La muerte violenta de una mujer en la localidad murciana de Los Alcázares, cuando intentaba defender a su hija del maltrato al que la estaba sometiendo quien fuera pareja de ésta, no sólo incrementa la brutal estadística del terror machista, sino que añade un nuevo episodio en el que el agresor, la víctima o ambos son inmigrantes. La nacionalidad marroquí del presunto homicida en ningún caso puede ser utilizada para alimentar el miedo o la prevención xenófoba respecto a personas de ese u otro origen. Pero por procelosas que deban ser las explicaciones culturales o psico – sociales en torno a la posesión de la mujer por el hombre y respecto a la posible agudización de tal patología social por efecto del desarraigo, parece evidente que buena parte de los esfuerzos en la prevención y detección a tiempo de la violencia sexista han de orientarse hacia la inmigración y sus hogares.