Moribunda deportada
El Periodico, , 21-01-2008Con 39 años, a Ama Sumani le queda poco tiempo. Un cáncer terminal no le da tregua. Solo el tratamiento que recibía en Gales podía prolongar su vida. Una diálisis, tres veces a la semana, para que sus riñones enfermos puedan aguantar. Un tratamiento imprescindible para ella que, sin embargo, fue interrumpido. A las ocho de la mañana del 10 de enero, cinco funcionarios del servicio de inmigración británico se presentaron en el hospital universitario de Cardiff. De muy buenas maneras y según manda el reglamento colocaron a la paciente en una silla de ruedas y se la llevaron al aeropuerto.
Quienes la vieron dicen que la mujer lloraba en silencio, pero no se resistió. A Ama, natural de Ghana, viuda y madre de dos hijos, le había caducado el permiso para permanecer en el Reino Unido. Había entrado en el país con un visado de estudiante, pero tuvo que trabajar, quedando así en situación ilegal. Luego llegó el cáncer. Las autoridades británicas fueron inflexibles. Las peticiones de clemencia de su abogado, invocando razones humanitarias, no sirvieron de nada. La enferma fue deportada a su país de origen, donde la diálisis es un lujo que no puede pagar.
Escandalizados
La expulsión de Ama escandalizó a los británicos. “Una sociedad rica y civilizada saca literalmente de la cama a una mujer enferma para ponerla en un avión rumbo a un futuro incierto”, señaló Barry Morgan, obispo de Gales. “¿Qué clase de ejemplo moral estamos dando al resto del mundo?”, se preguntó el prelado, quien, junto a otros dirigentes de la Iglesia anglicana, ha pedido la vuelta al Reino Unido de la deportada. Desde la prestigiosa revista científica 1Lancet, se ha acusado al Gobierno de haber cometido “una atroz barbarie” y a la profesión médica de guardar “un silencio ensordecedor”, sobre un caso contrario a toda ética, que hubieran debido denunciar.
Ya en África, Ama descubrió en el hospital de Accra, la capital de Ghana, que tres meses de diálisis costaban 4.200 euros, una fortuna imposible de pagar. La situación era crítica. Sin tratamiento su vida duraría apenas unas semanas. “Su cara y sus piernas han empezado a hincharse, apenas puede caminar. A pesar de tener 39 años, parece una abuela”, contaba en una crónica desesperada Will Ross, el corresponsal de la BBC, que está acompañando a la enferma.
Afortunadamente, la voz del periodista tuvo eco. A la mezquindad de las autoridades, los ciudadanos británicos han respondido con generosidad. Los donativos han empezado a llegar, incluida alguna oferta de trasplante de médula. Ama ha reiniciado la diálisis, mientras siguen las presiones para que retorne a Gales. “Incluso aún no es muy tarde para que reconsideren su situación y le permitan volver”, dijo Annan Cato, del Alto Comisariado de Ghana en Londres. “Así se lo pido a las autoridades británicas. Lo han hecho en el pasado y confío en que lo vuelvan a hacer”, proclamó.
Futbolista descubierto
Rhodri Morgan, primer ministro de la Asamblea Autónoma de Gales, ha comparado la suerte de la enferma ghanesa con el caso del futbolista Al Bangura. Los del servicio de inmigración habían amenazado con enviar de vuelta a Sierra Leona, donde nació hace 19 años, al centrocampista del Watford. Inmigrante sin papeles, descubierto por los técnicos del equipo cuando jugaba con el balón en un parque, su petición de asilo político había sido denegada.
Finalmente, el contrato de trabajo con el club inglés de segunda división le ha permitido quedarse provisionalmente. “El asunto te hace pensar que, si se le da ese tratamiento a un futbolista, también se le debería dar a una persona de Ghana que necesita diálisis”, afirma Morgan. El fútbol, es bien sabido, abre puertas cerradas para otros. Aunque Bangura, con muchos traumas también a sus espaldas a pesar de sus pocos años, merece que el destino le sonría.
(Puede haber caducado)