Cuatro colegios de Vitoria han pedido ayuda a la Policía para atajar el consumo de drogas
Diario de noticias de Alava, , 13-02-2008Los centros aplauden la eficacia del dispositivo de vigilancia y sostienen que los casos son ya “aislados”
vitoria. Nombre, apellidos y domicilio. En lo que va de año, la Policía Local de Vitoria ha tomado los datos de 42 chavales a las puertas de sus colegios ante la sospecha de que consumían o vendían drogas. Eso sí, sólo han pillado in fraganti a ocho, a los que les han abierto un expediente administrativo. El dispositivo de vigilancia que estableció el Ayuntamiento en 2003 para erradicar el porro del recreo no descansa; menos mal, porque el fenómeno sigue creciendo. En comparación con el balance de 2007, el número de identificaciones mensuales ha pasado de 12 a 17. Y los directores de cuatro centros se han entrevistado con la Guardia Urbana para solicitar la presencia de agentes.
Lo que no cambia es lo que los estudiantes se llevan a la boca: hachís y marihuana, lo más barato. Y siempre en pequeñas cantidades, la paga de los padres no da para más. “Nosotros tenemos mucha inmigración, así que lo habitual es que fumen maría que cultivan en su casa”, explica Simón Sánchez, jefe de estudios del instituto Francisco de Vitoria, quien aplaude a los agentes por su rápida capacidad de respuesta y su efectividad tanto a través de este dispositivo de control como cuando salta la alarma. “Este año llamamos a la Policía porque teníamos sospechas de que había trapicheo. Vinieron patrullas de barrio e incluso secretas durante tres semanas y, luego, en días sueltos, hasta que concluyeron que no había nada. Siempre que hemos solicitado su ayuda la hemos tenido”, sostiene el profesor, cuyo centro ha optado por mantener a sus alumnos en el interior del recinto y apoyarse en los uniformados para mantenerlos a raya.
De hecho, Sánchez cree que en este momento son “excepcionales” los casos de jóvenes que entran a clase fumados. “De 660 estudiantes, hay cuatro casos preocupantes”, afirma. El resto de centros consultados por este periódico se pronuncian en la misma línea. El director de Jesús Obrero habla de fenómeno aislado, aunque eso no quita para que permanezca alerta. “Cada vez que hemos detectado trapicheo en la zona, que es céntrica y con muchos bares, hemos llamado a la Policía. Estamos en continuo contacto con los municipales y con la Ertzaintza”, sostiene José Antonio Abarca. El centro mantiene “una fuerte vigilancia” porque, para colmo, tiene “un valor añadido, el uso de maquinaria” en muchas de las clases.
Lo mismo sucede en el instituto Mendizabala, donde se prohíbe realizar las actividades peligrosas a los chavales que presentan síntomas de haber fumado. No obstante, su jefe de estudios reconoce que resulta muy difícil controlar a los jóvenes. “Fuera del colegio, nuestra responsabilidad se diluye, pero si vemos algo llamamos la atención”. Claro que más allá del control, juega un papel fundamental la educación. Jesús Obrero trata de orientar a sus estudiantes mediante actividades tutoriales y formativas. “Cuando entran, con doce años, les hablamos de los riesgos del consumo de alcohol. Y con catorce, por ejemplo, les acercamos los problemas del tabaco”, explica Sánchez, quien también organiza reuniones periódicas con la asociación de padres y madres del centro para mantenerles al tanto.
El instituto Mendizabala juega con las mismas cartas. “Desde siempre hemos desarrollado talleres sobre drogas en los que contamos con la participación de muchas asociaciones”, explica el jefe de estudios. Todos los centros consideran que este “sobreesfuerzo” merece la pena, aunque no evita que en algún momento surja una oveja negra.
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