¿Contrato de integración o de división?
El Periodico, , 11-02-2008Me resulta indignante el anunciado contrato de integración con valor jurídico que el PP quiere obligar a firmar a todos los inmigrantes que llevan un año residiendo en España. Juntar inmigración con integración es una obligación de todo Gobierno democrático, pero hacerlo con fines clasificatorios y con trasfondo xenófobo me parece una vuelta atrás y no un paso adelante. Validar ese contrato es aceptar que el fin justifica los medios, aunque se atente a derechos fundamentales. Rajoy menciona el contrato para limitar el uso del velo en las escuelas y promover hipócritamente lo que en esta legislatura no ha hecho: la igualdad entre hombres y mujeres. Para limitar el velo, se necesita un marco jurídico inexistente en nuestro país que podría, ade –
más, provocar amplios debates sobre la presencia de símbolos religiosos como los crucifijos.
Manuel Pizarro defiende el contrato para respetar los valores y costumbres españolas, como el “no robarás” o “la integración en la bandera”. Dicho de otro modo, Pizarro debe de pensar que la mayoría de inmigrantes son ladrones y el amor a la patria es el valor fundamental de los españoles.
El secretario de economía del PP, Miguel Arias Cañete, pide perdón por justificar el contrato con tintes xenófobos y atribuye a los inmigrantes el colapso sanitario. Por suerte, su colega de partido Ana Pastor explica a Cañete y a todos que los inmigrantes solo representan el 5% en la realidad sanitaria. Demasiadas contradicciones para un eslogan que presenta una fórmula mágica para unir inmigración e integración al precio de adherir connotaciones negativas al inmigrante en vez de cohesionadoras. Sinceramente, prefiero que, para pedir el voto, el PP siga con promesas absurdas, como plantar 500 millones de árboles en cuatro años, que levantar debates de división, basados en el miedo y la intolerancia que atentan contra toda persona, integradora y demócrata, que cree en las leyes y no en contratos para consagrar ciudadanos de segunda. Aunque quizá soy algo de segunda por ser y sentirme catalana y no clamar a la patria nada más despertarme.
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