«Han secuestrado a mi hijo»: entre el drama y la fábula
En lo que va de año, la Policía ha recibido 22 denuncias por desapariciones e intentos de rapto, algunas de ellas falsas
La Razón, , 02-02-2008Marta Borcha
Madrid – Las desapariciones y las denuncias de intentos de secuestro de menores a lo largo de toda la geografía española siembran el terror y el pánico en la sociedad. Todos los casos son investigados, pero en ocasiones no se corresponden con secuestros reales.
En los últimos días, las Fuerzas de Seguridad han desmontado dos falsos secuestros que habían denunciado dos niñas, de 12 y 11 años, de Atarfe (Granada) y Molina de Segura (Murcia), y que acabaron confesando que se lo habían inventado todo para llamar la atención y para evitar el castigo por llegar a casa tarde.
La alarma ante los posibles raptos se ha desatado en Andalucía. En Málaga, la Policía ha detenido a un ciudadano nigeriano acusado de intentar secuestrar a una niña de dos años en un centro comercial. La abuela de la pequeña la tenía sujeta de la mano cuando notó un fuerte tirón y vio a un hombre de raza negra que intentaba arrebatarle a la niña. La anciana forcejeó con el agresor y logró evitar el rapto.
A este hecho se une a otro en Benalmádena, donde los padres de una niña de 11 años denunciaron que un hombre le tapó la boca y trató de meterla en un coche cuando salía del instituto. La menor le propinó varias patadas al desconocido, logró liberarse y consiguió huir.
La inquietud y la intranquilidad también han llegado a Jerez. Allí, dos adolescentes de 12 y 16 años afirman que sufrieron sendos intentos de rapto por parte de un motorista en un margen de tres horas. Aunque su forma de actuar parecía igual en ambos casos, las declaraciones de las chicas diferían en detalles, como el color del ciclomotor.
Realidades y bulos
La desconfianza también golpea a Granada, donde la desaparición de Teresa Fernández durante las fiestas patronales de Motril, hace ahora cuatro años, sigue sin esclarecerse. En la misma localidad, una madre ha denunciado estos días que intentaron arrebatarle a su hijo de dos años. La Policía Nacional quita importancia a los rumores que corren por las calles de la ciudad sobre varias tentativas de secuestro de niños. «No hay por qué alarmarse. Son bulos. La gente ve fantasmas donde no los hay, son interpretaciones erróneas de algunos gestos. Estamos investigando, pero no hay nada», indican.
El temor a que el pánico se instale en la Comunidad andaluza lleva al delegado del Gobierno en esta región, Juan José López Garzón, a pedir la calma y mostrar su preocupación porque se produzcan denuncias de falsos secuestros, «ya que ocasionan que se pierda esfuerzo policial». De hecho, «ha habido otras falsas alarmas», confirma.
Tampoco Galicia se escapa del clima de angustia que viven las familias. En las localidades de A Pobra y Boiro se investigan las denuncias de dos intentos de secuestro a dos menores en apenas una semana. En ambos, las víctimas iban camino del colegio y los testigos aseguran haber visto a los presuntos asaltantes al volante de una furgoneta blanca.
Los Cuerpos de Seguridad indagan en Badajoz sobre otro caso similar, el de una adolescente de 14 años que escapó de su supuesto secuestrador arrojándose del vehículo en marcha en el que éste quería llevársela.
Las denuncias de secuestros se multiplican ¿Psicosis o realidad? La sensación de inseguridad infantil que vive la sociedad canaria no parece un miedo infundado. A las desapariciones de Sara Morales y Yéremi Vargas, en 2006 y 2007, se une ahora el rapto frustrado de Sandra, una niña de 9 años a la que un individuo en una furgoneta blanca, con antecedentes por abusos sexuales, trató de llevarse por la fuerza mientras caminaba por Telde. Estas historias se producen en un momento delicado en el que en Huelva buscan sin cesar a Mari Luz Cortés, la pequeña de cinco años que salió a comprar golosinas y nunca regresó, mientras que en Mijas no dan con el paradero de la joven irlandesa de 15 años Amy Fitzpatrick, desaparecida también en enero, o con la de Madeleine, en Portugal.
Destino fatal
Los archivos de la Policía Nacional, la Guardia Civil, la Ertzaintza y los Mossos tienen 200 expedientes sin cerrar de menores desaparecidos. Estos casos, catalogados como «de alto riesgo», explica una fuente policial, «son desaparecidos en contra de su voluntad, por los que no se pide un rescate económico. Son secuestros con fines sexuales que, desgraciadamente, terminan en homicidio. Muchas veces no aparecen los cadáveres, que se entierran en campos y parajes poco transitados». En los diez últimos años han sido hallados muertos quince menores desaparecidos. La última, Fernanda Fabiola, de 15 años, desaparecida en Tenerife en julio de 2007 y encontrada un mes después, fue violada por su asesino, colombiano, ya detenido.
Gran parte de los individuos que han cometido estos delitos «ya han cumplido condena», señala el ex policía Jerónimo Boloix: «Se trata de personas que ya han dado indicadores de sus desviaciones sexuales hacia los niños. La mayoría son pederastas que reinciden, que ya han pasado por la cárcel y que durante su presidio han ido alimentando sus fantasías sexuales con menores». Aunque son enfermos mentales, aclara, «no tienen alterada su capacidad de discernir, son conscientes de la maldad de sus actos, pero no les importa la trascendencia de ellos».
La elección de las víctimas de estos indeseables, destaca, es siempre azarosa: «El hombre del coco que entra en casa para robar niños no existe, en el cien por cien de los casos los secuestros tienen lugar en la vía pública. Los pederastas se apostan en un parque y allí, sobre la marcha, eligen a un menor que esté en condiciones óptimas para llevárselo con cierta impunidad».
El móvil sexual es el principal detonante de estos raptos, pero, como asegura Boloix, «también hay un porcentaje que se da entre la etnia gitana relacionada con la delincuencia, en el que el secuestro viene motivado por la venganza».
Abusos sexuales
Según la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), en España más de 20.000 menores son víctimas de la explotación sexual y laboral. «La trata de menores españoles es más complicada, pues es casi imposible sacar a un niño del país sin sus padres. Las menores prostituidas suelen ser chicas rumanas o rusas, de 15 a 17 años, que llegan engañadas por las mafias organizadas con falsas promesas laborales. Luego les quitan el pasaporte y las prostituyen», explica una fuente policial, quien recuerda el caso de una menor rumana a la que rescataron en un piso en Madrid donde «le pegaban continuas palizas y la estaban curtiendo para llevarla a la Casa de Campo y prostituirla».
Mientras la rumorología y la creación de leyendas urbanas se extienden, a las puertas de las guarderías las madres se muestran inquietas y desconcertadas. «No son leyendas, el otro día cerraron un centro comercial porque una madre dijo que le habían secuestrado a su bebé. La Policía lo encontró en los lavabos, envuelto en una manta, con el pelo cortado al cero, y en manos de dos rumanas», expone una madre. Historias semejantes en diferentes escenarios – supermercados, parques, kioscos, colegios – circulan a través del boca a boca. Realidad o ficción, toda precaución es poca cuando se trata de la vida de nuestros hijos.
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