Subsisten hacinados en barracas
El Universal, , 08-01-2008CANCÚN, QR. Es domingo, el día de descanso. El día en que los trabajadores de ésta y muchos otros lujosos hoteles en construcción, aprovechan para salir a la plaza de ciudades como Cancún, Puerto Morelos o Playa del Carmen a dar la vuelta.Otros se quedan a descansar. En cualquiera de los casos, adentro o afuera confiesan se dedican a beber. Otros dormitan dentro de las barracas que integran uno de esos campamentos a mitad de la selva o cerca de la ciudad, barracas en donde conviven hacinados.Así, mientras algunos recuestan la espalda sobre las tablas de madera o hamacas donde duermen, los menos lavan su desgastada ropa sobre piedras o de plano toman un baño al aire libre, provocando un río de aguas jabonosas que van directo al manglar.Muy pocos de los que se encuentran trabajando ahí desde hace más de un mes, saben bien a bien en dónde están.Tampoco tienen idea de cuántos habitan el campamento que comparten, ubicado a unos metros de donde se construyen las 600 habitaciones del hotel NH Puerto Morelos, con una inversión que rebasa los 240 millones de dólares, aportada por el grupo español Matinón, Grumasa.Las edades de los trabajadores que habitan ese campamento, localizado en Puerto Morelos poblado ubicado a 35 kilómetros de Cancún y en el que se pretenden construir 40 mil cuartos, sin que en la zona exista siquiera infraestructura de drenaje, fluctúan entre los 18 y los 30 años, pero los que tienen algún puesto de mando pueden alcanzar hasta los 40 años.La plática con ellos es difícil, primero por la timidez de algunos, luego por la reserva de otros, pero particularmente porque muchos no hablan español, sino algún dialecto; la mayoría no sabe leer ni escribir, pero durante la charla, es evidente que se encuentran ansiosos por denunciar la explotación de la que son objeto.¡Ah su…! Nos tratan muy mal, nos insultan, siempre nos piden más. Nos dice el jefe ése: Ándale, carga más, carga más; jala esto, aquello, carga, carga, y luego no paga completo. Dice él: Échenos la mano con una horita más y no paga, cuenta José, molesto, manoteando, mientas es observado por Juan y Salvador, de 18 y 20 años, quienes de vez en vez suspendían el lavado a mano de sus ropas.Cerca de un charco de aguas jabonosas, mezcladas con un verde aceitoso que desemboca sobre los humedales, José responde que tiene 26 años y que su amplia necesidad lo sacó de Ocosingo, Chiapas, para venir en busca de trabajo.Trabajan 12 horas al díaA mí unos me dijeron: hay trabajo, hay dinero, y me trajeron. En efecto, en ese campamento José halló el tipo de oportunidad tan invocada por los inversionistas extranjeros, cuando ofrecen que sus desarrollos turísticos crearán fuentes de empleo para cientos de personas.Entre ellas ésta: Un trabajo cuya jornada es de 12 horas diarias. Inicia a las 7:00 horas y acaba a las 19:00 horas, ganando por ello 185 pesos y, a la semana, un promedio de mil 300 pesos. Parte de ese dinero lo destinan para pagar a la empresa por el servicio de comedor que se les instaló en el lugar o si no, los albañiles optan por consumir comida chatarra.Después de la dura jornada bajo el rayo solar y el calor asfixiante, descansan sus espaldas sobre tablas de madera colocadas a manera de literas; los más afortunados logran hacerse de una hamaca.Su vivienda se reduce a una barraca, construida con bloques y maderos, con techos de lámina, carentes de mosquiteros, sin piso, sobre la tierra suelta. Adentro se concentran el calor y los hedores. Los mosquitos son un problema y si alguno enferma no hay servicios médicos.De ello habla, recostado en su hamaca y con un vaso de plástico lleno de cerveza, Margarito Domínguez Rueda, originario de Palancar, Veracruz, municipio de Minatitlán. Ellos te quieren sano. Cuando yo me jodí el pie, me dejaron solo, la verdad. Yo tuve que pagarme el tratamiento. Las empresas así son, cuando estás fuerte, te traen para acá y para allá; no hay problema. Pero cuando te enfermas, ya no les sirves, expresa.Durante los 15 años que lleva levantando hoteles en Cancún y Puerto Morelos, como el Moon Palace o el complejo de El Cid, Margarito no sólo ha perdido dos dientes, sino también un par de dedos del pie derecho. Hace años, una viga de 90 toneladas le cayó encima cuando estaba trabajando. La compañía no lo apoyó.Después, ya curado, su habilidad lo fue recomendando y así ha subido de nivel. Yo como ellos ganaba bien poquito dice al referirse a los anteriores entrevistados, pero ahora gano 2 mil 400 pesos y estoy bien, ahí la llevo. ¡Claro!, ellos están mejor, menciona, apuntando con el vaso con dirección a las oficinas móviles de los arquitectos y jefes de obra: campers con aire acondicionado, frigobar y sanitarios.
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