ALIANZA DE CIVILIZACIONES

Un modelo para definir el mañana

El Mundo, GIOVANNA MELANDRI, 13-01-2008

La ministra italiana de Políticas Juveniles esboza en este artículo las principales líneas de la Consulta Juvenil para el Pluralismo Religioso y Cultural, una iniciativa puesta en marcha en Italia para que los jóvenes contribuyan activamente a superar y a integrar las diferencias religiosas y culturales que surgen en el seno de las nuevas sociedades complejas por el fenómeno migratorio, el auge de las comunicaciones y los flujos de información global. Señala la autora que las nuevas generaciones tienen la habilidad para transformar el legítimo arraigo a su identidad en instrumento para un diálogo con las otras identidades. El proyecto se presentará en el Foro de la Alianza de Civilizaciones, que tendrá lugar en Madrid a partir del próximo martes.


Basta con mirar a nuestro alrededor, basta con entrar en un supermercado, leer un periódico o encender la televisión para constatar que la sociedad actual es cada vez más compleja. Y esto a causa de la entidad del fenómeno migratorio, que afecta de forma estructural a nuestra época, poniendo a prueba a toda Europa. También gracias a la posibilidad de conocer, en tiempo real, la cultura y la crónica de cualquier rincón del mundo. Es así, finalmente, por el hecho de que están creciendo hombres y mujeres jóvenes que, gozando de una serie de posibilidades (Erasmus, interrail, vuelos lowcost, etcétera) por primera vez viven masivamente la experiencia de ser ciudadanos de un espacio que supera los confines de la cultura nacional. Pero, ¿qué quiere decir sociedad compleja? Y sobre todo, ¿qué pide una sociedad compleja a quien la gobierna?


La complejidad de la sociedad no deriva sólo de la cantidad de preguntas, esperanzas y expectativas que se suman en su interior. Una sociedad, más bien, es compleja cuando la cantidad y la calidad de las preguntas y de las expectativas que surgen dentro de ella es tal que cambia la fisonomía de la sociedad y la percepción que ésta tiene de sí misma.


Este fenómeno planetario adquiere en el viejo continente un matiz peculiar, que se exalta en países con una historia y una geografía en ciertos aspectos parecidas, como España e Italia.


La nueva realidad compleja se impone erosionando un planteamiento granítico de la sociedad misma y, sin embargo, las nuevas generaciones llevan en su fisonomía la capacidad y la sencillez para ser protagonistas de un mundo plural. Son los jóvenes los que con absoluta naturalidad consiguen que el legítimo arraigo a su identidad se transforme en presupuesto e instrumento para un diálogo con las otras identidades, dentro de una cotidianidad capaz de acercar las culturas sin homologarlas. Y el factor religioso muchas veces es la parte más íntima de esta reflexión.


En efecto, cuando la identidad se fundamenta sobre una convicción religiosa y sobre una adhesión confesional es imposible, además de profundamente injusto, pretender su redimensionamiento en nombre de la relatividad contemporánea. Llegados a este punto se abre una encrucijada. O coger la vía del enfrentamiento de civilizaciones teorizada por Huntington, o comprender que las personas que apelan a diferentes experiencias religiosas, aún quedándose arraigadas en su propia identidad, están llamadas a gestionar juntos el espacio neutro del compartir, partiendo del presupuesto común de los principios democráticos expresados en las constituciones.


Es aquí donde surge el interrogante dirigido al Estado. En un momento en el que aparece con fuerza que la identidad religiosa y cultural vuelve a ser un dato importante de la realidad personal y social de los coasociados, ¿puede el Estado seguir ignorándolo? Ciertamente, no. El Estado, quedándose fiel a su vocación laica, no puede interferir en el patrimonio dogmático de cada confesión, pero puede crear aquellas ocasiones de colaboración en las que los ciudadanos creyentes y no creyentes puedan conciliar sus respectivas exigencias dentro del cuadro común de los valores constitucionales.


Intentando leer esta necesidad de la era contemporánea, hace un año hemos creado en Italia la Consulta Juvenil para el Pluralismo Religioso y Cultural. Es justamente un espacio neutro de confrontación de ideas y de conocimiento puesto a disposición por el Gobierno para facilitar caminos de diálogo a veces complicados. Para formar la Consulta se ha llamado a 16 chicos y chicas de 11 confesiones distintas mayoritariamente difundidas en nuestro país (católicos, protestantes, musulmanes, judíos, budistas y otros más), con la tarea de elaborar y proponer al Gobierno, y también a la sociedad, al mundo de los medios y a la opinión pública, proyectos, documentos e ideas que faciliten y animen el proceso de integración y de redefinición de un modelo activo de ciudadanía.


La Consulta no tiene valor representativo de las distintas realidades confesionales y cada consultor se sienta en ella nombrado por el ministro del Interior y no por designación de su confesión. Sin embargo, son un extraordinario punto de encuentro entre el Estado y el gran panorama de la experiencia juvenil presente en Italia. Y estos chicos están demostrando, también a sus padres, cómo se puede y se debe practicar la confrontación de ideas cada día.


En este año, la Consulta ha participado en la elaboración de iniciativas de distintos ministerios, elaborando propuestas y declaraciones, y en muchos encuentros en escuelas, universidades y asambleas asociativas, llevando su punto de vista a los medios y al debate público.


Sobre la base de esta experiencia provechosa de pluralismo y de diálogo, el siguiente paso debería ser el de promover consultas similares en las grandes ciudades italianas que lleven adelante políticas de conocimiento intercultural y de integración civil en aquellos lugares donde más se sufre el enfrentamiento entre las distintas realidades étnicas, sociales y religiosas.


El modelo de Consulta Juvenil se presentará en Madrid a partir del próximo martes, cuando se celebrará el primer Foro de la Alianza de Civilizaciones. La llevaremos como un ejemplo digno de atención, pero estoy segura, al mismo tiempo, que ella misma se enriquecerá por el intercambio de experiencias similares que se llevan adelante en otros contextos, y justamente gracias a la Alianza de Civilizaciones, en un mañana no muy lejano, aquella red que se empieza a vislumbrar en Italia podría adquirir una dimensión planetaria. Una red construida por nuestros jóvenes, que ya tienen hoy en sus manos más de lo que ellos mismos se dan cuenta: el poder y la responsabilidad de determinar, para bien y para mal, el perfil y el corazón de nuestras sociedades del mañana.


Giovanna Melandri es ministra italiana para Políticas Juveniles y Actividades Deportivas.

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