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Xenofobia no, sensatez sí

La Voz de Galicia, 10-02-2008

Según el Instituto Nacional de Estadística, a 1 de enero del 2007 la población censada en España era de más de 45 millones, de los cuales, 4,5, es decir, un 9,1%, eran extranjeros. En solo cinco años, de 1998 a 2003, los extranjeros en España se multiplicaron por cuatro. De los 22 millones de españoles activos, el 8,60% están en el paro, casi dos millones. Los extranjeros legalizados que trabajan son 2.900.000, y los que no lo hacen superan el millón. Se estima que, al menos, hay un millón de foráneos ilegales. Como media, casi un 40% de los emigrantes proceden de Latinoamérica, un 22% de la Unión Europea y un 14% son marroquíes. Un 60% de los inmigrantes no hablan nuestro idioma y un 38% no tienen una formación occidental o cristiana.

No crea la confesión religiosa o la procedencia ningún tipo de problema si el emigrante lo hace con un contrato de trabajo, respeta las leyes y paga sus impuestos. Sin embargo, el malestar de los españoles hacia los extranjeros crece cada día. Por una parte, aumenta la sensación de agravio comparativo, sobre todo en las grandes ciudades, por el trato de favor que a los extranjeros con menos recursos se les ofrece a la hora de alojarse en viviendas financiadas por organizaciones caritativas, la preferencia para conseguir plazas en las guarderías o en los colegios públicos o, lo que es más grave, la reducción de los salarios que favorecen los emigrantes con tal de conseguir trabajo. Por otra parte, se expande la alarma social que produce la creciente criminalidad extranjera de las bandas de ladrones de Europa del este, los narcotraficantes colombianos y paquistaníes o los rumanos que ejercen la mendicidad violenta. De hecho, un 33% de los presos en nuestras cárceles son extranjeros. En un par de años serán el 50%.

Tradiciones primitivas, como el uso del velo, la ablación del clítoris, la poligamia, así como la tendencia a agruparse hasta formar guetos donde no se habla ninguna lengua oficial, no favorecen la integración. No hay fórmulas mágicas para ser solidarios con los que lo necesitan y preservar nuestra sociedad del bienestar, pero la caridad bien entendida comienza por uno mismo, por lo que es obvio que se necesitan leyes más restrictivas que incluyan la expulsión de ilegales y más control de las fronteras. No es xenofobia sino sensatez.

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