Los consortes pelean por el voto
Bill Clinton y Michelle Obama buscan el respaldo femenino en Carolina del Sur
Las Provincias,
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26-01-2008
En el estado de Iowa se las llevó Barack Obama. En New Hampshire, Hillary Clinton. ¿Con quién se irán las mujeres de Carolina del Sur? ¡Consortes al ataque! Michelle Obama se recorría ayer peluquerías, galerías de arte y hasta guarderías agitando a las de su género y su raza con más pasión que su propio marido, “el hombre más inteligente y más honesto que vais a conocer en vuestras vidas”, les prometía.
La víspera había acabado su intenso recorrido en Charleston, que concentra todo el sabor del sur, con sus casas coloniales y las mujeres negras de grandes pamelas que parecían salir de una misa góspel. Se aglomeraban cientos de mujeres y algunos hombres en la galería de East Bay Street para escuchar a la mujer que quieren convertir en la primera dama de color.
Para cuando alguien chilló “¡Ya está aquí!”, Michelle Obama se retrasaba ya más de media hora, y algunos entre el público llevaban más de dos horas esperando. “Perdonad el retraso”, se disculpó cuando al fin apareció en la tarima. “Es tarde y tenía que hablar con mis pequeñas antes de que se fueran a la cama”. Era algo que la mayoría de las mujeres en la sala podían perdonarle. Michelle, como les dijo después, no les pedía el voto para su marido como esposa, sino como madre que busca un futuro mejor para sus hijos y todos los niños del país.
“Señora Obama”, le preguntó horas antes en una peluquería una niña de diez años. “¿Se da usted cuenta de que si su marido gana las elecciones será histórico?”. Ella sonrió y le contestó afirmativamente con mucha seriedad para no herir sus sentimientos. “¿Y para ti, qué signicará?”, la cuestionó. “Que puedo ser lo que quiera”, le respondió la niña, dejándola helada.
Michelle no se refiere a Hillary Clinton, a quien muchas quieren ver convertida en la primera mujer presidente para pasar una nueva página en la lucha por la igualdad. Eso se lo deja a Betsy Myers, la directora de su campaña nacional que trabajase en la Casa Blanca de Bill Clinton al frente de la Oficina de Iniciativas para Mujeres. Ahora aprovecha esa experiencia para organizar las Mujeres por Obama, después de haber cambiado lealtades. Myers había jurado no volver a la arena electoral “porque tenía un trabajo que me encantaba, un hija de cinco años y un marido al que quiero conservar”, explicó, pero ha vuelto a comprometerlo todo para convertir en presidente “al mejor líder que vaya a ver mi vida”, dijo a la enfervorizada audiencia. “¡Barack dice la verdad, es lo que veis, es auténtico!”, les aseguró.
Entre el público, Ronda Dean, una de las pocas indecisas que habían acudido al acto para decidir si votaban por Clinton o por Obama, acabó convencida de que la hora de los Clinton se ha pasado. “Obama representa un nivel de cambio que no hemos visto antes en este país”, reflexionó. “Como feminista me gustaría ver a una mujer convertida en presidente, pero no creo que Hillary sea la mujer adecuada”.
A una hora de camino, en Walterboro, el expresidente Bill Clinton intentaba convencer de lo contrario a una audiencia de 300 personas, mayoritariamente blancas. Estaba en su salsa. Armado con una ristra de datos comparaba los logros de su mandato con los de Bush, que palidecen en cuanto a creación de empleo, déficit, fracaso escolar y un largo etcétera que él explicó detalladamente durante más de dos horas. Al final, consiguió convencerlos. Hillary Clinton puede o no puede ser la mejor candidata, pero su marido fue el mejor presidente que recuerdan. Y ahora que se avecina la recesión económica, que muchos no pueden con los pagos de la hipoteca y menos con los de las tarjetas de crédito, “tener a Bill Clinton detrás es una garantía”, decía Matt Reeves, un camionero de 38 años, tres hijos y dos ataques al corazón, que no sabe cómo pagar por las medicinas para evitar el siguiente.
Al contestarle a sus dudas Bill Clinton lo miró a los ojos, le preguntó si los que estaban sentados a su lado eran su mujer y sus hijos, compartió con él los detalles de su propio tratamiento, y se lo acabó metiendo en un bolsillo.
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