Un romance que no pasó el examen de la migra
La Prensa Gráfica, , 04-02-2008Oficial ICE despedido por frecuentar familia de pandillero
Jorge, nombre ficticio por razones de seguridad, era un oficial de ascendencia hispana que formaba parte de la fuerza del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y que además tenía bajo su responsabilidad decidir sobre la suerte de otros latinos que se encontraban indocumentados en Estados Unidos.
Y a pesar del trabajo que tenía que hacer expulsando indocumentados de Estados Unidos, no pudo resistirse a los encantos de una inmigrante que trabajaba limpiando las dependencias de las oficinas de migración.
Lejos estaba de imaginarse las consecuencias que le acarrearía este romance que desde el principio no fue bien visto en su sitio de trabajo.
Ana, también nombre ficticio, es originaria de Morazán, emigró hace unos 25 años a Estados Unidos en busca de mejor suerte para ella y sus tres hijos. Acostumbrada a trabajar duramente en las milpas, desde que llegó al país del norte no descansó un minuto y se dedicó a la limpieza de hoteles, casas, oficinas y por esos misteriosos designios del destino conoció a Jorge y pronto entablaron una relación que aún dura a pesar de las vicisitudes que están atravesando.
Los problemas comenzaron cuando en esta historia entró en juego Pedro, el hijo menor de Ana, un muchacho de 18 años de edad, que terminó involucrándose con una pandilla y ahora purga una pena de cinco años de cárcel.
Y aunque Jorge jamás cruzó más palabra que un saludo con el joven, el vínculo que este mantenía con estas organizaciones delictivas terminó afectándole su brillante carrera a tal punto que después de 17 años al servicio del ICE de la noche a la mañana fue despedido.
Una de tantas tardes que Jorge visitaba la casa de Ana, llegó una patrulla de la Policía en busca del muchacho quien no se encontraba. La presencia del vehículo oficial de Jorge llamó la atención de los uniformados que informaron a sus superiores.
Sin sospecharlo, el agente comenzó a ser objeto de seguimientos que llevaron a establecer lo que no era un secreto para nadie: que Jorge frecuentaba a la madre de un pandillero.
Un buen día fue llamado por su superior, dando paso a un proceso que a la larga puso fin a su carrera en el ICE.
Ahora, ya no es el poderoso oficial que en cierta forma tenía en sus manos la suerte de los detenidos. Ahora es él quien está en el banquillo, a disposición de otros y bajo su escrutinio desconfiado y vigilante.
En estos meses he perdido más de 40 libras, me despidieron a pesar de tener una intachable hoja de servicios, un amigo a quien ayudé a promover ni siquiera me habla por teléfono y hasta han querido cuestionar mi relación con Ana. Mi vida está destruida, dice.
A su lado, sin embargo, permanece Ana. Ella lo alienta a no darse por vencido y a no perder las ganas de vivir. La tragedia ha fortalecido su amor y hasta planean tener un hijo.
Ana dice con modestia y ternura que no sabe por qué Jorge se fijó en ella y cuando visita a su hijo le reprocha que por sus andanzas un hombre tan bueno como Jorge esté viviendo una pesadilla que no merecía.
Jorge, que estaba cerca de la jubilación, ahora espera la decisión final de la investigación que está en curso.
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