TEATRO / 'Singapur'
Excesiva trascendencia
El Mundo, , 14-01-2008‘Singapur’
Autor y director: Pau Miró. / Espacio escénico: Pi Piquer. / Iluminación: Carles Rigual. / Intérpretes: Ferran Rañé, Laia Martí, Amelé Nwatchok. / Escenario: Sala Beckett. Fecha: del 10 de enero al 3 de febrero.
Calificación: *
BARCELONA. – La trilogía de Singapur de Pau Miró se viste de lujosas galas utilizando tres espacios diferentes con una escenografía distinta y rica para cada una de las piezas que forman la obra.Son tres espacios de gran cuidado estético, con detalles de gran simbolismo – quizá excesivo – con iluminaciones adecuadísimas y medidas – quizá demasiado – , con acertada música y con unas interpretaciones excelentes. Ferran Rañé está expresivo en su exacta mesura. Laia Martí, con la esbeltez de su delgado, ágil y elegante cuerpo, es una actriz versátil, convincente en todos los momentos de su interpretación. El actor senegalés Amelé Nwatchok muestra gran eficacia en su papel de inmigrante llegado en una patera en la que el resto de sus compañeros murieron.
En los 15 minutos de la primera parte de la trilogía – El hombre de los zapatos blancos – , que el público contempla de pie o sentado en un pequeño escalón, estamos en un sector de un puerto en el que Nwatchok muestra el maltrato, los abusos y las burlas a que es sometido el inmigrante. En la segunda parte, el público se traslada a otro espacio escénico con gradas. Es El bosque, y aquí vemos a Nwatchok en una extraña relación amorosa con una bella mujer totalmente desquiciada – Laia Martí – que vive con su padre – Ferran Rañé – ; las alucinaciones se subrayan con ensordecedora música y violentas imágenes proyectadas sobre el fondo del escenario.Ni el hombre en su deseo de ir a Singapur ni la extraña joven tienen futuro. El futuro está en las cenizas que el padre esparce en Singapur, el espacio escénico al que el público se ha trasladado.
El texto tiene un exceso de barroquismo y de pretendida profundidad.Y, sobre todo, hay en todo el espectáculo un exceso de voluntad de trascendencia en los largos fragmentos en que da rienda suelta a la poesía. Es, en el mal sentido, un espectáculo excesivo.
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