"Las mujeres son las que más sufren la pobreza; pero también son ellas quienes más la combaten"

Diario de noticias de Gipuzkoa, j. imaz, 09-02-2008

Donostia. Desde su experiencia al frente de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario del Pichincha, Fernández ha trabajado codo con codo con los vecinos de algunos de los barrios más pobres de Quito, la capital ecuatoriana.

¿Queda esperanza para el Tercer Mundo, tal y como reza el lema de la campaña?

Sí hay muchas esperanzas. En concreto para las madres, y las vivimos todos los días. Los proyectos los hacemos día a día, siempre con expectativas y con esperanza. Aunque no solemos conseguir el 100% de los objetivos que nos ponemos, conseguimos bastante. La clave es no ponerse objetivos irrealizables.

¿Qué le empujó a centrar su labor en las madres y en sus hijos?

Hace 17 años, hubo una época en la que, en un mes, murieron cuatro niños del barrio de Vista Hermosa. Nos dimos cuenta de que aquello era fruto de la miseria y de la despreocupación, así que nos pusimos a trabajar. Los sábados, a las 7.00 horas nos reuníamos 200 personas. No sabíamos qué hacer con aquel terreno que teníamos delante, pero seguimos adelante. “Si viene la Policía los molemos a palos”, decían los vecinos. “¡Esto es nuestro! ¡Si no cuidan a nuestros niños tenemos derecho a hacer algo!” Y así lo hicieron. Hasta llegar al décimo centro materno infantil con el que contamos ahora.

¿Cuál es la labor que hacen en esos centros que empezaron a construir hace ya 17 años?

La población quería el apoyo de la parroquia para organizar esos servicios que ofrecieran una buena atención educativa, alimenticia y sanitaria a los niños y que permitiera a los padres salir de casa a trabajar. A los dos, padre y madre, porque con un sueldo no les alcanza para las necesidades que tienen.

Ecuador aporta muchos inmigrantes. ¿Cómo viven aquí?

En la ciudad estamos el doble de mejor que en el campo. En total, el 25% de los niños está desescolarizado, con medio millón de jóvenes en edad escolar en esa situación en todo el país. En el campo ese porcentaje llega al 74%. A pesar de las campañas de las instituciones educativas del Gobierno y de la Iglesia, todavía queda mucho trabajo.

Pero habrá mejorado el panorama desde que llegó hasta hoy…

Desgraciadamente, no es una situación optimista. Vemos que hay mejores carreteras, algún hospital más grande, mejoran los servicios… Pero comparas los salarios con la capacidad de adquisición de la gente y resulta que estamos en los mismos niveles. Han crecido los servicios, pero ha aumentado también la población, y a la hora de la repartición no estamos mejor. Los avances repercuten en unas clases que han accedido a una mejor situación, en algunos barrios, pero hay otros que todavía se están iniciando.

Hace poco otro misionero vasco decía que nuestra sociedad vive una “fatiga de solidaridad”.

Comprendo la expresión. Viendo las diferencias tan enormes que existen respecto a los países del Sur, el primer pensamiento es que estamos perdiendo la capacidad de comprensión y de ayuda a otros países. Pero en la práctica he sentido que muchos amigos y personas, a través de Manos Unidas y otras ONG, aportan lo que pueden. Cada donativo es un compromiso; me llega mucha ayuda. Hay mucha solidaridad.

¿Ha comprobado en su labor diaria que la pobreza tiene rostro de mujer?

Sí y, a la vez, son las menos conformistas. Ellas son las que llevan las responsabilidades en el hogar y en lo referente a la salud, la educación y la alimentación de los hijos. El varón va por detrás de la mujer. Y es con ellas con las que uno puede contar para llevar adelante estos proyectos.

¿Y cuál es el papel de los hombres?

Las mujeres son las que más sufren por la pobreza, pero también las que más la combaten. El salir adelante de los países del Sur pasa por ellas. Aunque no exclusivamente por ellas, porque los varones tienen importancia, pero el acierto de esta campaña es apostar por un elemento activo. No sólo porque estén muriendo madres inocentes, sino también para que ellas cuenten con más herramientas y una mayor preparación para sacar a sus familias y a sus pueblos adelante.

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