Barcelona, sin mezquita
La Vanguardia, , 11-01-2008A los emigrantes se les niega un local de culto potente que pueda consolidar su identidad
Los señores ediles, tras sesudas deliberaciones, han llegado a la no menos sesuda conclusión de que Barcelona no cuente con una gran mezquita, a diferencia de las principales capitales europeas, Madrid sin ir más lejos. El descarte lo ha anunciado el llamado concejal de Derechos Civiles, el señor Joaquim Mestre (ICV-EUiA). No creo que sea peor la noticia que la argumentación.
Estamos en un sistema donde impera la separación entre la Iglesia y el Estado pero ello no impide celebrar el aniversario de CDC en una iglesia abierta al culto – Santa Maria del Mar- o que la bandera de Catalunya ondee en el monasterio de Ripoll y el santuario de Núria o que representantes políticos acudan a la misa de la Mercè o que los principales aspirantes a la presidencia de la Generalitat acudan a rendirle pleitesía al abad de Montserrat tal como hacía el Generalísimo. A nadie se le oculta que en las mezquitas se practica la discriminación de sexo, aunque la Iglesia católica impide el sacerdocio de las mujeres. Por último, en los países musulmanes la actividad de los cristianos está, en muchos casos, férreamente perseguida con lo que podía establecerse perfectamente lo del ojo por ojo y diente por diente.
El señor Mestre ha dicho, sin embargo, algunas tonterías destacables. La primera, que la comunidad de Barcelona no es única, que hay muchas, algo para lo que no hace falta ser experto en el islam. Añade que “los lugares de culto de cada confesión lo debe resolver cada confesión”. Efectivamente, pero cuando pueda hacerlo. Porque mientras se cerraba la mezquita de l´Hospitalet se celebraba el Festival de Cine Erótico. Pero, para acabarlo de arreglar, ha añadido que “el suelo público es escaso en Barcelona”.
Todo ello es naturalmente mentira o, si ustedes prefieren, verdades a medias, que son las peores. Barcelona no cuenta con una mezquita por motivos exclusivamente racistas. De la misma forma que se quiere negar a los inmigrantes el acceso a la sanidad o a la enseñanza, se les niega un lugar de culto potente que pueda consolidar su identidad y retrasar una supuesta integración a base de división y dispersión, manteniéndoles en la marginalidad de mezquitas en locales lamentables y de hacerles sentir su condición de excluidos. Ya lo dijo hace tiempo la señora Marta Ferrusola, que llegaría un día en que los campanarios románicos serían sustituidos por las mezquitas.
Los inmigrantes tienen derechos pero también deberes. Los mismos exactamente que tengo yo o cualquier otro vecino. Si no, estamos creando ciudadanos de segunda y vamos esparciendo los vientos que nos traerán, a buen seguro, las tormentas de mañana.
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