Inmigración: más memoria y menos xenofobia
Diario de Noticias, , 12-02-2008E
N el estado de continua confrontación en que vivimos nunca se sabe qué materia se va a utilizar para provocar la siguiente fricción nacional . El PP ha encontrado otro objetivo y dispara su escopeta electoral contra la inmigración siguiendo el mismo olfato hostil de otros partidos de la derecha y ultraderecha europea. Este tema es un cebo indecente para captar votos entres los españoles lo mismo que lo fue en Francia y en Alemania en los barrios obreros y, desgraciadamente, puede ser peligrosamente efectivo en tiempos de recesión e involución. La derecha cada vez más iracunda utiliza la inmigración para confrontar como ha hecho con el terrorismo, los nacionalismos o Navarra para sacar una rentabilidad política segura y rápida acudiendo, como siempre, al instrumento del miedo que sirve para otorgar poder a quien lo ejerce. A más miedo más control, más poder y más votos de quienes pueden ser receptivos a mensajes catastrofistas y soluciones irracionales o incluso inhumanas. Mariano Rajoy busca en la imparable huida del PP hacia la extrema derecha el voto de la clase trabajadora más modesta y temerosa y así lo manifiesta con los que se levantan temprano a trabajar . Si lo oyera el desaparecido José Luis de Villalonga posiblemente entendiera en parte lo que afirmaba no ser capaz de entender: que un pobre pudiera ser de derechas.
No sé si lograré ser políticamente correcta. Creo que debo manifestarme como ciudadana y desde mi experiencia como hija de inmigrantes navarros que pasó su infancia y juventud en el otro extremo del Atlántico. Yo fui una de los 462.000 inmigrantes económicos españoles que tuvo la suerte de vivir en Brasil, país de acogida de millones de inmigrantes europeos, japoneses, chinos, coreanos y árabes de diferentes nacionalidades. La inmigración es una realidad estructural en Europa y no lo es por motivos altruistas ni humanitarios, la razón es que los necesitamos. Necesitamos a los inmigrantes por cuestiones vitales. Una de ellas es el envejecimiento poblacional que la inmigración está logrando, como en el caso de Navarra, invertir la tendencia porque, como ocurre históricamente en todos los flujos inmigratorios, vienen fundamentalmente personas jóvenes. Otra causa es la necesidad económica y de mano de obra. En Navarra los inmigrantes sostienen un tercio de nuestra economía, contribuyen a la Hacienda Foral con sus impuestos directos e indirectos, y a la Seguridad Social, donde sólo en 2007 el número de afiliados extranjeros creció un 12,8%. Esto garantiza por ejemplo que los futuros navarros y navarras podamos cobrar nuestra jubilación gracias a su aportación activa a la caja de la Seguridad Social. Esto es lo que hicieron los inmigrantes como mis padres por los países que les acogieron: trabajar y contribuir al progreso económico y social. Se nos olvida que además estos ciudadanos han activado el consumo interno responsable de gran parte del crecimiento económico y falta valorar el trabajo de la inmigración femenina, insustituible para el sostenimiento de nuestros mayores en sus casas, del cuidado de la infancia, de las personas con enfermedades crónicas y discapacidades. Todo esto es posible gracias a la inmigración que ha venido.
Todos estamos de acuerdo que es necesario ordenar los flujos inmigratorios tan antiguos como la propia humanidad, y por eso la movilidad humana es un derecho recogido en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU. Las personas emigraron y emigrarán siempre, lo único que cambia son los territorios de donde salen y a donde se dirigen. Siendo un país emigrante hasta finales del siglo XX, tendríamos que haber asumido la emigración sin grandes conflictos. Nosotros hemos emigrado por millones y millones durante más de quinientos años a otros continentes. África y América fueron responsables del desarrollo económico, cultural y social de Europa. No voy a retroceder al tiempo de los galeones de oro y plata que venían de América ni al descubrimiento de alimentos como el chocolate, el tomate o la patata, ni de las medicinas que han salido de la Amazonia, la mayor reserva mundial de plantas medicinales, ni de tantas otras riquezas ni avances. Aceptamos la movilidad de capitales, de mercancías y de empresas por el mundo entero, parece lógico que debiéramos aceptar la inmigración y asumir nuestro papel histórico actual de recepción de ciudadanos inmigrantes.
Refrescando nuestra más reciente memoria hay que recordar que antes de la Guerra Civil emigraron más de tres millones y medio de españoles. Durante la Guerra Civil y al terminar ésta, salieron un millón de exiliados. En los años cincuenta casi tres millones y en los últimos quince años de inmigración, entre 1960 y 1975, la época en que mi familia salió de Pamplona, emigraron tres millones de ciudadanos. Creo que tenemos la oportunidad de saldar una deuda histórica, especialmente con los inmigrantes de América del Sur, en cuyos países nos dieron toda clase de oportunidades de desarrollo que no había aquí. El contexto era mucho más diverso que el que se vive aquí, y sin embargo no había conflictos, no había miedos, sino receptividad abierta y entrañable. En Brasil aprendí que ser inmigrante era positivo, significaba espíritu de superación, un componente fundamental de las sociedades volcadas en la construcción de nuevos horizontes de progreso. El extenso abanico de orígenes, identidades y lenguas no era un problema sino una oportunidad de enriquecimiento. Interesaba propiciar el reconocimiento político y social del papel la inmigración. Nuestro contrato de integración era la mutua necesidad, la mutua confianza y el mutuo respeto. La tierra acogía a quien la trabajaba y cuando mi hijo mayor nació allí, como todos los hijos de inmigrantes extranjeros, se convirtió en ciudadano brasileño de pleno derecho.
Creo que en un Estado como el nuestro que supera los cuatro millones y medio de inmigrantes empadronados necesita políticas de sentido común en materias de vital importancia, requiere propuestas programáticas de avance y participación para propiciar la adaptación de unos y otros al espacio común compartido. Una visión de Estado plural es fundamental para dirigir las sociedades globalizadas del siglo XXI con pluralidad de identidades, multiculturales y plurilingües. Me alegro profundamente de que en el programa de Izquierda Unida propongamos la sustitución de la Ley de Extranjería por una Ley de ciudadanía con derechos y deberes para los inmigrantes. Nuestra realidad no permite más crispaciones por lo mucho que nos jugamos todos. No caben propuestas como las del señor Rajoy ni declaraciones como las del señor Cañete sobre las mamografías de las inmigrantes ecuatorianas. Como ex inmigrante con sentido del humor les recomiendo que acudan a uno de los servicios de urgencia, abarrotados de mayores en camillas por los pasillos para hacerse una mamongrafía conjunta . Seguro que saltan las alarmas.
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