El conseller d’Educació, Ernest Maragall, ha vuelto a sorprender a propios y extraños con el anuncio de una iniciativa del Govern que explicará en los próximos días. De momento, se ha limitado a señalar que la Generalitat creará aulas específicas para inmigrantes. La medida, sin conocerse aún más detalles, sólo puede llevar a la reprobación, y así se manifestaron ayer los principales sindicatos de la enseñanza.

Que el nivel educativo de los jóvenes catalanes es mejorable lo ha señalado el informe Pisa, y otros indicadores apuntan hacia el descenso en la calidad de la enseñanza. Más allá de la vigencia de un pacto nacional por la educación en Cataluña, y del interés creciente de la clase política catalana y española por cambiar estos valores, lo cierto es que separar a los alumnos inmigrantes de los que están integrados en Cataluña sólo puede llevar a la constitución de nuevos guetos, en aras a mejorar las cifras del fracaso escolar.

Es cierto que la acogida de la inmigración es una difícil prueba a la que se enfrenta todo sistema educativo, pero también lo es que existen soluciones mucho más adecuadas, las cuales permiten la interrelación de los niños en una etapa de su vida en que les resulta más fácil aprender y asimilar la cultura y los conocimientos generales que requiere el país de llegada. Otra cosa será observar cómo va a articular la Generalitat este tipo de asistencia, de quién va a depender – la idea apunta a que serán los servicios sociales los que asumirán este reto – , y cómo se va a producir luego la reunión entre niños autóctonos e inmigrantes para que puedan crecer juntos y en igualdad de condiciones.