascistas, la sorpresa es aún mayor.
– – La gente evoluciona, y está bien que alguien que tuvo un padre así se preocupe por hacer desaparecer el racismo. Pero, ¡por favor!, lo del Circuit fue cosa de cuatro bobos. Pero si hasta bromeaban conmigo cuando los retiré diciéndome: “¿Qué, estás defendiendo a tu primo?”. Bobos, unos bobos, se lo digo yo. No podemos juzgar a 55.000 aficionados por cuatro niñatos. Mírenme: yo soy la prueba de que aquí no hay racismo. Mírenme bien: ¿siguen creyendo que hay racismo en Montmeló?

– – ¿Qué le dijeron los miembros del equipo McLaren – Mercedes?
– – Indy Lall, jefe del equipo de test de McLaren, con quien mantengo una exquisita relación desde hace un montón de años, me agradeció la celeridad con la que actuamos y me dijo que no nos preocupáramos, que entendía que había sido un caso aislado. Al día siguiente, me envió un e – mail diciéndome que la semana que viene volveríamos a vernos.

– – ¿Cuál es su conclusión?
– – Una: tenemos que ir con cuidado, sobre todo los medios de comunicación, porque la palabra racismo es muy dura, mucho, y no podemos emplearla cuando se trata de un incidente aislado en el que, insisto, jamás se pronunciaron insultos racistas. La mofa es censurable, por supuesto, pero el racismo es otra cosa. Y dos: en esta vida, todo es educación. Todo. No hablemos de hombres y mujeres, de ricos y pobres, de blancos y negros, hablemos de educación. ¡Ese sí es un problema!

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