"Las prostitutas inmigrantes son víctimas sólo en los discursos; en la práctica se las trata como a criminales"
Diario de Noticias, , 10-02-2008pamplona. El discurso de Isabel Holgado choca con las contradicciones de quienes comparten con ella trabajo y espacio ideológico. Con una voz suave, y una forma de hablar donde se cuelan las expresiones que evidencian su labor en Latinoamérica, la antropóloga expone un mensaje pegado a la calle. Un mensaje heterodoxo pero convicente, que puede suscitar ampollas por sus críticas, pero al que no se puede negar la virtud de hablar desde el conocimiento del trabajo de campo. Precisamente por eso, por las realidades vividas en Licit y en el resto de su carrera, habla con crudeza, realismo y profundidad. Y denuncia las excusas morales que acompañan a las trabajadoras del sexo inmigrantes, que esconden expulsiones mucho más inmorales, a esos mundos “de violencia real”, de donde “no pueden salir”.
Su discurso denuncia cómo la mirada ‘victimista’ esconde un paternalismo que las propias afectadas ni necesitan ni han solicitado, ¿una crítica a quienes buscan ‘salvar’ a estas mujeres?
La pregunta sería si han pedido ellas ser salvadas. El Estado tiene que actuar cuando hay una demanda, y lo que ellas demandan es que no se violen sus derechos, que sean respetadas, que no sean vistas como inferiores, que no se las discrimine… pero salvadas, tal y como entendemos este término… Ellas solicitan ser respetadas y reconocidas como sujetos con derechos, como cualquiera de nosotros.
Ahí también incluye a las mujeres inmigrantes que se dedican a la prostitución…
Las prostitutas piden más oportunidades laborales, como yo. Lo que no piden es que se les imponga dejar un ámbito económico donde ellas se resuelven. Muchas mujeres a lo largo de la historia han elegido estar en prostitución, incluso en el siglo XIX, con todo aquel discurso de la trata, las mujeres emigraban para trabajar de prostitutas en América. La mayoría de mujeres que está lo elige, lo que no eligen son las condiciones de explotación.
Un estudio señalaba que el 95% de las mujeres que se mueven en el ámbito de la prostitución eran víctimas de violencia.
Eso es falso.
En ese caso, ¿hasta dónde llega ese porcentaje?
No lo sabemos. Es muy difícil saberlo. Pero no es para nada el grupo más mayoritario. Además, hay colectivos que están exentos de eso. Esta realidad existe, sobre todo, en mujeres procedentes de Europa del Este, especialmente en mujeres muy jóvenes. Aquí el factor de la edad es crucial. A una mujer de 30 años no se le engaña tan fácil como a una muchacha de 18. Son mujeres muy jóvenes que quieren migrar y a las que, generalmente, las engancha un conocido o un novio. De hecho, hay gente que dice que el verdadero chulo es el amor. Te encuentras con mujeres poderosas negociando el sexo seguro con sus clientes pero que en sus relaciones amorosas pierden mucho poder. Claro que hay mujeres que son violentadas en este contexto, pero no es mayor que el número de violentadas en el contexto del trabajo doméstico o, incluso, del matrimonio.
Con esto, ¿quiere decir que las mujeres que las prostitutas han elegido dedicarse a ese trabajo?
La inmensa mayoría de mujeres que están en prostitución lo están consciente y deliberadamente. Lo que no eligen son las condiciones de desprotección. Por supuesto que muchas no estarían si tuviesen otras oportunidades laborales y económicas. Pero tampoco otras trabajarían de domésticas.
Se muestra muy crítica con lo que denomina ‘feminismo institucional’ y sus políticas relacionadas hacia la prostitución, ¿por qué?
Desde una ética feminista o una ética democrática, que viene a ser lo mismo, es inadmisible que el Estado interfiera en cómo tiene la gente que gestionar su sexualidad. El Estado tiene que garantizar que las relaciones entre personas no se den bajo coacción, pero que yo decida cobrar por mis servicios sexuales o hacerlo gratis… Partimos de una fatídica y patética educación sexual. Y ahí las mujeres caemos en la trampa patriarcal. Hay un doble rasero que mira de manera distinta la sexualidad de hombres y mujeres. ¿Por qué nadie se moviliza con los chaperos? Este doble rasero es moral, y es inadmisible en una ética democrática. Además, la gente confunde trabajo sexual con sexualidad y son dos cosas distintas. Se puede ser vegetariano y trabajar en una carnicería. Lo que está en juego no es su sexualidad y su placer, sino su dinero.
En su opinión, ¿la violencia de género y la prostitución son dos cuestiones que están unidas?
Decir eso es una forma de hacer trampa. Primero, porque no es el espacio donde más gente muera. Al contrario. ¿Se ve a las prostitutas denunciando masivamente a los hombres clientes? No. La inmensa mayoría de hombres cumple sus pactos, como los cumple ella. Ningún hombre necesita pagar para violentar a una mujer. Es de necios pensar que un hombre compra servicios sexuales para imponer su dominio sobre una mujer. Si hay algo en el pacto de trabajo sexual es transparencia: tu me dices qué es lo que quieres y yo te digo cuánto te cuesta. Es un pacto, a mi entender, muy democrático. En las relaciones familiares hay menos democracia.
Por desgracia, los casos de violencia contra mujeres inmigrantes que ejercen la prostitución existen, uno de los últimos en Pamplona. ¿Cómo afecta la legislación de protección contra la violencia a estas mujeres?
Es de juzgado de guardia. En principio, la Ley no discrimina por la situación de irregularidad de la víctima, pero en la práctica, no garantiza la seguridad de las mujeres inmigrantes que sufren la violencia. Su situación de irregularidad está por encima de su seguridad. Además, hay que hacer incidencia en la trampa de los discursos. Estas mujeres son solamente víctimas en los discursos, pero en la práctica se las trata como verdaderas criminales. Y las devuelven a situaciones de violencia real de donde verdaderamente no pueden salir. Eso es inadmisible en un Estado de Derecho; que se amparen en ese discurso victimista para justificar sus políticas de exclusión.
La tendencia en muchos países de Europa es hacia el abolicionismo, es decir, la prohibición total de la prostitución. Según su experiencia, ¿este es el camino más efectivo para garantizar los derechos de estas mujeres? ¿Qué pasos deberían de darse?
Hay un movimiento protagonizado por las propias personas trabajadoras del sexo que no tiene marcha atrás. Es un movimiento a escala platenaria que tiene sus referentes en Calcuta, en Bruselas, en América Latina, y que no tiene vuelta atrás. Lo que pasa es que el feminismo, como tiene como paradigma la prostitución como reducto del dominio masculino… Yo creo que lo que hay que garantizar es el derecho a no estar y el derecho a estar. Igual que decimos el derecho a abortar o el derecho a parir. Las mujeres que no quieran estar, hay que crear las condiciones idóneas, previas y durante para que no estén. Y las que quieran estar que puedan seguir haciéndolo sin menoscabo de sus derechos fundamentales. Hay un montón de trabajos y oficios que son desagradables y duros. También hay muchas realidades en el mundo de la prostitución, como en todos sitios. Tiene que haber un respeto a la soberanía sobre tu cuerpo. Sobre el derecho a decidir qué quieres hacer. ¿Por qué todas las mujeres abogadas son superemancipadas y las prostitutas unas desgraciadas? Hay que romper esta dicotomía. En todo caso, si no lo quieres para ti, respeta que yo lo quiera mí. Me parece una cuestión de respeto fundamental.
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