El uso del hiyab o del velo en la escuela constituye más un problema potencial que un asunto actualmente crítico en los centros de enseñanza. En ello coincidieron ayer diversas organizaciones representativas de la comunidad educativa como FERE, CECE, CEAPA Y CONCAPA. De ahí que lo razonable sea afrontar un debate sereno y pausado que desemboque en el más amplio consenso social y político, y en la correspondiente norma de aplicación general. Teniendo en cuenta además que en el resto de Europa este mismo debate comenzó hace años y no ha llevado a una conclusión precisamente unívoca. El hecho de que el tema haya aflorado en período preelectoral comporta los consabidos riesgos de simplificación y polarización. Pero también ofrece una oportunidad para que partidos y sociedad civil establezcan un diálogo franco para evitar la controversia o reconducirla hacia un clima constructivo. La modificación de la Ley de Igualdad propuesta por el PP, prohibiendo la utilización de signos que puedan ser discriminatorios o actúen como símbolos de sumisión, requeriría ser concretada a la luz de una casuística que hoy por hoy es incipiente. La excepción con la que el Partido Popular contempla la cuestión en Ceuta y en Melilla podría representar un criterio abierto a que la diversidad cultural y religiosa diluya el problema, pero también podría llevar implícita la contradicción de que el uso generalizado del hiyab sea asumido como justificación para consolidar hábitos segregadores. Porque si algún principio ha de prevalecer con carácter general es el de la igualdad. La libertad plena de cada ciudadana a la hora de elegir su atuendo deja de serlo cuando éste es aceptado bajo coerción o bajo el peso de una tradición discriminadora.