Mi primer trabajo en Europa

Decenas de 'varillas' se ganan la vida en los aparcamientos de la ciudad autónoma Argelinos, indios y pakistaníes acaparan la mayoría de las zonas de 'parking'

Diario Sur, TEXTO: E. CABRIA/ J. SAKONA / FOTOS: SKN / CEUTA, 21-01-2008

Jamal tiene suerte. Llegó hace cuatro meses a Ceuta desde Argelia y puede ganar hasta cinco euros en un día bueno. Su lugar de trabajo abarca desde la entrada al Patio de Armas de las Murallas hasta el cruce con la plaza de África, una muy buena zona. Su turno dura cuatro horas, luego dejará su puesto a un compañero. Él no lo sabe, pero en Ceuta es ‘varilla’; ‘gorrilla’ en Sevilla; o ‘boby’ en Algeciras): aparca coches y se encarga de que el vehículo esté a buen recaudo. Es su primer empleo en Europa. Y a mucha honra.

No todos tienen tanta suerte. Jamal es uno de los decenas de ‘varillas’ que ejercen este (innecesario) oficio en la ciudad autónoma. Nada que ver con los ‘gorrillas’ sevillanos, acusados de ejercer la micro – extorsión. El inmigrante que pulula por los aparcamientos ceutíes mendigando una limosna por colaborar en el aparcamiento y vigilancia del vehículo suele ser callado y educado. Algún subsahariano, pocos, pakistaníes, indios y sobre todo argelinos se reparten las zonas de la ciudad.

Media jornada

Los inmigrantes indocumentados procedentes de Argel, han desbancado a los subsaharianos en una de las zonas más solicitadas: la plaza de África, hasta hace apenas unas semanas feudo de los subsaharianos y hoy poblada por argelinos. «Aquí solo Argelia», subraya Kader, de 33 años. ¿Y los subsaharianos que estaban aquí hasta hace poco? «En la Península, se los llevan, a nosotros no», aclara chapurreando un idioma casi universal a medio camino entre el francés, el inglés y palabras sueltas en español.

Trabajan alrededor de cuatro o cinco horas, para poder comprar comida. Consiguen entre tres y cinco euros a golpe de pequeñas monedas de diez, veinte o cincuenta céntimos. «A veces un euro», explica a su lado Yussef, 21 años, «con dos años de periodismo en la Universidad de Argel», puntualiza pidiendo trabajo al reportero. Kader y Jussef comparten la zona de aparcamiento entre la Comandancia General y el Parador la Muralla. Al otro lado de plaza de África están Slimani Ahmed y Beloudatti Benabdellah, otros dos argelinos, veinteañeros también, que son «compañeros de trabajo», ríen.

Hace apenas una semana, los ‘varillas’ saltaron a las primeras páginas de los periódicos por un trágico suceso. Uno de ellos moría apuñalado en una pelea por una zona de aparcamiento. Hoy, el lugar del crimen, hasta hace bien poco una de las zonas más solicitadas (el parking de la rotonda de ‘Pepe el Caballa’, en Cañonero Dato), está desierta. Sin ‘varilla’ que lo vigile.

El Puerto, despejado

Sólo dos ‘varillas’ siguen en su puesto. Uno a cada extremo de la avenida del Puerto. Tras la cafetería de Musa trabaja Medi, 26 años y natural de India. Un conductor marroquí acaba de darle 50 céntimos. En su Calcuta natal era agricultor, en el Primer Mundo ayuda a aparcar coches por un módico salario diario cuya cantidad se niega a desvelar. «No se dice», zanja dando a entender que prefiere no hablar y seguir a lo suyo. Al otro extremo de Cañonero Dato trabaja Nawaz, llegado de Cachemira (india) hace cuatro meses. Consigue arañar dos o tres euros al día, casi siempre monedas de diez y veinte céntimos. «El centro es mejor zona pero es de los argelinos», explica. El poco dinero que consigue lo utiliza para llamar por teléfono a su familia, de comer ya se encargan en la Casa del Mar. «Suficiente ha tenido ya el hombre sólo con llegar hasta aquí», lamenta uno de los empleados del local, «ya nos encargamos nosotros de darle algo de comer, qué menos».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)