La familia, y no el Estado, es la tabla de salvación en momentos de crisis

ABC, 27-01-2008

POR VIRGINIA RÓDENAS

FOTOS: JAIME GARCÍA

El hombre que se ha sentado tras la mesa es un sociólogo sin sesgos ni escoras. Ni se deja llevar por los prejuicios ni cae en la trampa de lo políticamente correcto. Su misión, interpretar la sociedad en movimiento. Su último análisis, «La generación de la transición: entre el trabajo y la jubilación», es una radiografía conmovedora de la España madura de nuestros días. El que sigue es su diagnóstico y su pronóstico.

- La economía, enferma con pronóstico reservado, ya no disimula el desorden político y cultural del que usted hablaba hace un año. ¿Cómo ve el panorama de la sociedad española tras el fin de la bonanza económica?

- El problema a corto plazo se manejará o no, ya veremos, pero a medio y largo es más difícil de manejar porque nuestra economía no está orientada a sostener una alta dosis de competitividad en los mercados mundiales, tira mucho de una demanda interior basada en gran parte en turismo y construcción, y con un recorrido corto en lo que se refiere a productos de calidad y un alto contenido de tecnología. La opinión pública está ahora despertando de un letargo, pero lo hace con dificultad. Hay una intuición correcta de que se ha estado operando con un nivel de política económica superficial, pero muchos problemas tienen detrás una trayectoria de veinte o treinta años. La prueba es que nuestro sistema educativo y de investigación es modesto y no tiene mucho impulso. Es bueno que en la campaña electoral se discuta la situación económica, pero debe discutirse sobre el fondo y las expectativas de futuro. En cuanto al talante con el que discutir esto, no tiene que haber pánico, pero entre la pachorra infinita y el terror, las personas razonables se sitúan en una alerta preocupada.

- Zapatero pide tranquilidad ante los datos objetivos. Uno es, según su estudio, que el 40% de los padres entre 65 y 70 años tienen aún en casa hijos sin emanciparse. Cuando menos, inquietante. Y si a eso le añadimos que una cuarta parte del total de estos españoles, además, se hace cargo de sus padres y cuida de sus nietos, lo que tenemos delante es una epopeya. ¿Sobrevivirán?

- Eso hay que verlo con una mezcla de sentimientos. Es un riesgo, pero también es un reto. Hay que prever cómo ellos van a reaccionar. Dos tercios de estas personas están en una forma física razonable, no se sienten dependientes en exceso, ni física ni psicológicamente, están rodeados de una red social que es una carga pero también una base emocional y un motivo para vivir; han reunido unos ahorros, tienen vivienda y unas economías en un punto de equilibrio y, en esas condiciones, creen que pueden aguantar bastante el tirón. El irse alejando del trabajo y entrando en otra fase de la vida da una oportunidad. Estamos ante gente sensata en sus posiciones políticas, más centrada que los jóvenes, que llegan un poco ofuscados; tiene un poco más de sabiduría que la generación intermedia, ansiosa por triunfar y un poco angustiada. Si se le ayuda, puede resolver muchos de sus problemas casi por sí misma. Esta gente ha llevado el país adelante durante 30 años. No ha sido la clase política sino esta gente la que ha estado en la brecha, las clases medias y trabajadoras, los dos tercios o más del cuerpo del país. Su historia es una buena historia.

- La situación se complica para estos héroes a la vista de la caída de la Bolsa (un 30% tiene planes de inversiones, el 11% fondos de inversión, el 9% acciones de Bolsa). ¿Qué repercusiones tendrá esto en el medio y largo plazo?

- Es una situación delicada, pero hay que plantearlo como un reto a su libertad y su capacidad de razonamiento. Decidir dónde se pone el dinero es una responsabilidad personal, y no puede estar «papá Estado» resolviendo eso. De hecho, han sido más bien prudentes; sus pautas de inversión han sido más bien conservadoras. Han hecho inversiones en ladrillo, que les han tranquilizado. Los avatares de las bolsas son parte del juego, y una llamada de atención para estar alerta.

- ¿La que usted llama «generación de la transición» – los españoles entre 50 y 70 años – marca el final de una etapa en España y luego las cosas ya no serán nunca como hasta ahora?

- El final de etapa es mucho decir, porque si cogemos a la clase política actual, tiene entre 50 y 70 años, salvo excepciones, y está muy lejos de pensar que ella está al final. Estos políticos se creen al comienzo de un horizonte grandioso. Y si ellos lo ven así, ¿por qué va a pensar el resto de la generación a la que pertenecen que está al final de la etapa? El liderazgo de las empresas españolas está entre los 50 y los 70, igual que el de los medios de comunicación, ¿por qué ellos sí están en pleno apogeo, y no el resto? De todas formas, esta gente va a estar ahí los próximos 20 años. Se van a agarrar a la vida hasta el último momento, y en el imaginario colectivo está ya que esperen llegar a los 100.

- El presidente Zapatero también ha dicho que habrá tantos tipos de familias como los españoles quieran. ¿Esos nuevos modelos servirán como la familia – de – toda – la – vida para sostener la sociedad en épocas de crisis, mucho más incluso que el Estado, como se ha demostrado?

- La familia ha tenido muchísimas formas de estar y de ser en el mundo desde hace miles de años, y qué tipo de familia hemos tenido no ha sido jamás el resultado de la decisión de unos gobernantes. La imagen de unos representantes políticos que van a definir y decidir qué familias hay o va a haber supone un despliegue de ilusión política. Hay que observar qué transformaciones se van produciendo a lo largo del tiempo. Desde hace varios siglos tenemos una familia nuclear, en torno al clásico «padres e hijos con abuelos alrededor». En los márgenes de eso, hay una experimentación social múltiple, a la que se le pueden dar los estatutos jurídicos que cada sociedad crea conveniente. Lo fundamental no va por la vía de aplicar ciertas reglas de procedimiento para que los contratos sean de una u otra forma; lo esencial sigue ocurriendo, hoy por hoy, empírica y normativamente, en torno a la experiencia de la familia tradicional, con algunas variantes. Tiene muy buena salud, por el momento. La intensidad de los afectos y la importancia de los intereses que traban estas estructuras familiares son enormes. Y es lo que permite absorber muchos choques externos. Sin ella, en España hubiera sido imposible la propia consolidación democrática, si se piensa en las tasas de paro de los años 80 y buena parte de los 90, muchos años en torno al 20%. Quien resolvió esos gravísimos problemas fue el pueblo llano, porque había una estructura familiar que aguantó. Un patrón que se repite en épocas de crisis. También hoy el sistema de bienestar se sustenta en apoyos familiares. Una buena parte de la vida económica pasa por empresas que tienen componentes familiares importantísimos.

- Otro número conmovedor: el 20% de los españoles entre 50 y 70 años sigue pagando hipoteca.

- Hay que tener en cuenta que el 90% tiene casa propia. Los españoles somos un pueblo de «obsesos inmobiliarios» que queremos a toda costa tener propiedad, lo que no pasa tanto en otros países. Y por eso se pagan las hipotecas; el hecho puede ser preocupante o no, según como evolucione la situación.

- ¿Es de los que ve en la inmigración la tabla de salvación de nuestras pensiones?

- No. La llegada de inmigrantes aumenta los cotizantes, pero, en el largo plazo, éstos acabarán siendo receptores del sistema; por eso los problemas del equilibrio del sistema hay que verlos en el largo plazo.

- Hay otros datos que hielan la sangre: el 37% de los encuestados se queda sin habla cuando se le pregunta, ante una duda razonable, si cree que podrá cobrar su pensión del Estado.

- Aquí no se pueden tomar posiciones en términos de blanco o negro. Los expertos dicen desde hace muchos años que va a haber una crisis del sistema de bienestar, que la gente se va jubilando antes, y luego va a tener 20 ó 30 ó 40 años en que va a ser receptora de un servicio que financiará la Seguridad Social. Serán cotizantes convertidos en receptores. Y además habrá que cuidarlos con atenciones sanitarias y sociales crecientes. Eso supone gasto. Del lado de la cotización, la gente tiene menos hijos y se preven menos cotizantes. Se piensa que ingresos y gastos no van a encajar en el medio y largo plazo. Parece elemental. ¿Qué solución tiene? O vienen inmigrantes, o se aumentan las cotizaciones, o se jubila la gente más tarde, o se reducen las pensiones y los servicios. La gente no quiere jubilarse más tarde, no quiere cotizaciones más altas y no quiere reducir los servicios. Los políticos dudan. Así que se van ajustando las cosas a su aire. Vienen los inmigrantes. Los que pueden, cogen planes de pensiones privados, y el gobierno lo incentiva diciendo: si usted tiene niveles de ingresos modestos, la pensión se parecerá mucho a sus ingresos; pero si los tiene más altos, su pensión va a ser comparativamente muy baja.

- El 95 % de los españoles en activo no estaría dispuesto a jubilarse después de los 65 años. ¿Es factible esa reticencia?

- La gente suele situar el momento de la jubilación en torno a los 60 años; a veces lo hace antes. Lo acepta cuando llega, no quiere trabajar mucho más, le parece decente hacerlo entonces, y razonable porque hoy por hoy lo ve en el contexto de cierto equilibrio de recursos económicos, sociales, de salud. No creo probable que ese equilibrio vaya a cambiar mucho en el corto plazo. Por tanto, creo que va a haber una resistencia a prolongar la vida laboral. Los políticos que piensen en aumentar la edad de jubilación deberán flexibilizar las reglas del juego para que el que quiera continúe; también podrían favorecer el trabajo a tiempo parcial, que introduciría un elemento de flexibilidad adicional.

- Su colega Ángeles Durán insiste en la catástrofe que representa que nuestro sistema de pensiones se sustente sobre el error de que va a haber personas dispuestas a hacerse cargo gratuitamente de una población envejecida que cada vez tiene más enfermos de larga duración. ¿Qué futuro nos espera?

- María Ángeles y otras personas ponen sobre la mesa un tema muy interesante, con muchos ángulos, que debería ser objeto de un debate continuado de la sociedad, porque no tiene soluciones obvias. Ese trabajo es tiempo y es energía, ¿requiere una remuneración?, sí, pero ¿quién la da, bajo qué formas y en qué condiciones? ¿Va a ser algo que planteemos en términos de un mercado, de unos intercambios familiares, de incentivar el juego de las ong, de dinero público? Deberíamos permitir varios experimentos y ver lo que ocurre en otros países. Hay muchas instituciones que pueden decir y hacer cosas razonables sobre esto como las familias, asociaciones, iglesias, gobiernos locales…

- Precisamente han sido las mujeres hasta ahora, que además son mayoría en este grupo de mayores de 50 años, las que han cargado con el 80% de ese trabajo no remunerado. En su estudio se incluye a las amas de casa en el epígrafe de «inactivas», que al margen de feminismos estúpidos, resulta doloroso. ¿Cuál es realmente su papel?

- Que las «amas de casa» estén consideradas como «inactivas» es una convención estadística secular, incorrecta porque su actividad es enorme y cumplen funciones fundamentales. En general, las mujeres están en el centro no sólo de la familia sino de la sociedad. Trabajan fuera y dentro de hogar, son las que más cuidan de los demás, son las empresarias emocionales de la familia, las redes familiares son impulsadas por ellas. Es lógico que las mujeres sean las protagonistas de la situación muchas veces, porque suelen ser más realistas y más sensibles a la complejidad de muchos argumentos. Por esto creo que, a la hora de resolver los problemas de trabajo y familia, pero también de la sociedad y de la vida política, sería bueno colocar en el centro de todo esto a la mujer, no sólo porque es la que va a hacer la mayor parte de las cosas, sino porque, además, es la que mejor las piensa.

- ¿Qué hace falta para que la sociedad corrija de una vez esa injusticia flagrante que condena a las viudas de España a malvivir con pensiones de miseria?

- No hay razones de justicia, económicas, comparativas con otros países, que justifiquen eso. Imagino que su reforma será factible en un corto plazo, a poco que haya presión social.

- ¿Qué perdemos sin abuelos que cuiden de los nietos por causas de una vida laboral más larga, otro estilo de vida…?

- Sería calamitoso. Esta relación es una oportunidad para ayudarse mutuamente en las dos fases de vida, puenteando un poco a la generación adulta, para transmitirse pautas de cariño y de protección recíprocas, porque con el tiempo las donaciones, que hoy son sobre todo las de abuelos a niños, con el desarrollo del altruismo y la generosidad, retornan de los niños hacia los abuelos. Se desarrolla el sentimiento de confianza en sí mismo y en el ambiente emocional inmediato. El contar no con una persona de autoridad que se ejerce, sino de autoridad que no se ejerce pero que está, introduce un elemento de complejidad emocional e intelectual cognitiva y moral que para los niños es de gran importancia, y que se contrapone a las simplificaciones emocionales, morales y cognitivas del sistema educativo en el que van a entrar.

- No podemos dejar en el tintero el fin. Si muchos integrantes de la generación de la transición consideran una conquista haber llevado la esfera de la libertad y de la razón al momento del nacimiento – paternidad y maternidad responsable – , ¿estarán también a tiempo de arrastrarlas al momento de la muerte?

- Uno de los factores de la superioridad moral y cognitiva de la gente mayor es el de tener conciencia de los límites de lo que uno controla. No controlamos el nacimiento, porque tú no has decidido el tuyo, ni elegido tus genes, no eres el creador de ti mismo, y tampoco controlas la muerte. Por lo tanto, esa capacidad de control que algunos llaman «conquista» es muy limitada. La conciencia de los límites es lo que se ha llamado desde hace milenios «sabiduría». Lo otro suelen ser fantasías de omnipotencia, infantiles. No hay controles últimos. Ocurren cosas muy importantes que no controlamos, y uno las acepta lo mejor que puede y sabe, y acompaña a los demás a hacerlo así.

- Después de todo, ¿a qué aspiran estos españoles que tras una larga vida laboral tratan de encajar el papel de un jubilado?

- Aspiran a lo fundamental: vuelven a la importancia de ser, de seguir siendo, y para ser, de hacer cosas. Eso es sabiduría acerca de la condición humana.

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