Califa
«El difunto califa era un hombre discreto, preocupado por la creación de escuelas coránicas. Su padre, Ahmadou Bamba Mbacké, el fundador de la cofradía, vivió como un asceta».
Canarias 7, , 13-01-2008Ndoye El Hadj Amadou
Las Palmas de Gran Canaria
El islam de Senegal está organizado en torno a cofradías. Las más conocidas son las de los tidjaan, layeen, jaadriya y murid. Murió el 28 de diciembre el que dirigía la cofradía murid hasta esa fecha. Se llamaba Saliu Mbacké. Fue el último hijo del fundador de la cofradía, Bamba Mbacké, considerado como un santo. Cuando se supo la noticia, las reacciones fueron emocionantes, espectaculares y ubicuas. Niños, adultos, hombres y mujeres no pudieron contener sus lágrimas. Murieron cuatro o cinco personas al precipitarse hacia el sitio donde se había enterrado al difunto. Televisiones, radios, periódicos hicieron su agosto del evento. La estación de autobuses privados de Dakar, la capital, no pudo satisfacer la demanda de viajeros que deseaban asomarse cuanto antes a la tumba de quien fue su guía espiritual. En España, decenas de fieles senegaleses expatriados pasaron la noche del sábado en vela para recordar al califa. Murides, tidjaanes y otros musulmanes acudieron a la sede de la Asociación de Inmigrantes Senegaleses situada en pleno Madrid para expresar su veneración y su tristeza por el suceso. Muchos quisieron tomar un avión para ir a Tuuba, capital de la cofradía murid y rezar sobre el fresco mausoleo del guía pero no había plaza en los vuelos. En Bamako, capital de Malí, se organizó una sesión de oraciones en el barrio de Hamdallaye. Los responsables de la comunidad murid de ahí viajaron a Senegal para participar en el duelo de tres días (28, 29 y 30 de diciembre) decretado por el gobierno. El presidente Wade, el presidente de las Cortes así como el del Senado y el ministro de Interior fueron a presentar el pésame en nombre del pueblo senegalés. Una delegación marroquí vino a representar a Mohamed VI. Se sumó al duelo la comunidad cristiana (un 5% de la población). El ex califa nació en Diourbel, una localidad no muy alejada de Tuuba, en 1905. Los prisioneros de dicha ciudad empezaron a entonar salmodias que se podían oír a unos cincuenta metros del sitio de su encierro el sábado por la mañana. El difunto califa era un hombre discreto, preocupado por la creación y el mantenimiento de escuelas coránicas. Su padre, Ahmadou Bamba Mbacké, el fundador de la cofradía, vivió como un asceta, entre privaciones, pruebas y la composición de varias obras literarias de inspiración religiosa. Lo desterraron las autoridades coloniales francesas a Mayombé y Libreville; ciudades de Gabón. Se han conservado los lugares de su paso por ese país. Hoy son sitios de peregrinación y Gabón cuenta con fieles murides. Se nombró a otro califa. Este se llama Bara Mbacké. Nació en 1925. Sabe francés y pese a su edad, le apasionan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Dicen que cuenta con amigos entre los hombres políticos senegaleses. Cuentan que se sentía cercano a los responsables del Partido Socialista que perdió el poder a raíz de las elecciones del 19 de marzo del 2000. Hoy está en una situación totalmente distinta. Le toca «velar» en una comunidad integrada por feligreses que viven en Senegal, Malí, Gabón, Estados Unidos, Italia, España, etc. En Senegal, deportistas, empresarios, políticos, gente de la cultura, etc., no vacilan en ostentar su pertenencia a esa cofradía que es dinámica y cuyos miembros son conocidos por su culto al trabajo, como se lo recomendaba su guía Ahmadou Bamba cuyo retrato adorna despachos, pasillos y salones de casas, partes delanteras, laterales, interiores de coches… Los murides son conocidos por su sentido de la organización y la hospitalidad. El que esto escribe ha tenido la oportunidad de visitar un lugar preparado por murides en la calle San Sebastián de Tenerife, en 1994 y otro en Catania, Sicilia (Italia) en 2003. Queda por estudiar el sitio que ocupa el sentimiento religioso en ese fenómeno que se llama la emigración. La fe ayuda a aguantar situaciones difíciles o desesperadas. Los murides han pensado en eso y tienen albergues en que el viajero puede encontrar consolación y reposo mientras mejore su situación. Leí hace dos años en un periódico de aquí la noticia siguiente. Un dignatario murid había comprado en París una casa para que los desamparados de la cofradía o los fieles de paso pudieran tener un lugar donde quedarse en caso de necesidad. Los murides son emprendedores y su peso político y económico aquí y en otros sitios es innegable. El comportamiento del nuevo califa respecto a las autoridades políticas de nuestro país es un tema sobre el cual todos vamos a estar atentos. Con la edad del presidente Wade, mucho está en juego
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