EL RETO DE LA INMIGRACION / La picaresca
«He venido a Madrid para ver la torre Eiffel»
El Mundo, , 20-01-2008Para quedarse en nuestro país, los ‘irregulares’ mienten sobre el motivo de su viaje, rompen y falsean pasaportes o llevan menores Un subsahariano llega al control fronterizo del aeropuerto Barajas. Traga saliva antes de enseñar al policía su pasaporte falsificado. «¿Así que usted es de Costa Rica?», le pregunta el agente un poco mosqueado. Este asiente y responde con un hilo de voz: «Oui, monsieur». No sabe ni una palabra de español.
«La picaresca ha llegado a extremos inimaginables e increíbles», explican fuentes policiales. «Hay medio centenar de casos distintos para tratar de entrar irregularmente». La última modalidad es usar como escudo a los menores – incluso recién nacidos – para conmover a los agentes y evitar la expulsión. Pero hay otras estratagemas muy recurrentes:
Rescate de pasaportes en el WC.
Dos ciudadanos de Sri Lanka llegaron a Barajas sin ningún tipo de documentos. Habían roto sus pasaportes en pedazos, que tiraron por el toilette del avión. Tras varias penalidades, los agentes lograron rescatar algunos. Cuentan en el aeropuerto que la patente de este truco la tienen los subsaharianos. Se trata de que la Policía no averigüe su identidad para que no pueda repatriarles. Por eso no abren la boca, ni responden a las preguntas. Al final, optan por pedir asilo, ante el temor a la expulsión. La ley dice que, si un ciudadano no entra en el aeropuerto con la documentación exigida, la compañía aérea está obligada a devolverle al lugar donde lo recogió. Como cada vez las rutas son más complejas, es posible que un guineano acabé sin papeles en Moscú, porque fue allí donde hizo escala.
Ciudadano de la «República del Reino de España».
La segunda variante es llevar un pasaporte falso, aunque los inmigrantes procuran salir de su país con el auténtico para que no les pillen nada más comenzar su travesía. Suelen llevar documentación comunitaria, sin reparar en lo mucho que canta un senegalés con pasaporte alemán. Se han detectado, también, algunos pasaportes de naciones inventadas. Por ejemplo, se encontró uno de la «República del Reino de España» y otro, supuestamente diplomático, que tan sólo ponía «miembro del Parlamento de Asuntos para la Paz».
La falsificación de pasaportes se estila, sobre todo, en Sudamérica y en la zona anglófona de Africa, así como en China. Sus usuarios son más difíciles de expulsar porque, al llegar, presentan una identidad distinta a la que tenían cuando comenzaron el viaje y la aerolínea puede poner pegas para devolverlos, alegando que no figuran en la lista de pasajeros. Por eso la policía los espera a la salida del avión. «Hacemos controles en el 90% de los vuelos que proceden de zonas que no son Schengen», explica un agente, destacando la excelente colaboración que existe entre la Policía de Barajas, Aena y las autoridades de Marruecos, Senegal, Nigeria, Malí, Egipto y algunos otros países.
Chin Lu es Chun Li.
Esta modalidad, a la que fundamentalmente recurren los asiáticos y los africanos, consiste en suplantar la identidad de un compatriota. Un ejemplo: Chin Lu, que tiene tarjeta de residencia, va a su Shanghai natal por vacaciones. Allí vende a buen precio todos sus papeles y, cuando los necesita para regresar a España, dice a la embajada que se los han robado y pide un duplicado. La compradora (pongamos que encima se llama Chun Li) se hace pasar por ella en el aeropuerto y nadie se da cuenta. Y más si tiene la misma edad y unos rasgos físicos ligeramente parecidos.
El informático que no sabe encender el ordenador.
El grupo más numeroso de impostores es, sin embargo, el de los «falsos turistas», que en principio vienen de forma temporal pero luego se quedan para siempre. Se les detecta en una breve conversación. «He venido a Madrid para ver la torre Eiffel», aseguró uno de ellos. Otro dijo que era informático y, cuando la policía le puso delante del ordenador, no sabía ni encenderlo. Muchos de ellos recitan de memoria lo que han aprendido en los documentales sobre la cultura española que ponen en el avión. La policía los devuelve a su país cuando no cumplen los requisitos que impone la Ley de Extranjería: visado o, en su defecto, billete de vuelta, dinero suficiente para costear la estancia, pasaporte en vigor, reserva de hotel y carta de invitación.
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