No era así

Diario Sur, JUAN TEBA, 09-02-2008

ES cierto que hay vida al margen de la campaña electoral, que hay tragedias conmovedoras como la de Carmen Fernández, que ganó en el Tribunal Constitucional su pleito contra el Poder andaluz por la custodia de sus dos hijos cuando esta madre machacada por la vida era ya un simple nombre en los registros de difuntos del país, con independencia de las pendejadas, contradicciones y desvaríos de algunas figuras políticas en campaña. Hay vida, pues, al margen de los intercambios de disparos de los protagonistas del pleito electoral.

Vida desgarrada y doliente, incluso, como el recordatorio público del reconocido y entrañable guitarrista Manolo Sanlúcar de su hijo muerto; un Manolo Sanlúcar que conocimos en Madrid cuando su gente le llamaba Manolín y que acaba de expresar una definición del arte para enmarcarla: «El arte es la sustancia de Dios», ha dicho el artista de las marismas de Cádiz. Es tan perfecta y completa la frase que supera ampliamente la dicotomía creyente/agnóstico.

Estos agentes políticos de impulsos e instintos agudizados por la fecha del nueve de Marzo tendrían que tener presente la insoslayabilidad del propio discurrir de la existencia y la relatividad interesada del discurso político. Tenemos, por ejemplo, el sorprendente ejemplo del caballero jerezano Miguel Arias Cañete, un prócer del saber economicista en los cielos ejecutivos del reducionista PP.

Porque ha dicho Arias que los inmigrantes «colapsan las urgencias en los hospitales», para añadir casi sin respirar: «para hacerse una mamografía en Ecuador (alguna emigrante) tiene que pagar el salario de nueve meses y aquí se la hacen en un cuarto de hora». Frase que no mejoraría ni el gran Acebes. Si eso no es xenofobia que los miembros de la Real Academia aporten pruebas irrefutables al contrario.

Y Miguel no era así en los años setenta y ochenta, todo lo contrario, era un tipo divertido y brillante, por lo que podemos deducir que la política le ha nublado la razón y ha anestesiado brutalmente su sensibilidad social. En cualquier caso y una vez más, la vida real, rota o vital, encendida o declinante, ante la obscena desmesura de la demagogia política.

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