POLÍTICA
Ciudadanía a los puntos (Imanol Zubero)
El Correo, 10-02-2008A un mes de las elecciones, el PP ha decidido situar la cuestión de la inmigración en el centro de la precampaña electoral. Nada que objetar: cada partido habla de aquello que considera más relevante. El problema es que el PP lo está haciendo de la peor manera posible. Empezó Rajoy proponiendo un mal definido y peor argumentado ‘contrato de integración’, como si no fuera suficiente con el marco de derechos, libertades y obligaciones que suponen la Constitución y el desarrollo legislativo que de ella deriva.
Este contrato incluye una cláusula envenenada: la exigencia de «respetar las costumbres españolas». No duermo esperando a que Rajoy aclare cuáles son esas costumbres «españolas» tan idiosincráticas, distintas por lo visto de la obligación universal de cumplir la ley, pues mucho me temo que yo mismo salga mal parado en el caso de serme aplicada semejante inquisitoria. Al fin y al cabo, nunca he sabido si soy de los nuestros.
Luego vino el coordinador del programa electoral del PP, Juan Costa, anunciando que si ganan las elecciones introducirán un visado «por puntos» para los extranjeros que quieran trabajar en España, teniendo ventaja aquellos inmigrantes «con mayor capacidad de integración». El caso es que tampoco Costa ha especificado en qué consiste dicha capacidad de integración, con lo que seguimos sin saber a qué atenernos.
Afortunadamente, el ex ministro Arias Cañete ha sabido poner negro sobre blanco la propuesta del PP para que todos la entendamos. Hombre comprensivo, reconoce que los inmigrantes contribuyen al crecimiento económico de España, si bien mediante actividades de baja calidad. Echa de menos Cañete «aquellos camareros maravillosos que teníamos, que les pedíamos un cortado, mi tostada con crema, lo mío con manteca ‘colorá’, cerdo, y a mí una de boquerones sin vinagre, y te lo traía todo con una enorme eficacia». ¿Podría ser ésta la prueba que sirva para medir la capacidad de integración de los candidatos a inmigrantes? ¿Que un Cañete cualquiera haga su pedido (tan español) de tostada o boquerones y que el señorito se vea servido a su plena satisfacción?
Hablando en serio. Integrarse es, en un sentido fundamental, integrarse en un espacio de diálogo; no en una cultura o en una identidad ya hechas, sino por hacer, en proceso. Integrarse en una democracia realmente inclusiva, en el sentido que Habermas da a este término: «Inclusión significa que la comunidad política se mantiene abierta a aceptar como miembros de la misma a ciudadanos de cualquier procedencia, sin imponer a estos otros la uniformidad de una comunidad histórica homogénea». De lo que se trata, en suma, es de concebir la integración en una cultura política común – que sólo puede ser democrática – como un proceso fruto de la participación de los inmigrantes en esa cultura política, y no a través de la asunción de una identidad dada. «El país de acogida – sintetiza Maalouf – no es ni una página en blanco ni una página acabada, sino una página que se está escribiendo».
Ya sé que es más fácil decirlo bonito que hacerlo igual de bonito. Ya sé lo del trecho existente entre el dicho y el hecho. Pero, al menos, cuando de decirlo se trata, digámoslo bonito. Pues si en el momento de hablar de la inmigración lo hacemos como lo están haciendo Cañete, Costa o Rajoy, no quiero ni pensar en lo que ocurrirá si llegan a tener la oportunidad de hacer algo al respecto.
i.zubero@diario – elcorreo.com
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