Los dos asesinatos de mujeres a manos de sus compañeros sentimentales registrados en el inicio de 2008 demuestran de la peor manera cómo se mantiene una terrible cadencia de agresiones y homicidios que se cobró en los últimos doce meses la vida de 71 víctimas. La procedencia extranjera de ambas fallecidas – una británica y la otra rusa – no constituye ya una evidencia puntual o insólita en las negras estadísticas de la violencia doméstica, sino una nueva prueba de la indefensión en que se encuentran las ciudadanas de origen foráneo y, dentro de ellas, las que nutren la inmigración ilegal. Más de un tercio de las víctimas mortales contabilizadas en 2007 no eran españolas. Las diferencias sociológicas y culturales, las dificultades de comunicación y, en muchos casos, la insuficiencia de recursos reales para poder reaccionar deben llevar a los poderes públicos a intensificar las campañas de prevención e información dirigidas a un colectivo particularmente vulnerable.