Inmigración, integración, involución

Las Provincias, ELENA NEGUEROLES, 13-02-2008

Nacer en un país no presupone el uso exclusivo de su territorio. A lo largo de la Historia se han producido y seguirán produciéndose, movimientos migratorios de las zonas deprimidas a las zonas privilegiadas.

Es un deber moral de los países acoger a los inmigrantes siempre que puedan garantizarles un trabajo y consecuentemente una vida digna en las mismas condiciones que a sus habitantes de origen.

De esta convivencia todos pueden salir beneficiados, descubriendo culturas diferentes y adoptando aquello que les ayude a superarse y a ser mejores, pero un país no debe aceptar costumbres que estén en contradicción con sus principios morales ni con sus leyes, costumbres que signifiquen un paso atrás en su evolución hacia una sociedad más justa y solidaria, libre de discriminaciones de cualquier tipo.

A este respecto me preocupa y me indigna que en algunos mataderos españoles se estén realizando matanzas siguiendo ritos religiosos que prohíben el aturdimiento previo de las reses.

En nuestro país la situación de los animales dista mucho de ser idílica, pero se están consiguiendo algunos avances y muchas personas luchan cada día para mejorarla.

No podemos retroceder y añadir a un modo de vida inadecuado el sufrimiento de una muerte en plena consciencia.

En España tenemos una ley para evitarlo y todos los que vivan en nuestro país están obligados a cumplirla. Si no pueden comer carne de reses que hayan sido sacrificadas de un modo civilizado que coman patatas.

Hay que respetar lo diferente pero a su vez hay que hacerse de respetar y eso implica que las leyes se cumplan sin excepción, aunque las víctimas de su incumplimiento no puedan defenderse.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)