La carrera hacia la Casa Blanca
Negro por elección
Para Obama, ser afroamericano es en gran parte una cuestión identitaria
La Vanguardia, , 04-02-2008MARC BASSETS – Nueva York. Corresponsal
Jordi Pujol dijo que “es catalán quien vive y trabaja en Catalunya, y tiene voluntad de serlo”. De un modo similar, podría decirse que el candidato demócrata en las primarias para la Casa Blanca Barack Obama es negro porque tiene voluntad de serlo.
El padre de Obama era un negro de Kenia que a principios de los años sesenta se trasladó a Estados Unidos para estudiar. Allí conoció a la madre, una blanca de Kansas. El hijo, pues, es tan negro como blanco.
Cuando el candidato tenía dos años, su padre abandonó el hogar. Sólo lo vio una vez antes de su muerte, en un accidente de tráfico en 1982. Barack Obama fue educado por la madre y sus abuelos maternos. Vivieron en Hawai, donde la población negra es escasa, y durante cuatro años, en Indonesia. En su infancia y adolescencia, tuvo pocos contactos con afroamericanos.
¿Por qué, entonces, Barack Obama se presenta como un político negro? ¿Por qué los medios de comunicación repiten que, si gana, será "el primer presidente negro de Estados Unidos? ¿Y por qué no se define a sí mismo como multirracial, como hacen en este país muchas personas con antepasados multiétnicos?
En sus memorias de infancia y juventud, Sueños de mi padre,publicadas en 1995, antes de lanzarse a la carrera política, Obama relata cómo, a los diez años, tras regresar a Hawai tras los años en Indonesia, los compañeros de clase lo miraban con curiosidad por sus orígenes. “A los doce o trece años, cuando empecé a sospechar que al hacerlo me estaba congraciando con los blancos, dejé de divulgar cuál era la raza de mi madre”, escribe.
El libro es la historia de cómo encontró su identidad como afroamericano.
Una identidad que afianzó en los barrios negros y pobres de Chicago, adonde fue a trabajar al terminar los estudios universitarios.
Una de las escenas más impactantes del libro ocurre cuando Obama escucha una misa del reverendo Jeremiah Wright en una iglesia que se autodenomina afrocéntrica del sur de Chicago y se convierte al cristianismo (hasta entonces era agnóstico). “Y en esa sola nota – ¡esperanza!- oí algo más; al pie de aquella cruz (…) imaginé las historias de gente negra corriente fusionadas con las historias de David y Goliat, Moisés y el faraón…”, escribe.
Obama “es un hombre guiado nada menos que por la decisión de ser negro, como si la negritud fuera más un logro concreto que un derecho de nacimiento”, advierte el ensayista Shelby Steele – hijo de un negro y una blanca- en su libro Un hombre atado.Por qué nos emociona tanto Obama y por qué no puede ganar.
¿La raza puede escogerse? ¿No rige indefectiblemente la regla, impuesta por los esclavistas, del one drop (una gota se sangre negra lo convierte a uno en negro)?
En el caso de Obama, la raza – un término que, en EE. UU., al contrario que en Europa, no es políticamente incorrecto- es en gran parte una cuestión cultural, identitaria. Han existido casos inversos. Uno de los libros más comentados en los últimos meses en los círculos intelectuales de este país se titula precisamente One drop,un ensayo biográfico de Bliss Broyard, hija del histórico crítico literario de The New York Times Anatole Broyard.
Bliss Broyard explica cómo descubrió, poco antes de la muerte de su padre, en 1990, que este tenía raíces negras. Su piel era clara, y hacía décadas que había cortado los vínculos con su familia, nativa de Nueva Orleans.
Pocas personas lo sabían. Él había decidido ser blanco. Algunos críticos aseguran que el protagonista de la novela La mancha humana,del estadounidense Philip Roth, está inspirado en Broyard.
En el caso de Barack Obama, según Steele, la búsqueda de la identidad afroamericana está relacionada con la búsqueda del padre. La suya es una identidad “compleja”. “Es interesante porque no encaja en las viejas convenciones raciales”, escribe.
Barack Obama tiene poco que ver con los líderes negros reivindicativos – victimistas, dicen sus adversarios- como Jesse Jackson o Al Sharpton, que de hecho han observado con escepticismo su ascenso político. Él es un negro que conoce a los blancos, y que no los hace sentir culpables.
Obama es un negro que, con un itinerario vital muy distinto de la mayoría de los afroamericanos, intenta superar las divisiones raciales. Y convencer a sus conciudadanos – como dijo en el discurso que le lanzó a la fama, en la convención demócrata del 2004- de que “no hay una América negra y una América blanca, una América hispana y una América asiática, sino unos Estados Unidos de América”.
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