Acostumbrado a las buenas acciones, como si de un joven boy scout se tratase, Antonio Fernández Torralba, ex alcalde pedáneo de Santiago y Zaraiche, preside ahora la ONG denominada Oikía, ya inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. El nombre de la organización responde a un término griego, que significa casa, hogar y familia. Con estas tres palabras quedan perfectamente expuestos las pretensiones de la organización, aunque el fin de sus logros debe llegar hasta la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, donde ya funcionan dos casas de acogida para los niños más pobres y marginados, reclutados de cuantos pasan su vida abandonados en las calles.

– Con todas las ONGs ya existentes, ¿también ésta es necesaria?

– Sí, porque hay mucha gente necesitada, pero también mucha gente que quiere ayudar. Sucede, además que, entre esa gente que ayuda, hay quien cree que algunos organismos religiosos dan un fin distinto al que se proyecta para los fondos que se consiguen.

– ¿Cómo se ha metido en esto?

– Para ayudar a nuestros misioneros y, especialmente, al padre José Cervantes Gabarrón, que es el impulsor de esta organización. Trabaja en uno de los países más pobres del mundo, donde hay niños tirados por las calles. Él viene a recoger las ayudas recibidas y me ha dejado los proyectos, para que los presente en cajas de ahorros y pedirles su colaboración. Allí, con poco dinero se puede hacer mucho.

– Usted se mete en esta empresa, ¿porque se aburre o porque tiene buen corazón?

– Estoy jubilado y entiendo que algo positivo tengo que hacer, porque cosas menos positivas siempre estamos haciendo. Fui pedáneo durante mucho tiempo y, además, siempre me ha gustado colaborar. Me metí en esto, porque conocí al padre Cervantes, que venía mucho a mi parroquia a recoger para ayudar a aquella gente. Hemos cambiado de párroco, y nos dicen que lo más interesante sería acabar el templo, porque también será la mejor forma de poder seguir colaborando unidos.

– Solucionar problemas de hambre debiera de ser primordial.

– Yo colaboro en una cosa y otra, siempre que puedo y me lo piden.

– Si se encuentra tan entusiasmado con el proyecto de la ONG, ¿porqué no se va allá, de misionero adjunto.

– Pues porque tengo seis hijos; aunque cualquier día iré, porque quisiera ver el fruto de nuestra ayuda.

– ¿Usted espera que su llamada obtenga respuesta positiva?

– Por supuesto que sí; hay mucho malo , pero hay mucho más bueno. Seguiremos pidiendo a esas cajas de ahorros que ya subvencionan el proyecto de hacer una casa hogar, pero también pediré a aquellas que no ayudan. Es que, si no hacemos nada por los demás, tampoco esperaremos que lo hagan por nosotros. De todas formas, las buenas acciones humanas nunca podrán fracasar. No se alcanzará todo lo que el corazón quiera, pero nunca ha habido fracasos definitivos. Yo lo he experimentado en distintas ocasiones. Me gusta ayudar a los emigrantes, legalizar sus papeles, buscarles trabajo…

– ¿No me querrá decir que está usted negociando a costa de los emigrantes?

– Jamas haría yo eso; al contrario, me cuesta dinero llevarlos, traerlos, o tener alguna atención con ellos. Casi toda mi vida la he pasado colaborando con cuestiones de estas. Lo siento así y por eso mismo continúo haciéndolo.

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