SUPERMARTES ¿La hora de los latinos?

La Prensa Gráfica, 04-02-2008

Con una campaña en la que los precandidatos de ambos partidos ofrecen casi lo mismo, la personalidad y, sobre todo, el liderazgo que cada uno o una demuestre se perfila decisivo.

Los oyentes del programa de radio de El piolín de la mañana, del locutor hispano más popular de Estados Unidos, se despertaron con dos inusuales presencias hace dos semanas en sus radios. Escucharon un hola amigos con fuerte acento estadounidense. No se trataba de las usuales bromas que Edwin Sotelo, el Piolín, les gasta a sus oyentes más desprevenidos. Se trataba de Barack Obama, el primer afroamericano en disputar con oportunidad de éxito la nominación presidencial estadounidense.

Dos días después, los oyentes del show, (que según Armitron, la mayor autoridad en materia de rátings, tiene más oyentes que ningún otro talk show en el área de Los Ángeles) también escuchaban palabras similares, esta vez en la educada voz de una mujer madura. Era la senadora Hillary Clinton.

Ambos precandidatos acudieron al show de Sotelo con la clara intención de cortejar al codiciado voto latino, sobre todo en los estados de California, Nuevo México, Arizona, Nueva York y Nueva Jersey, que este martes acuden a las urnas en el crucial supermartes.

No era para menos. El primer ensayo de voto en un estado donde le voto latino es decisivo fue Nevada, donde Clinton ganó por amplia mayoría. Igualmente, los estrategas de campaña de Clinton saben que ella tiene preferencia entre los latinos a razón de tres a uno frente a Obama. Sin embargo, esos número se revierten cuando se habla del voto afroamericano, de igual importancia para asegurar la nominación.

Ese nerviosismo por asegurar el voto latino se acrecienta, sobre todo porque los llamados que hicieron el verano pasado casi todas las organizaciones proderechos de los latinos han comenzado a calar: Para hacerse valer, hay que votar, y para votar hay que ser ciudadano. Según el New Democratic Network, un organismo de monitoreo cívico, las solicitudes de ciudadanía de personas de ascendencia latina en EUA han aumentado en el último mes un 60%, una cifra que en Los Ángeles se dispara un 110%.

Es por eso que el voto latino ha sido tan codiciado. La última elección, en la que por primera vez en casi 25 años el voto latino hacia el candidato demócrata descendió a favor del presidente George W. Bush, fue una muestra de que el apoyo hispano no puede darse por descontado.

Es por eso que Sotelo, quien el año pasado organizó uno de los movimientos más grandes a favor de la reforma migratoria integral, anima a sus oyentes con el lema: Si no votas, nos botan.

En un intento por retener el voto latino a favor de su esposa, el ex presidente Bill Clinton protagonizó hace dos semanas lo que ha sido calificado por los analistas de casi todas las cadenas de televisión como el mayor error de la campaña: separar a los votantes por su raza, identificando a Hillary con los latinos y a Barack con los negros. Un cóctel explosivo, máxime si se toma en cuenta que ambos grupos la primera y segunda minorías en Estados Unidos mantienen tensiones raciales fuertes, sobre todo en los estados económicamente más deprimidos, donde las encuestas muestran que los trabajadores afroamericanos consideran que los latinos han llegado a tomar los trabajos que antes les pertenecían.

Esa jugada molestó al veterano senador Ted Kennedy, el patriarca de la dinastía política más famosa de Estados Unidos, y lo movió a romper el silencio que veladamente había asegurado a ambos candidatos. Junto a su sobrina Caroline, el senador levantó la mano derecha de Obama en un acto multitudinario en Washington, la semana pasada. Lo comparó con su extinto hermano, el venerado ex presidente John F. Kennedy, una de las figuras políticas de raza blanca más respetadas entre la comunidad afroamericana, y en el país en general.

Ese apoyo fue un revés para Clinton, puesto que Kennedy es también una de las figuras políticas más respetadas entre los latinos, en gran parte por su larga trayectoria de apoyo a la ansiada reforma migratoria.

Y allí estuvo Kennedy, pocos días después de los candidatos, con el Piolín, hablando a favor de Obama.

Ahora más que nunca los políticos están abriendo los ojos y saben que nos necesitan para llegar a la Casa Blanca, decía el locutor.


La batalla de los estilos

Tengo 38 años y nunca en mi vida he votado en una elección en la que no haya o un Bush o un Clinton en la contienda, ¿no es tiempo ya para un cambio? La pregunta, enviada por una lectora de un periódico político salió al aire en televisión nacional, cuando el país entero, y muy probablemente el resto del mundo, presenciaba el plato fuerte de la contienda por la nominación presidencial: el mano a mano entre Barack Obama y Hillary Clinton.

Es que la contienda electoral por asegurar la candidatura presidencial estadounidense se trata, en gran parte, de liderazgo. Sea quien sea, todos los precandidatos de uno u otro partido coinciden en que es hora de un cambio. El centro de la discusión es quién tiene el liderazgo para conducirlo.

La carrera por la nominación presidencial tiene que ver, sobre todo, con recuperar ese vacío de liderazgo que hace ya mucho perdió el presidente George W. Bush y que lo ha convertido en la figura política con la que nadie, ni siquiera los precandidatos de su propio partido, quiere ser fotografiado en esta contienda.

De hecho, durante el reciente debate de la cadena CNN, la primera pregunta que realizó uno de los moderadores fue, precisamente ¿cuál es la diferencia entre sus propuestas? Tanto Clinton como Obama respondieron cuidando cada palabra, que esa diferencia es mínima, pero que la gran diferencia son ellos mismos.

Solo véannos y vea el debate de anoche (entre los candidatos republicanos), solo véannos y verán que no somos más de lo mismo, cualquiera de nosotros en la Casa Blanca hará historia, nosotros sí podemos cambiar este país, dijo Clinton, en referencia a que, por primera vez la contienda por el Partido Demócrata estaba entre una mujer y un afroamericano.

Esos estilos de liderazgo son el arma de doble filo que los precandidatos blanden en debates (19 a la fecha, la mayor cantidad en la historia de una carrera por la nominación presidencial) y presentaciones públicas en las que destacan las decisiones que han tomado en sus diferentes campos de acción.

Pero esas decisiones también se pueden volver en contra, como en el caso de la senadora Hillary Clinton, a quien se le achaca falta de congruencia al haber votado desde su escaño en el senado a favor de la intervención militar en Iraq, cuando una de sus principales ofertas de campaña es iniciar el retiro de tropas de esa nación al solo sentarse en la Oficina Oval.

Pero la ex primera dama tiene en su experiencia política su mejor arma. Nueve años en el Congreso, más siete como primera dama, cuando jugó un papel preponderante en el intento de reforma del sistema de cobertura de salud, que finalmente fracasó por falta de apoyo político.

En contraste, Barack Obama, el senador afroamericano que tiene apenas dos años en el Congreso, ofrece su frescura y sus raíces de activista por los derechos civiles como su principal arma para ser quien lidere el cambio que dos de cada tres votantes piden .

Del lado republicano, el senador John McCain, quien remontó desde los últimos lugares hasta el primero en pocos meses, ofrece también su experiencia como legislador y veterano de guerra como sus principales cualidades. Incluso su apoyo a la reforma migratoria, algo que la derecha más conservadora considera mala palabra, ha sido destacado por sus estrategas de campaña como una muestra de que es capaz de alejarse de las posiciones ideológicas de su entorno a la hora de tomar decisiones que considera necesarias y convenientes.

En contraste, el empresario y ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, presenta su exitosa experiencia de hombre de negocios como el único en la carrera por la nominación que ha vivido en el mundo real, la mayor parte de su vida y que, por ende, conoce mejor las necesidades del estadounidense promedio, algo que le ha valido muchas simpatías, sobre todo en un momento en que la economía parecer enfilar irremediablemente hacia una recesión.

Así, los votantes de uno y otro partido acudirán a las urnas en 25 estados en un día, mañana, que podría ser decisivo para decidir quiénes disputarán la Presidencia de la mayor economía del mundo el próximo mes de noviembre.

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